Daniel Veronese

 Reclamado por los mejores teatros y productores del mundo, Daniel Veronese es uno de los directores argentinos con mayor presencia y prestigio internacional. Dramaturgo, director, actor, pedagogo, productor y titiritero, sus textos han sido traducidos a un sinfín de idiomas, es amigo de versionar a Chéjov o Ibsen y entre sus obras destacan pequeñas joyas como “Mujeres Soñaron Caballos”, “Los Corderos” o sus últimas direcciones en nuestro país “Teatro para Pájaros”, “Los hijos se han dormido” o “¿Quién teme a Virginia Woolf?”.
¿Qué destacaría de este montaje?    

El ritmo, la verosimilitud de los actores, la teatralidad mantenida por el grupo con solo una mesa y algunas sillas. 


¿Qué grandes temas se esconden tras las historias de estos amigos?

No confío en los grandes temas que se tocan en las obras. Es más, desconfío. Lo esencial está en ver de una manera distinta –o algo desprevenida– un suceso simple que ya creíamos conocer.  


¿Qué mueve a esos personajes?   

Lo que nos mueve a todos: ser felices, elegir con el corazón, el alma abierta, pero a la vez también observar con sabiduría.  

 


   
Las versiones que usted ha firmado de Ibsen o Chéjov son diferentes. ¿Esta vez ha respetado al autor?    

 

Es bastante fiel al original. Solo he versionado lo necesario para que la obra fluya, para que el trabajo resulte productivo según mi manera de ver el teatro: emociones, intenciones, razonamientos radicalizados en la vía que creo que se necesita para lograr autenticidad y potencia en el escenario.    

 


¿De dónde le viene la vena artística a Daniel Veronese?     

En cuanto a lo teatral nunca lo supe, simplemente sucedió. Y quizás se acabe algún día y quizás cambie el canal de expresión por otro que también me sirva.    

 


 

Trabajó en la carpintería familiar y estudió Química. Se me antoja que no es muy teatral todo esto…   

La química pasó por mi vida sin pena ni gloria, no sé nada de química. La carpintería me dio un oficio, que también dejé de lado, pero me conectó con cierta creatividad. Sin ir más lejos dejé de fabricar muebles para hacer objetos extraños e inservibles en madera que nadie compraba pero fueron mi plataforma para comenzar a fabricar marionetas y así acercarme al terreno teatral.     


¿Qué teatro le gusta hacer?    

 

Un teatro que me sorprenda a mí, es una buena garantía de que pueda sorprender a alguien más.

 


Ha sido galardonado con el Max Iberoamericano. ¿Qué valor le da?

Bueno, no es poco ese galardón. En mi meta no está ganar premios ni lograr las mejores críticas, sino sentirme bien con lo que hago, poder defenderlo desde mi lugar de creador. Si esa mirada personal se encuentra con las otras, es maravilloso.


¿Algún proyecto entre manos?

Ensayar “El Comité de Dios”, de Mark St. Germain y “El Crédito”, de Jordi Galcerán.

 

 

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