Juan Cavestany, Javier Gutiérrez y Luis Bermejo retoman «El traje«, un espectáculo singular de hace diez años, una comedia de tono realista y atroz, en la que se nos muestra cómo la voracidad del sistema nos convierte en depredadores, que ahora podremos ver en La Abadía desde hoy hasta el 7 de julio.
La Abadía cierra la temporada con el trío compuesto por Cavestany, Gutiérrez y Bermejo. Dos actores que brillaron en las salas de este teatro con montajes como «Argelino, servidor de dos amos», en el caso de Gutiérrez, que le valió el premio Max de las artes escénicas a mejor protagonista, y, más recientemente, «Los que hablan» de Pablo Rosal con un trabajo brillante de Bermejo. Es, quizá, Cavestany (premio Max a la mejor autoría por «Urtain») uno de los dramaturgos y guionistas más fieles a sí mismo, con una escritura mordaz y honesta para hablar del entorno patético que nos rodea en nuestro día a día.
En el primer día de rebajas, la gente ha entrado en tropel y ha habido un accidente en los grandes almacenes. Un vigilante de seguridad interroga a un hombre de negocios que vino a comprar un traje y ha tenido algo que ver con los hechos. Pero ¿cuáles son los hechos, exactamente? ¿Y qué peligro acecha a estas dos personas?
El traje es una comedia negra en la que dos personajes mantienen un pulso intelectual y físico lleno de tensión, crudeza, suspense y humor delirante. La narración se desarrolla íntegramente en una localización, aunque hay otras dos que no se ven y que pendulan sobre la historia, como una bola de demoler edificios a punto de impactar: las llamadas de su casa que recibe el hombre por teléfono y la habitación anexa, donde el vigilante esconde algo que marcará el destino de ambos.
El traje pretende alertar, en un tono de comedia realista y atroz, sobre cómo la voracidad del sistema nos convierte en depredadores y cómo el deseo de lo material pervierte la naturaleza humana más esencial.
El traje trata de la corrupción política y la corrupción del alma, de la soledad y de un momento, el actual, en el que quizá estemos a tiempo de cambiar todo eso.