Carmen Machi

 Es una de esas grandísimas actrices que se abre en canal sobre las tablas. Capaz de hacer reír y llorar, de remover y conmover y desgarrarse por dentro metida en la piel de Helena de Troya en “Juicio a una zorra”, de Harriet en “La tortuga de Darwin”, de Barbara en “Agosto”, de la exage-rada Martha en “¿Quién teme a Virginia Woolf?”. Vive un momento dulce con éxitos en el teatro y el cine –”Ocho apellidos vascos” y “Kamikaze”– y muchos proyectos.   
¿Lo peor de esta historia es que Macbeth no es un mito, sino que podría ser el vecino del quinto o la tía del pueblo?

Es lo más inquietante porque ves el reflejo social. Ni siquiera tiene por qué ser el vecino de al lado, puedes ser tú mismo, que es casi más peligroso. El poder y la ambición desmedida y sin sentido te llevan a la locura y nadie se libra de ello.


¿Cuánto se pensó formar parte de este proyecto?

Andrés y yo habíamos trabajado en “Falstaff” y me dijo: “tengo que contarte una cosita que me ronda en la cabeza: hacer Macbeth con Javi y contigo”. Esto pasó hace tres años y le dije ‘sí, como sea y sí’. Y ahí se empezó a armar este proyecto en el que estamos involucrados también en la producción. Está siendo todo muy nuestro, lo estamos cuidando y mimando mucho para sacarlo adelante en esta época tan extraña.


¿Qué se le pasó por la cabeza cuando terminó de leer esta versión libre de Juan Cavestany?

¡Bravo Cavestany porque a mí jamás de los jamases se me ocurriría! Ni soy guionista, ni dramaturga, ni adaptadora ni nada por el estilo y admiro muchísimo a la gente que tira de pluma. En este caso me quedé verdaderamente fascinada con su capacidad de traer aquí hoy y ahora. Me asombra su capacidad de llevarlo tan hasta un lugar y estamos hablando de la obra de Shakespeare, no se está yendo nada de ella y eso me fascinó. Luego piensas que tienes que quitarte de la cabeza cualquier idea que tú tuvieras concebida para hacer un personaje tan importante, tan hito del teatro como es Lady Macbeth porque hay que atajarlo desde otro lugar aunque acabas yendo al mismo.


El nombre de Andrés Lima fue fundamental…

Andrés para mí es uno de los pilares de nuestro teatro. Me identifico mucho con su manera de trabajar, con su mirada y me gusta su capacidad de riesgo, su valentía… Por eso estoy haciendo esta Lady que me tiene loca perdida (risas).


¿Y cómo es la señora Mácbez?

Cuando te metes en ella te acaba enloqueciendo, te envenena. Yo me siento continuamente insatisfecha haciéndola, pero es que insatisfacción es la palabra que definiría a Lady Macbeth. Es una mujer muy lista, no sé si inteligente; fría como un témpano porque ha decidido ser fría. Ella invoca a los espíritus del crimen, del mal, para que la vacíen de sensibilidad y la dejen llegar hasta las últimas consecuencias con su ambición. Es la parte pragmática de este matrimonio que está perfectamente equilibrado.


Siempre se ha dicho que Lady Macbeth era la mala del cuento. ¿Cómo lo ve Carmen Machi?

A mí me hace mucha gracia, el que mata es él, pero bueno (risas). Es curioso, yo creo que Shakespeare puso a Lady Macbeth ahí como ejemplo porque las mujeres no tenían mucha voz y voto y pone en boca de ella una parte muy masculina. Por tanto no es que la mujer sea la mala, eso es una tontería, yo lo que considero es que ella tiene un compromiso con algo que quieren hacer y lo lleva hasta final. Él no, él se achanta por el camino diecisiete mil veces, es un cobarde, ella le achaca una falta de hombría. Ella es fría, es racional y él no, él se llena de dudas continuamente como muchos de los personajes de Shakespeare, de duda porque le da miedo lo que pueda pasar después de la muerte.


En “Juicio a una zorra” Helena de Troya tomaba un vino con una especie de droga egipcia que aliviaba el dolor. ¿A la señora Mácbez le hubiese servido?

Ella se droga. Todos los humanos cuando llevamos muchos días sin dormir empezamos a entrar en un estado de perturbación y si es con drogas todavía más, la cabeza se dispara porque necesitas relajar la mente y se te ocurren cosas extrañísimas, empiezas a ver fantasmas donde no los hay, tienes delirios y sin embargo Lady que es fuerte como un roble. Ella toma la misma droga, pero mientras a ellos les duerme, a ella le hace fuerte. Ella claro que tiene que tomar como Helena algo para poder soportar… Helena es el dolor, para poder mantener el dolor, ella para poder sostener su energía, su objetivo, para poder estar en pie.


Agota emocionalmente, en el mejor de los sentidos, ver a Carmen Machi en el escenario, porque parece que no pone límites al dolor. ¿Es real esa sensación que sentimos?

Llevo años trabajando en teatro y después de toda mi trayectoria nunca en mi vida me había pasado lo que me pasó con Helena de Troya. Es una excepción. Yo entraba en una corriente emocional extrañísima incapaz de controlar y soy una actriz a la que me gusta muchísimo controlar en el escenario. No trabajo absolutamente nada desde mí, trabajo desde fuera, desde el personaje, no me gusta nada involucrarme con él, el personaje está ahí y yo aquí y él sabe lo que me tiene que contar a mí y yo le pongo el cuerpo, pero no me gusta sentir lo que está sintiendo el personaje, me gusta irme luego a casa tranquila a descansar y no ir cargada con él, que pesan mucho los personajes (risas). Pero en el caso de Helena de Troya me pasó algo insólito que yo creo que le pasaba también a los espectadores en cierto modo. En cada función, y la he hecho como doscientas veces, no había día que yo no entrara en una catarsis emocional insoportable de pena, de tristeza a la vez de gozo y no sabes hasta qué punto, porque me tocaba en unos lugares increíbles y sigue emocionándome solo hablar de ella y eso es gracias a Miguel del Arco, por el texto que escribe, por la reivindicación de una mujer a la que me fascina por como es capaz de tratar el dolor con un sentido del humor para poder llevarlo y encima es eterna, pobrecita mía (risas).


Nos contaba Miguel del Arco que entre sus proyectos futuros hay uno conjunto del que supongo que aún no podrá contarse nada, pero ¿qué ha supuesto este encuentro entre ambos?

Miguel forma parte de mi vida a unos niveles enormes. Era una persona a la que yo conocía en la profesión desde hacía tiempo, pero es cierto que cuando nos conocimos con Juicio a una zorra, que fue un encargo pero realmente lo escribe pensando en mí… lo que pasó después, somos como un matrimonio (risas). Pasamos de ser compañeros de oficio a ser íntimos amigos y nos unió Helena. Estamos en muchos proyectos juntos, hay muchas cosas que no son solo de teatro, pero sí es verdad que hay un proyecto que tenemos que iremos a por él el año que viene cuando estemos los dos tranquilos y que me emociona especialmente porque siempre que escriben para ti te crea una responsabilidad terrible porque se supone que saben cómo vas a decir las cosas y dices ‘madre mía, los voy a decepcionar’, pero Miguel, sin despreciar ningún otro director, es cierto que entró en mi vida en un momento inesperado, no fui a que me pasara lo que me pasó con él a nivel sobre todo personal y no nos hemos podido separar ni un segundo más, es importante a nivel profesional pero sobre todo a nivel personal.

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