Álvaro de Luna

 
Llevaba años alejado del teatro, ¿cómo le está sentando esta vuelta?

Se siente uno más vivo, el escenario siempre da esa credibilidad de que sigue siendo un actor. Me he sentido francamente bien, muy cómodo y estoy todavía con las facultades bastante normales (risas).


¿Quién es Nino?

Es un hombre capaz de amar sin nostalgia, exigiéndose a sí mismo y a su entorno que el amor, como la vida, es lo que te ocurre en cada momento. Y en ese momento está enamorado de Norma hasta las trancas. Ella tiene Alzheimer y él quiere a toda costa que sea feliz: le hubiera gustado haberse casado por la Iglesia y él se lo pide al final de la función.


¿Cómo llega Álvaro de Luna a la profesión?

Casi por casualidad. Empecé recorriendo Europa como especialista y un día me llamaron para hacer una película. Dirigiendo aquella película Isasi-Isasmendi me enseñó a amar el cine y la profesión.


¿Qué le diría el Álvaro de Luna hoy al que empezaba?

Ha habido muchas cosas que hubiera podido bordear para evitar las piedras del camino, pero estoy contento de cómo han ido las cosas. He tenido suerte y el respeto de mis compañeros. No han empezado las grandes enfermedades y estamos vivos. Vivir es un hecho revolucionario (risas).

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