¡Segundo estreno del día! «Calígula murió. Yo no» con Jesús Vidal en el Teatro María Guerero

Esta noche se estrena en el Teatro María Guerrero «Calígula murió. Yo no«, una pieza cuya versión a partir de Calígula de Albert Camus firma Clàudia Cedó, dirige Marco Paiva y protagonizan Paulo Azevedo, Maite Brik, André Ferreira, Rui Fonseca, Luís Garcia, Ángela Ibáñez, Fernando Lapeña y Jesús Vidal.

«Esta obra nos enfrenta a conflictos universales, como el sentido de la existencia humana, el devenir de la propia vida y de la sociedad y los intentos para crear un mundo mejor. Este espectáculo plantea la diferencia entre revolución y revuelta y el peligro que existe para el ser humano si la ética y la moral se ponen al servicio de la necesidad de absoluto y de dominación», nos ha contado su protagonista, Jesús Vidal, en esta entrevista.

Una compañía de teatro retirada vuelve a los escenarios para representar una adaptación de Calígula de Camus. El director de la obra, Jesús (Jesús Vidal), ha soñado que se suicidaba y se ha replanteado el sentido de su existencia. El estreno del espectáculo se convertirá de repente en su objetivo vital, el absoluto, la luna. Pero su apetito de unidad y orden no encaja con la irreductibilidad de este mundo a un principio racional, ni con la diversidad que existe en su propia compañía de teatro…

Albert Camus decía en El mito de Sísifo que una de las pocas posiciones filosóficas coherentes es la rebelión. El enfrentamiento perpetuo del hombre con su propia oscuridad. La exigencia de una imposible transparencia. Poner el mundo en tela de juicio en cada uno de sus segundos. La rebelión es esa presencia constante del hombre ante sí mismo. No es aspiración, carece de esperanza. La rebelión no es sino la seguridad de un destino aplastante, sin la resignación que debería acompañarle. Ante el absolutismo, ante la asfixiante homogeneidad que se nos impone, existe una alternativa feliz: la posibilidad de encajar el absurdo, entender el desorden y la diversidad como la parte y el todo de la vida. Sísifo, sentenciada a subir a cuestas la misma roca hasta la cima de la montaña una y otra vez, se da cuenta de repente de que aquello no es una condena, sino que sencillamente es su condición. Aceptar el absurdo no tiene nada de conformismo, nada de resignación, no es una actitud estática, debe ser una lucha constante. Una tensión en contra de todo totalitarismo que no comprenda que la contradicción, la diferencia, la diversidad deben ser vividos. Y en esta lucha, en ese equilibrio en el límite, es en dónde se halla la dignidad.

“La lucha por llegar a las cumbres basta para llenar un corazón de hombre” A. Camus.

Clàudia Cedó

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