Beatriz Argüello, Ernesto Alterio, Marta Belenguer y Mélida Molina – Viejos tiempos

Anna, amiga de juventud de Kate, visita la casa donde esta vive con Deeley, su marido. La inesperada aparición de la mujer, veinte años después, se convierte en un juego de sospechas, celos, deseo y dudas. Pablo Remón firma la traducción y versión de una de las obras cumbre de la dramaturgia de Harold Pinter, un ejemplo de cómo la imaginación y el recuerdo pueden afectar a nuestra visión del pasado y a la forma de vivir el presente. Beatriz Argüello dirige a un trío de auténtico lujo, Ernesto Alterio, Marta Belenguer y Mélida Molina, en el estreno de esta pieza misteriosa y poética, donde la frontera entre la realidad y la fantasía, el recuerdo y el sueño, se desdibuja… Por VANESSA RAMIRO.

¿Cómo se llevan ustedes con sus viejos tiempos y con sus recuerdos?

Ernesto Alterio: En general tengo una relación bastante amable con mis recuerdos. Teniendo en cuenta que siempre se están moviendo y te pueden asaltar en cualquier momento y sin avisar.

Beatriz Argüello: Los recuerdos conviven con nosotros y habitan en nuestro día a día. A mí me asaltan a veces de improviso y normalmente hay una cierta añoranza del pasado. La fuerza que tiene un recuerdo puede cambiar nuestro estado en el presente. Por lo tanto, están vivos en nosotros.

Marta Belenguer: Bien, pero como en Pinter, la memoria es creativa, seguramente he maquillado cosas de mi pasado para contarme una versión que me haga más feliz. Pero, en general, puedo decir que tengo un pasado bastante agradable y llevadero (risas).

Mélida Molina: Con mis recuerdos me llevo como puedo. Tengo una relación variada, algunos están muy presentes, otros los veo al fondo entre la niebla, algunos ni siquiera intento recordarlos y otros los tengo totalmente olvidados. Sí que es cierto que últimamente algunos de ellos se me revelan con mucha vida y están teñidos, algunos de ellos, de algo de melancolía.

Dice Anna: “Hay cosas que recuerdo que a lo mejor nunca pasaron, pero, como las recuerdo, ocurren de verdad”. ¡Qué peligroso, ¿no?! Porque esto pasa…

Beatriz: Por supuesto. Harold Pinter apela a la subjetividad de la memoria, al no poder o no querer recordar, incluso a reinventar el recuerdo del otro según lo que convenga. El pasado se presenta como una niebla incapaz de reconstruirse lógicamente, y la comunicación a través del lenguaje queda permanentemente puesta en cuestión.

Marta: Sí, no sé si tanto con el recuerdo de los hechos o más bien con la versión de esos hechos. La distorsión del recuerdo en Pinter es pura dramaturgia.

Ernesto: En cierta medida, creo que hay algo de uno que se transforma, dependiendo de cómo te cuentes el cuento de tu vida a ti mismo. Pero los recuerdos no son la realidad. No son exactos. Y como dije antes se mueven.

Mélida: Sí, puede ser bastante peligroso, sobre todo cuando ese recuerdo que vamos construyendo, lo vamos construyendo como a nosotros nos interesa para atacar al otro. Se puede convertir en un arma que Pinter aquí la utiliza de una manera magristral de poder, sobre todo porque ese recuerdo es totalmente incontrolable para el que tenemos enfrente, es nuestra verdad absoluta y cuando se convierten en verdades absolutas se convierten también en armas arrojadizas.

¿Lo peor de los recuerdos es cuando se utilizan como arma arrojadiza hacia el otro?   

Mélida: En la obra de Pinter, sobre todo en “Viejos tiempos” se ve muy claro la relaciones de poder, cómo el recuerdo es utilizado como un arma para poseer al otro, para someterlo y se produce una gran batalla donde el recuerdo de cada uno, entendido desde lo categórico, genera una gran violencia, donde el lenguaje también se convierte en un cuchillo afilado para dominar, para mentir, para revelar un pasado que muchas veces no corresponde a la realidad o no corresponde a la realidad del que tienes enfrente.

Marta: Efectivamente en ese sentido digo que los personajes utilizan los recuerdos para crear los conflictos, para herir o sanar, dramatúrgicamente.

Beatriz: Los tres protagonistas de Viejos Tiempos utilizan el pasado para desestabilizar al otro, en una lucha de poder por conquistar el alma ajena. Habitan en un realismo exasperado donde las máscaras caen conforme avanza la noche, y la devastación se convierte en la única forma posible de seguir viviendo.

Ernesto: Lo que pasa es que los recuerdos se articulan a través del lenguaje y al lenguaje siempre le va a faltar algo. Siempre será incompleto. No va a  poder nunca expresar una verdad absoluta. Una cosa es lo acontecido y otra cosa lo que se dice que aconteció.

Hablamos del pasado, de amistades de juventud, de recuerdos cargados de impactos emocionales porque algo de todo esto hay en “Viejos tiempos”. Háblennos de esta pieza…

Beatriz: Harold Pinter es complejo en su dramaturgia, no simplifica o esquematiza al individuo. A través de sus personajes, vemos que todo depende de la perspectiva con la que queremos o podemos enfrentarnos a la realidad o a nuestro propio pasado. Habla de la posibilidad perdida de ser felices. Anna viaja a la casa de Kate y Deeley para visitar a su mejor amiga después de veinte años, pero no llega. Ya está allí, en la penumbra. Ese es el punto de partida.

Marta: Habla de la pérdida, de la nostalgia, de las cosas que no hemos sabido o no hemos podido digerir o entender. Hasta el punto de doler o de hacernos ser patéticos… y eso a veces tiene mucho humor.

Ernesto: Estamos ahora justo pasado el ecuador del proceso de ensayos y en este momento predominan mas los interrogantes que las certezas. Pero siento que esta obra tiene algo como si fuera un laboratorio sociológico donde un matrimonio recibe la visita de la mejor y única amiga de ella después de 25 años sin verse. Ellos luchan angustiosamente y sin saberlo por imponer su versión del pasado. Esto con dosis de humor, digamos negro o acido y con un manejo muy interesante del lenguaje y del tempo escénico que espero atrape o atraiga al espectador.

Mélida: Para mí “Viejos tiempos” sería como una gran máquina que destruye esa máscara que nos hemos cosntruido para ponernos al borde del precipicio, del desconcierto, de lo ambiguo.

Marta Belenguer –“Aquí no hay quien viva’, “Camera Café”, “El Test”, “El Método Gronholm”, “Señoras del (H)ampa”, “La casa”…– es Anna.

Marta: Cuando leí la obra algo me resonó muy hondo de Anna, mi personaje. Ella tiene una nostalgia tremenda, yo soy muy nostálgica, y hay algo de pretender traer al presente ese pasado que ya no está. Es una mujer que no quiere rendirse, viene a dinamitar un presente estancado, a remover… Eso también es muy mío… Me gusta remover; el movimiento, el cambio está en mi naturaleza.

Ernesto Alterio –cofundador de Animala-rio, “Shock (El Cóndor y el Puma)”, “Edipo rey”, “Yo, el heredero”, “Marid(dos)”, “Narcos: México”, “Un mundo normal”…– es Deeley.

Ernesto: Deeley representa la figura masculina en la obra. Es el marido de Kate y creo que responde a unos comportamientos y esquemas mentales de marcada herencia patriarcal. Es director de cine y es bastante cafre. Pero tampoco quiero juzgar a nadie y menos a él. Su lenguaje es elaborado y es muy fan del actor inglés Robert Newton.

Mélida Molina –“Así es (si así os parece)”, “Loba”, “Siempre viva”, “Carlos, Rey Emperador”, “Velvet”, “Respira”…– es Kate.

Mélida: El personaje de Kate es un personaje que está en un lugar muy diferente a los otros dos. Es un lugar casi intangible, un lugar frágil como el cristal, un lugar a veces difícil de deducir, por lo tanto genera mucho misterio y genera en los demás una gran ansiedad y una gran violencia por poseerla. Tiene que ver mucho con la melancolía, pero no con una melancolía triste, relacionada con la tristeza, sino más bien con una melancolía relacionada con la belleza y con lo artístico.

“Viejos tiempos” supone un nuevo comienzo o una reinvención en su trayectoria tras sus obras de los 60… ¿Cómo es el Harold Pinter que firma esta obra? ¿Cuál es su gran acierto?

Beatriz: Harold Pinter, después de escribir sus llamadas comedias de amenaza, da a finales de los años sesenta un giro en su escritura hacia un mundo más introspectivo. Escribe dos piezas cortas Paisaje (1968) y Silencio (1969), en las que investiga sobre el concepto de tiempo y memoria. Y es Viejos Tiempos (1971), el primer texto largo que pertenece a este periodo llamado precisamente así, teatro de la memoria.

Ernesto: Creo que con esta obra Pinter crea una especie de artilugio teatral donde los silencios las palabras, las pausas, el humor, los recuerdos y los movimientos de los personajes forman una partitura maravillosa.

Marta: Yo creo que él estará hablando también de él en esta función. De su relación de pareja, de la masculinidad, hay mucha presencia del concepto de género tal y como se entendía en el siglo pasado, hombre/mujer, pero es muy interesante también desde esa perspectiva. Me produce curiosidad que la vean mis hijos adolescentes, ver qué lectura hacen ellos.

Mélida: Para mí el gran acierto de Pinter es cómo ha construido esta función. Esta función a veces está construida como el propio recuerdo, el propio recuerdo que a veces empieza a funcionar de una manera muy fluida y conforme va a avanzando la función empieza a desajustarse, empieza a rozar, empieza a generar violencia, también humor. En esa batalla por poseer al otro a través del recuerdo y genera un estado inquietante que para mí es lo más interesante también. Esos silencios donde se dice lo que se quiere decir, cuando se quiere decir, como se quiere decir y en el momento que cada personaje quiere decirlo para manipular al otro. Me parece una obra magistral.

Beatriz, ¿cómo es la traducción y versión que ha hecho Pablo Remón? ¿Qué nos diría de su trabajo? 

Beatriz: Pablo Remón ha realizado un trabajo fantástico en su traducción y versión del texto. No es tarea fácil, ya que, rítmicamente, Pinter es muy preciso en inglés. Juega con la sonoridad de las palabras y las construcciones de las frases. El lenguaje se convierte en un espacio de lucha, en la incomunicación con el otro y con uno mismo. Y las pausas donde los silencios hablan en un idioma sutil y misterioso. Pablo ha logrado salvaguardar todas estas características tan únicas del autor, y al mismo tiempo resignificarlas y darles vida, haciendo que la palabra escrita se transforme con naturalidad en palabra hablada.

¿Y su dirección? 

Beatriz: He querido en mi propuesta escénica desdibujar los límites entre pasado y presente. En el sonido y la música, las luces, escenografía, vestuario… y, por supuesto, en el trabajo actoral. La función se sostiene en la tensión de los personajes, en el mundo de lo no dicho y es todo un reto actoral. Para ello, era esencial contar con buenos intérpretes capaces de adentrarse en este universo sutil, lleno de fuerza, nostalgia, conflicto y vulnerabilidad.

Es actriz –“Carmen, nada de nadie”, “El perro del teniente”, “El castigo sin venganza”, “Amar es para siempre”, “El Rey”, “A cambio de nada”…–, es directora –“Valor, agravio y mujer”, “El Caballero encantado” y “Estaciones de Isadora”–. ¿Cómo es eso de poner firmes a los iguales? 

Beatriz: Yo creo que esta situación me permite acompañar y comprender a las actrices y actores de una manera muy sensible. Les admiro muchísimo porque sé de primera mano lo que significa lanzarse despojados de certezas, a la aventura de la creación artística.  Son dos trabajos completamente distintos, y ambos me apasionan.

Y para ustedes, ¿cómo es trabajar a las órdenes de Beatriz Argüello? ¿Con qué directora se han encontrado?

Ernesto: Me está encantando todo el proceso de trabajo que estamos haciendo con Beatriz. Es la primera vez que trabajamos juntos y lo estoy disfrutando mucho.

Marta: Beatriz es actriz también, así que conoce perfectamente por dónde pasamos los actores en los procesos creativos. Lo tiene muy claro, pero respeta los tiempos y es muy amorosa y cuidadosa. Eso es un lujo, la verdad.

Mélida: Trabajar con Beatriz Argüello es un privilegio absoluto. Yo me he encontrado con una directora que desde el principio ha tenido un conocimiento exhaustivo de Harold Pinter, de todo su mundo, de todo su universo, de todo su lenguaje y ha sabido y ha tenido muy claro qué quiere contar y cómo quiere contarlo. Al ser una excelente actriz eso nos ha ayudado muchísimo para hacer este camino tan complejo porque sabe muy bien hacer las preguntas para encontrar el recorrido de cada uno de los personajes y eso genera, por lo menos a mí, una gran tranquilidad y una gran confianza en este viaje que realizamos juntas.

¿Y cómo está siendo todo el proceso de trabajo? Se me antoja complicado ahondar y transmitir todo lo que esconde una obra en la que lo verdadero y lo falso, memoria e invención, recuerdo y sueño se desdibujan…  

Beatriz: El proceso ha sido maravilloso. Ernesto Alterio, Marta Belenguer y Mélida Molina son grandes intérpretes con trayectorias más que reconocidas. Se han entregado con una generosidad inmensa a la propuesta, y para mí como directora, ha sido un verdadero privilegio contar con ellos. .

Ernesto: En ello estamos todavía. Cada dia es un descubrimiento.

Marta: Muy difícil, muy retador, son muchas capas y vamos añadiendo o mejor escarbando en los diferentes sustratos… Discutimos, llegamos a acuerdos… Creo en el trabajo en equipo, amo estar con compañeros en un escenario, mirarlos y aprender. Solo no se puede.

Mélida: Para mí está siendo muy revelador, sobre todo con el personaje de Kate, que se mantiene en un lugar de silencio, de escucha, que habla cuando tiene que hablar, en el momento preciso que tiene que hacerlo y está siendo revelador porque veo con muchísima más claridad y Pinter lo refleja en “viejos tiempos” cómo en la vida todo convive casi a la vez, hay muchas veces muy poca distancia entre la verdad y la mentira, entre la realidad y la ficción, en el mundo hay mucha más opacidad que las verdades categóricas, existen más los grises que el blanco y negro y a veces recurrimos al recuerdo para no vivir nuestra realidad y nuestra vida más presentes, huimos con el recuerdo para evadir los dolores del presente muchas veces.

¿Cómo les gustaría que se acercase el público a ver “Viejos tiempos” y qué recuerdo les gustaría provocar después? 

Beatriz: Estrenar a uno de los dramaturgos más importantes del siglo XX, como es Harold Pinter, es siempre un acontecimiento teatral y una gran responsabilidad. Creo que acercarnos y aprender de maestras y maestros como él, nos enriquece y nos hace mejores en todo aquello que emprendemos. Que el recuerdo del montaje viva en el interior de los espectadores. Al menos, por un tiempo… Ese es mi deseo.

Ernesto: Espero que la gente pase un buen rato y se acerque a ver esta obra como si fueran a ver un juguete viviente que se pone en marcha cuando ellos se sientan enfrente y apagan sus teléfonos móviles.

Marta: Creo que es una pieza bella, con mucha ironía, humor y acidez. Está llena de luces y sombras. Espero que el público disfrute de este viaje curioso y que al cabo de los años recuerde algunas imágenes como a través de un cristal mojado por la lluvia. Que recuerde algo bonito.

Mélida: Me gustaría que al ver la función de “Viejos tiempos” se sintiera más que se entendiera, que al público le resonaran cosas en su cuerpo, en su memoria, más que llegar a entenderlas o a encontrar respuestas en el texto que nos ofrece Pinter.

Teatro de La Abadía – Nº Marzo 2025

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