Clara Sanchis

 “Su lectura me quitó el sueño. Me conmovió y me sacudió. Virginia Woolf era un tigre colorido merodeando alrededor de su presa hasta morderla en el cuello. La presa era yo. No pegué ojo en toda la noche. ¿Por qué me duele y me ilumina este discurso, si son cosas dichas hace casi un siglo?”. Sola en escena, sin más compañía que unos libros, un piano y palabras afiladas, irónica a ratos, inteligente siempre, divertida, ácida, luminosa, Clara Sanchis –“Festen”, “El alcade de Zalamea”, “Isabel” y un largo etcétera– vuelve a Virginia Woolf. La revive, la redice y la respira en este espectáculo tan necesario como aplaudido cuya dirección y adaptación firma María Ruiz.
Ha dicho: “¿Por qué me duele y me ilumina este discurso, si son cosas dichas hace casi un siglo?”. Después de ponerlo en escena en El Pavón Teatro Kamikaze y en este Teatro Español la pasada temporada y a punto de revivirlo de nuevo, ¿ya ha encontrado respuestas?

En cada función, compruebo que el torbellino de ideas y emociones que me provocó a mí la lectura del libro, resuena en el público con la misma potencia. Creo que Woolf, con su humor único, alumbra un pasado que descifra el presente. Nos ayuda a entendernos; a descubrir el origen de algunas cosas que nos pasan hoy, tan íntimas como evidentes. A las mujeres y a los hombres.


Sabemos que habla sobre mujeres y literatura, sobre los derechos de la mujer, sobre los prejuicios a los que debe enfrentarse como novelista, sobre las condiciones en las que han vivido las mujeres a lo largo de los siglos… Denos su versión de esta ‘habitación propia’. ¿En cuántas llaga mete el dedo Virginia Woolf en este ensayo?

Quizás la más importante sea hablar abiertamente de la pobreza femenina y sus consecuencias. La falta de independencia y de medios económicos, impide el desarrollo intelectual. Lo vemos en todas las caras de la desigualdad, que son muchas. El feminismo no es un tema emocional; es un asunto objetivo. Las cifras hablan.


Ahora sus palabras están pasadas por la mano de María Ruiz, pero ¿cómo era la Virginia que firmaba estas conferencias y, por ende, este ensayo?

Lúcida, divertidísima, salvaje, imaginativa y a la vez realista. María Ruiz ha hecho un trabajo de orfebrería con sus palabras. No sé cómo, parece habitar dentro de Virginia. Y quizás dentro de mí cuando salgo a escena.


¿Hay respuesta a la pregunta de por qué de repente en situaciones tan complicadas surgen mentes tan lúcidas? ¿Qué le hace a Virginia Woolf y a otras ser una mujer tan diferente a otras o al prototipo que igual se hubiera esperado de ella?

No podemos saber cómo fueron esas mentes femeninas geniales que se silenciaron a lo largo de la historia. Pero es inútil lamentarse. El caso de Woolf fue diferente, sin duda por su propia fuerza, a pesar de su enfermedad. Pero quizás también porque vivió en un ambiente muy culto y abierto; y porque tuvo un compañero, un aliado, Leonard, que supo ver su genio, impulsarlo y cuidarlo. Los hombres aliados han sido y son fundamentales.


“Hay que ser un hombre femenino o una mujer masculina. Tener una mente andrógina que transmita emociones sin impedimento. Creativa, incandescente, indivisa… como la de Shakespeare”. Recurrente, pero ¿y si Shakespeare hubiese sido mujer?

La respuesta está en la función. Woolf inventa una hermana de Shakespeare, prodigiosamente dotada. Y nos cuenta cómo podría haber sido su vida…


“Les dije suavemente que bebieran vino y tuvieran una habitación propia”. ¿Eso ya lo hemos superado? ¿O no tanto? ¿Cree que ella se seguiría escandalizando hoy de algunas cosas cien años después?

No tengo ni idea de lo que pensaría Virginia; las mentes superiores siempre nos sorprenden. Por mi parte, creo que un puñado de mujeres –muy pequeño, si se observa el mundo- estamos viviendo un momento único, fulgurante. Queda mucho por hacer, pero ahora tenemos herramientas. Se las debemos a nuestras abuelas. Sigamos trabajando.


Como actriz, como músico, como creadora, ¿cuáles son las reivindicaciones de hoy en boca de Clara Sanchis?

Políticas culturales pensadas desde un conocimiento profundo del medio. Este gobierno ha desmembrado el oficio. Tenemos un índice de paro insoportable. El teatro y el cine sobreviven porque son vocacionales, y toleramos trabajar con sueldos indignos, o hasta gratis. Es insostenible. Respecto a nosotras, políticas paritarias como las que aplica ahora el Teatro Español. Una inercia de siglos no cambia sola. No hay más remedio que empujarla.  


¿Qué le debemos las mujeres a figuras como la de Virginia Woolf?

Son un modelo, un impulso, una fuente de inspiración.


¿En qué se siente reflejada la Clara Sanchis de finales de 2017 a la Virgina Woolf de 1928?

Diría que comparto su empeño por intentar llegar a cualquier cosa, por difícil que sea, a través del sentido del humor.


Si se encontrase hoy con Virginia Woolf, ¿qué le diría?

Le daría las gracias mil veces. También le diría que se mantuviera alejada de los ríos, por favor, si es posible…


Para finalizar, para abrir boca, quédese con una frase del texto…

Quizás: “Hay que pensar en las cosas tal como son”.  Parece algo sencillo, pero sólo a primera vista…

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