Bárbara Lluch – Marina

Nos ha dicho alguna vez que al Teatro de la Zarzuela lo considera su hogar en Madrid. En él debutó en 2018 con “La casa de Bernarda Alba”, –“mi primer gran proyecto”–; en él ha estrenado “El rey que rabió” y a él regresa con esta “Marina” con la que espera que el público llore, ría y se divierta. ¡Que para dramas ya está la vida ahí fuera! El camino ha sido duro, pero Bárbara Lluch es ya un referente. Tanto que en los próximos meses pasará por Erl, Copenhague, Barcelona, Oviedo, Madrid con “La bohème”, “Serse”, “Don Juan no existe”, “La Sonnambula”… Y se casará en el mes de mayo si encuentra quien le organice la boda.

Después de 167 años, abre la primera temporada de la Zarzuela con una mujer al frente, Isamay Benavente.

Es una maravilla, Isamay es una mujer con muchísima experiencia en el mundo de la ópera y del teatro, de la administración, de la gerencia y de la dirección artística y es una persona que lleva en el circuito un montón de tiempo. Independientemente del sexo, era la persona adecuada, pero ¡Ya era hora! sería el titular. ¡Ya era hora!

En 2005 hizo una ayudantía en una ópera y algo hizo ‘clic’.

El otro día leí una cosa muy bonita. Estaba haciendo una ópera sobre el feminismo y decían que no se puede soñar con algo que no sabes que existe. Igual he asistido a 150 directores de escena y los 150 han sido hombres. He asistido a una mujer en toda mi carrera. El de la dirección es un clic que creo que llegó tarde al no tener una representación femenina. Mientras tanto, como espectadora, me acuerdo perfectamente de las primeras veces que escuché obras en casa porque mi abuela las preparaba y mi abuelo era un grandísimo amante de la ópera, de la zarzuela. No me imagino mi vida sin ópera.

¿Y su primer contacto con “Marina”?   

En el Festival de Peralada, donde trabajaba en producción. La cantaban Josep Bros y Mariola Cantarero. Me acuerdo perfectamente, como si fuese ayer. Me enamoré de la música.

Ignacio García, que la dirigió hace años en este teatro, dice que “Marina” ocupa un lugar de honor en los grandes títulos de nuestra ópera y zarzuela del XIX.  

Sí. Musicalmente es una joya absoluta. Fíjate, durante la transición entre Daniel Bianco e Isamay Benavente se hablaba de contratarme y cuando por fin se cerró, me preguntaron con qué quería abrir. Y yo dije “Con “Marina””, porque tenía el recuerdo aquel de cuando la había visto. Claro, luego fue coger el libreto y… ¡Cómo se nota que cuando yo estaba escuchando “Marina”, no estaba pensando en dirigirla! (risas). ¡Es muy difícil!

¿Cómo es esa música que enamora?  

Es una música de pronto muy belcantista, de pronto tiene una cosa de Verdi y de pronto es como muy Rossini, de pronto es muy Bellini. Es sorprendente. Tiene unos dúos…, la obertura es espectacular, las arias son preciosas. Es como un greatest hits de Arrieta. Es muy difícil de cantar, porque las tesituras son muy altas, y es de una belleza que no me extraña que me acuerde de cuando la escuché.

Imaginemos a alguien que nunca ha oído hablar de “Marina”. ¿Qué le contaría?  

Primero, que viniese a verla. Segundo, que hay que mirarla con amabilidad en cuanto al libreto. Muchos grandísimos compositores han tenido libretos que tampoco han sido conocidos por su potencia dramatúrgica. Y, tercero, que venga con la cabeza muy preparada para sorprenderse musicalmente. No parece un título español. Y lo digo como un halago. En el grandísimo mundo de la ópera, los italianos nos llevan ventaja, los alemanes, los franceses, pero “Marina” cae como los grandísimos de las óperas europeas.

¿Cómo es la “Marina” de Bárbara Lluch?

Lo que me quedó después de sorprenderme al leer el libreto es la incapacidad del ser humano de comunicarse. Es un verdadero drama. Tenemos a Jorge y a Marina locamente enamorados, pero nunca han sido capaces de decírselo; a Pascual, que es capaz de decirle “Te quiero” a Marina, pero pierde el temperamento… Y luego Roque, lobo de mar, alcohólico…, un hombre que ha sido profundamente herido por una mujer y que dice cosas muy bestias. Es un perfil peligroso y hay que tener cuidado, porque no queremos normalizar algo así. Mi objetivo es humanizar a unos personajes que a veces están un poco solos y vamos a intentar atraerles hacia la tierra. No quería hacer una “Marina” de violencia de género, porque la realidad es tan salvaje ya… Creo que el público necesita una “Marina” donde pueda llorar, reír, divertirse, por eso he querido justificar a los personajes.

¿Qué nos diría de su reparto? 

Es un sueño. Empezaría a darles besos a Daniel y a Isamay y no pararía hasta el día del estreno. Son un sueño. Los ocho harán cosas diferentes en escena. No solo son ocho buenos cantantes, buenísimos cantantes, los mejores que tenemos en este país, son ocho artistazos. Las propuestas, el nivel de preparación, el nivel de entrega, de concentración… es espectacular. Y lo mismo digo del coro de la Zarzuela.

Han pasado casi veinte años de aquel ‘clic’. ¿Cómo ha sido el camino? 

Duro. Es una profesión más complicada para las mujeres que para los hombres. Es una profesión en sí misma muy competiti-va y hay que tener muchísima suerte. Nos queda mucho camino que recorrer, lo estamos recorriendo, yo soy un ejemplo afortunadísimamente, Isamay es otro y es el único camino que quiero hacer. Yo lo disfruto mucho, pero es duro también.

Octubre 2024 – Nº 253

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