Dice Jesús Campos García, autor y director de la comedia «…Y la casa crecía» –sí, es una comedia aunque la cosa no sea para reírse–, que crecer sin control es cancerígeno y que así es como ha crecido el mundo del dinero: “Desde que es electrónico, hay más dinero que cosas que comprar. Y ahí andan los ricos, desesperados, buscando en qué gastarlo”. Una sarcástica reflexión que ahora podremos ver sobre las tablas del Teatro María Guerrero de la mano de una decena de actores encabezados por Ana Marzoa y Fernando Albizu.
“Y BIEN, ¿QUÉ LES PARECE?”. Y, por lo visto, les parece bien, porque alquilan la casa. “Claro, en ese precio. Y es que el mundo es muy barato. Hasta que se encarece. Y es precisamente con esos cambios, o con esas crisis, con lo que acaban arruinándonos la vida”, nos cuenta Jesús Campos García, autor y director de este texto que él mismo define como “una comedia burguesa, al menos al comienzo, con reminiscencias de Jardiel o del primer Mihura, nuestro absurdo histórico. Si bien, según avanza, la cosa se complica…”.
Una gran metáfora
En medio de una escenografía complicada –en palabras del director– y rodeados por una música cinematográfica que evoca un pasado de esclavos “que el viento se llevó, o que debería haberse llevado, o que tendría que llevarse de una vez por todas”, los actores Fernando Albizu, José Ramón Arredondo, Ana Cerdeiriña, Luis Hostalot, Ana Marzoa, Juan Matute, Miguel Palenzuela, Juan Carlos Talavera, Marilyn Torres y Samuel Viyuela González dan vida a esa gente normal que invierte en sellos o compra preferentes, “gente entrañable. Bueno, así es como son los protagonistas, porque los otros, aunque también son normales, digamos que pertenecen a otra normalidad menos entrañable. Y luego hay otros… que esos ya ni pertenecen”, nos avanza misterioso Jesús Campos, uno de esos autores que no gustan de adelantar muchos detalles al espectador.
Lo que sí sabemos es que nos va a hablar “del crecimiento: ese valor en alza que va a acabar por hundirnos”, afirma, a través de una historia “rara” que comienza con el alquiler de una casa que crece “y a partir de ahí, ya imaginen ustedes, puede pasar cual-quier cosa”. Y, aunque el tema pueda resultar un poco duro, “reírse de lo que te escuece suele ser curativo. Esa es la naturaleza del teatro, poner en pie nuestras miserias, verlas con distancia y resolverlas jugando. No arreglaremos nada, pero te deja el cuerpo con ganas de arreglarlo”, finaliza.