¿Qué reflexión le provoca la situación actual del teatro?
Son diferentes balances para mi gusto. Mi preocupación mayor ahora es la subsistencia del teatro y sobre todo de un tipo de teatro con una vocación de investigación, de exploración en dramaturgia contemporánea, en los problemas que vivimos, en ser reflejo de la sociedad contemporánea. Está desapareciendo la Red pública que había muy paulatinamente. Este discurso lo llevamos haciendo desde hace unos años unos cuantos, pero es que cada vez está más deshecha, cada vez hay más presión fiscal a la hora de generar empresas de pequeño y mediano formato y todo esto revierte en más dificultad a la hora de poder producir y me refiero al mismo nivel que el de cualquier otro oficio.
Hay muchísimo paro, muchísima gente que sale de las escuelas ante una supuesta demanda tremenda, pero no hay tanta sencillamente porque la producción no puede hacerse cargo. Hace unos años había producciones más grandes, ahora no, porque hay mucho riesgo y porque no hay ningún tipo de apoyo más que el que tú puedas darte a ti mismo y alguna pequeña ayuda que solventa muy poco. El teatro subsiste en este momento casi única y exclusivamente del esfuerzo de los profesionales y de la existencia del público. Y cada vez está peor, cada vez irá a peor por la actual política liberal del gobierno del PP.
Y para paliar o mejorar aunque sea un poquito esta situación, ¿quién empieza y por dónde?
El teatro es un trabajo en equipo y yo creo que eso se refleja también. Yo el otro día le escuché a Montoro que el IVA cultural no existía, lo dijo literalmente, salió en todas las televisiones y se quedó tan ancho. Ante este tipo de cosas es muy difícil entenderse porque si no existe el IVA cultural a lo mejor es que el arte o la cultura tampoco existen en este país. Evidentemente yo creo que habría que cambiar la política de todo, de subvenciones, la política del INAEM y ponerse un poco para recuperar espacios, para ver cómo es el tejido público y en qué puede ayudar en la situación a los profesionales y que cada sector aportara a su vez, además, ideas. Pero yo creo que contrariamente a todo esto el teatro como forma de expresión está en un buen momento. Las artes en directo, espectaculares por así decirlo, en la era de la imagen, han preservado su sitio y de alguna manera frente a las posibles crisis de industrias como el cine, el teatro es un sitio de encuentro social, un sitio donde tú ves a seres humanos interpretando en directo y eso todavía es poco sustituible. De momento. No sé lo que nos deparará el futuro (risas). Pero de momento, es un arte que tiene mucha demanda por parte del público y de hecho en general los teatros gozan de buena salud en cuanto a asistencia de público e interés. ¿Qué es lo que pasa? Que también la oferta privada es más cara, más dificultad también, los teatros nacionales están llenos y eso debería servir de ejemplo para poder aplicar una política de igualdad para que todos pudiéramos tirar del mismo carro. Aparte de eso, hay mucha gente que quiere ver teatro, que ahora mismo la esperanza mayor de los teatreros y por la que no baja el entusiasmo y no baja la creación de compañías y de nuevos locales es porque hay público que quiere verlo y paralelamente a ese entusiasmo del público también genera un entusiasmo de creación. Yo creo que hay un montón de autores que están trabajando muy bien, tanto los jóvenes como los que ya no lo son tanto, hay un teatro muy pegado a la realidad inmediata del país, un teatro con mucho vuelo artístico. Creo que hay muy buen teatro.
La última obra que ha visto…
Aparte de «Las brujas de Salem» y los ensayos de «La madre» de Florian Zeller que estreno en Barcelona, creo que lo último que he visto ha sido a Romeo Castelucci en el Festival de Otoño a Primavera. Es un ejemplo maravilloso de cómo hacer buen teatro, de cómo llenar un teatro, de cómo hacer que el arte y el espíritu avancen.
Está deseando ver…
Suelo estar bastante abierto a todo, me apetece ver espectáculos que me sorprendan y que me mezclen disciplinas y que me hagan pensar que el mundo puede ser de otra manera. Voy a ver «La cocina», tengo muchas ganas de ver un buen espectáculo de circo, que últimamente no lo veo porque desde que murió Pere Pinyol en el Price ha bajado un poco. También creo que porque hay menos interés por parte de la Administración. Es un modo de expresión que es una alabanza al teatro.