Carmen Arévalo

Con más de 2.200 funciones realizadas, 800.000 espectadores a sus espaldas y la esperadísima adaptación cinematográfica en pleno set de rodaje, el huracán “Toc Toc” bate su propio récord alcanzando el preciado número ocho: ocho años consecutivos sin cerrar el telón, ocho temporadas de humor desatado a partir del texto de Laurent Baffie y la pasión de su protagonista y director, Esteve Ferrer. Carmen Arévalo representa la gran novedad de esta nueva etapa, un soplo de aire fresco que llega con el perfil de actriz consagrada, entusiasta y, por qué no decirlo, feliz.
 

 

“Toc Toc” arranca su octava temporada, consagrándose como uno de los mayores éxitos teatrales de la última década. ¿Qué le ha atraído de este proyecto para embarcarse en él?

Cuando vi la obra me gustó muchísimo, ¡me reí un montón! Me encanta la comedia y, cuando me llamaron para trabajar, me puse a saltar de alegría. Admiro mucho al director, Esteve Ferrer, que todo lo que toca lo convierte en oro, y me encantan mis compañeros: hay muy buen rollo entre nosotros y eso se nota en el escenario también.


Háblenos de su personaje…

María es una mujer muy beata que tiene el Toc de la verificación constantemente, además de otros tocs. Acude a la terapia por encargo de su médico y, cuando llega, todo es muy desconcertante para ella. En el fondo es un personaje muy tierno… ¡yo disfruto mucho con ella!


Una de las situaciones más divertidas de su personaje en escena es aquella que se produce cuando…

Mi personaje entra en trance y se pone a cantar. Es una situación muy cómica. Yo lo llamo “mi momento musical” (risas).


Si no TOCs, todos tenemos manías… ¿cuál de ellas nos podría confesar Carmen Arévalo que tiene en su vida real?

Una de las mías es comprobar antes de irme a la cama si está bien cerrada la puerta de la casa y con la cadena puesta. ¡Ah! Y si está desenchufada la cafetera. Casi siempre está todo correcto, lo cual me hace decirme a mí misma: “ya te quedas tranquila, hala, ¡a dormir!” (risas).


Usted solo tenía 14 años cuando se subió por primera vez a un escenario. Desde entonces y hasta ahora, ¿cuál diría que es la principal lección que le ha dado la experiencia en esta profesión?

Esta profesión es apasionante, pero también es muy complicada. Es difícil mantenerse en ella e ir creciendo. Uno crece trabajando, pero no siempre es posible. Es una carrera de fondo y, si no te llaman, tienes que reinventarte y no estar siempre pendiente del teléfono. Hay que buscarse la vida en otras actividades artísticas. Y nunca hay que avergonzarse de insistir para pedir trabajo, forma parte de nuestro trabajo mismo.


Si hace un repaso por toda su trayectoria, ¿qué tres proyectos cree que han sido los más trascendentales profesionalmente hablando?

Es difícil resumir en tres, pero me quedaría con “La Celestina” dirigida por Robert Lepage, “Angelina o el honor de un brigadier” dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente y “Luces de bohemia” dirigida por José Tamayo.


¿Y qué momento de su carrera considera el más emotivo en lo personal y por qué?

Me quedaría con “El sueño de una noche de verano”, dirigida por Miguel Narros. En ese montaje maravilloso, aparte de disfrutar mucho de él, conocí al que sería mi pareja durante muchos años –Héctor Colomé–.


En su vida, nada le hace sentirse tan orgullosa como…

Mis hijos. Son mis tres joyas. Son guapos, talentosos, buenos hijos… ¡me siento muy orgullosa de los tres! Y de mis cuatro nietos, por supuesto, que son la alegría de la huerta.


¿Con qué se divierte Carmen Arévalo fuera de los escenarios?

Con muchas cosas. Tengo que agradecerle a la vida el sentido del humor que me ha dado y la capacidad de reírme de mí misma. Me apasiona el cine, el teatro, la música… y mis amigos, tomarme una caña después de las funciones. Ah, y el deporte, eso es fundamental para mí.

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