¿Por qué “La hermosa jarifa”, qué tiene de especial esta obra?
Porque nos ofrece un necesario diálogo entre culturas y una hermosa historia de amor donde la mujer –musulmana- tiene mucho que decir. Y esto lo escribió un señor –cristiano- en el siglo XVI. Es especial.
¿Cómo definiría la obra en un titular?
Honor y belleza en torno a Jarifa
¿De qué habla? ¿Qué temas trata? ¿A qué nos enfrenta?
La Hermosa Jarifa es un viaje a tres bandas. Por un lado, el del moro Abindarráez y el cristiano Narváez, que se ven obligados a entenderse en el momento más crucial de sus vidas y en un momento histórico muy complicado; y por otro, el de Abindarráez y Jarifa, que tienen que tomar la decisión más difícil de su vida y que los definirá como personas para siempre.
¿Cómo es el montaje que han ideado, dónde se ha querido poner el acento?
Tratamos de excitar la imaginación del espectador desde el primer momento, para hacerlo activo y que se implique por completo. Comenzamos con una narración antigua, regalada a los oídos, y de repente aparecemos en el Campo de Antequera, bajo la luna morisca, en medio de una emboscada con personajes que se lo juegan todo. No hay más remedio que entrar.
Háblenos un poquito de la puesta en escena…
Hemos querido excitar esa imaginación desde todos los prismas posibles, y al máximo: lucha escénica, cante, danza, música, títeres, sombras, y hemos querido ser ricos a la hora de contar, para ello hemos tenido la oportunidad de trabajar con grandes creadores que han conformado un equipo excepcional.
¿Cómo ha sido esa labor de coger un poquito de aquí y de allá, de Villegas, de Lope, de los cancioneros? ¿Cuáles han sido los retos a la hora de realizar esta versión?
Dramaturgia pura: nos enfrentamos a una novela corta –unas 25 páginas- que se resuelve en cartas entre el rey y el alcalde; y un montón de autores que escriben, cada uno a su manera, romance, teatro, epístola, narración. Para darle forma teatral hay que soñar muy bien la función y tener buen pulso para no abrasarse, ni morirse en las bibliotecas. El principal reto ha sido ese: el diálogo entre el autor de hoy y las voces antiguas.
¿Qué puede tener de interesante para el público del siglo XXI una obra escrita hace tanto tiempo?
La Hermosa Jarifa habla de personas con poder y, sin embargo, con grandes valores. Cosa que debería estar vigente a través de los tiempos, pero lo que nos llama mucho la atención es que cada uno de los personajes encuentra su virtud –lo que le define como persona- en su contrario, y esto se consigue sólo mediante el entendimiento. Si Occidente tratase de mirar de vez en cuando hacia otras latitudes, antes de juzgar, y viceversa, creo que nos sorprenderíamos y nos conoceríamos mejor. Al fin y al cabo, hemos convivido muchos años juntos y conservamos apellidos comunes.
¿Qué supone para este equipo y para este montaje que la Compañía Nacional de Teatro Clásico les abra las puertas de su casa, del Teatro Pavón?
Sobre todo consideración. Con ello no sólo entendemos que hemos hecho bien las cosas, sino que además, se nos valora. Estamos enormemente agradecidos.
¿Cómo sale el público de ver esta obra?
Gratamente sorprendido y sobreexcitado como la mirada de un niño. Nos sucede a nosotros, que llevamos casi un año.
No debemos perdérnosla porque…
Si nos la perdemos, no pasa nada; pero si no nos la perdemos, pasará de todo.