Arturo Fernández

 Ha confesado en alguna ocasión ser consciente de que un día u otro tiene que dejar los escenarios, pero mientras tanto, como decía un personaje en “La montaña rusa”, a Arturo Fernández, impecable, todo energía y vitalidad, siempre con ese aire de galán, parece que se le ha olvidado envejecer. En septiembre volvía al Teatro Amaya, esa que ha sido su casa las últimas temporadas, con un personaje que es otro bombón en una trayectoria envidiable. Repasamos la carrera y la vida de un actor hecho a sí mismo…
Toda la vida cual galán y ahora se nos mete a cura…

Voy con alzacuellos. Tuve la ‘tentación’ de usar sotana, pero los cambios de cuadro y escenario son demasiado rápidos para poder cambiarme y opté por el cleriman.


¿Entonces, por dentro y por fuera, vamos a ver a un Arturo Fernández diferente? Ha dicho que es el papel más importante de su carrera…

No sé si el más importante, porque ha habido papeles a lo largo de mi trayectoria que lo han sido, han marcado un antes y un después: “Dulce pájaro de juventud”, “Quién soy yo”, “Ensayando Don Juan”, entre otros. “Enfrentados” es, sin duda, una obra muy importante y el papel del Padre José María lo es también.


¿Qué vio en “Enfrentados” para apostar por esta obra?

Tengo esta obra en cartera desde hace más de diez años, cuando ya era un gran éxito en París de la mano de Jean Piat y me fascinó. Pero cada vez que me planteaba un nuevo montaje ya me habían ofrecido una buena comedia, más puntual, menos arriesgada y este personaje era más atemporal y complejo. Pero esta vez supe que había llegado el momento porque de alguna manera el Papa Francisco le ha dado aún más vigencia al texto.


¿Sobre qué reflexiona Bill C. Davis?

Grandes y pequeños temas: el celibato sacerdotal, la ordenación de las mujeres, la homosexualidad en el seno de la Iglesia, la soledad del sacerdote… Todo aderezado por un texto de ritmo trepidante con un diálogo agilísimo y con sentido del humor.


¿Qué opina usted del Pontífice y del lugar que ocupa la Iglesia hoy?

La labor de la Iglesia Católica en el mundo es incuestionable: con los más necesitados, en las zonas del mundo más carentes de lo esencial, impresionante… Pero como en toda institución se cometen errores y se precisa evolucionar sabiendo mantener lo que es esencial. Creo que el Pontífice es el que necesita la Iglesia Católica para esa renovación.


¿Cómo es el Padre José María?

Es un sacerdote muy carismático y un buen párroco pero acomodado en una plácida existencia. La aparición del joven seminarista es un revulsivo que le devuelve la fuerza interior que con los años se había ido diluyendo.


De “Ensayando Don Juan”, se ha traído a David Boceta para que le dé la réplica. ¿Qué ha visto en él?

Evidentemente su calidad interpretativa.


Aquel niño de la guerra que fue usted no pensaba en ser actor, sino que quería ser multimillonario…

Sigo soñando con serlo, es aún un sueño por cumplir (risas). No me puedo quejar de la situación económica de la que disfruto, pero basada y mantenida con mi trabajo diario sobre un escenario.


¿Qué recuerda de aquellos años?

He tenido una infancia y una juventud muy humilde económicamente, pero todos mis recuerdos son alegres. Éramos felices porque teníamos muchos sueños por cumplir. Lo que peor llevaba era tener que ponerme un mono porque les decía a las chicas que era ingeniero (risas).


¿Y lo de ser ‘El Tigre de El Piles’?

Por intentar que mi madre dejara de lavar botellas en un tonel de agua helada a la intemperie. Ese y la falta de mi padre exiliado son los únicos recuerdos tristes de aquella época.


¿Antonio Machín o una mujer? ¿Quién fue el culpable de que se mudase a Madrid?

Las dos cosas (risas). Machín porque me dijo que tenía facha de cantante. ¡No me había oído cantar, naturalmente! ¡¡¡Y aquella mujer!!! Ninguna de las dos cosas eran posibles en mi Gijón del alma…


Así que con 20 años coge la maleta y se planta en la capital. ¿Qué traía en ella que le sirvió en el Madrid de los 50?

Me sirvió todo lo que traía. Las 500 pesetas que me había dado mi tía Iluminada, la carta de recomendación de un policía de Gijón para que me aceptaran en una pensión y las ilusiones, que eran las que más espacio ocupaban…


Más de 60 años de profesión y más de un centenar de trabajos en TV, cine y teatro. ¿Cuál es el secreto?

Ganas, responsabilidad, profesionalidad y mucho amor a la profesión.


Además, desde hace más de 50 años dirige su propia compañía. ¿En algo así hay un poco de locura?

Hay perseverancia, amor al teatro y aceptación del público.


Dicen que “Enfrentados” pone el broche de oro a su gran trayectoria profesional. ¿Eso es una despedida?

Del teatro no me despediré nunca voluntariamente, mientras el público y Dios quieran…


Una más… Creo que su madre siempre decía que hay que reírse dos horas diarias. ¿Lo cumple?

Absolutamente. Es salud física y mental.

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