¿Cómo se siente siendo el vicepresidente del Gobierno?
Un tanto desubicado en cuanto a mi forma de entender la sociedad, pero tiene cierto morbo acceder a un poder tan enorme.
Los protagonistas de la obra son los políticos y toda esa otra gente anónima que mueve el mundo…
Ellos son los que tratan con los políticos, quedan a esquiar a Baqueira o a hablar de una cuenta corriente en Suiza. Esto ocurre todos los días. Estos personajes son tipos a los que no reconoces por la calle pero que están ahí manejando nuestras cuentas y los políticos les dejan. ¿Podemos hacer algo? Los ciudadanos tenemos nuestro voto, el problema es que a veces pareciera que es poca cosa. Hay otra opción: la revolución, salir a la calle a pegar tiros, pero a mí ya me pilla mayor y los chicos jóvenes están optando por irse de este país.
¿Cómo vamos a salir del teatro?
Entretenidos, mucho, porque es un montaje trepidante, que no da descanso al espectador, con un lenguaje muy actual, en el que, además del teatro, están las nuevas tecnologías y en el que se produce una persecución callejera en tiempo real…
Y usted, ¿cómo vive esta situación?
Con una gran pena. Es mi oficio de toda la vida, al que amo, en el que sigo creyendo y garantizo que sirve para la sociedad. Los actores somos unos románticos y vamos a hacer teatro en cualquier rincón.