¿Recuerda la primera vez que vio representada una obra suya? ¿Cuál fue, qué sintió, cómo se vive un momento así?
Sí, hace ya casi veinticinco años, fue una pieza breve en la RESAD. Y recuerdo la sensación porque sigue siendo la misma hoy en día: como el que mira con vértigo desde lo alto de un acantilado pero siente necesidad del mar.
Pasión por el teatro y necesidad de escribir. ¿Qué fue antes y de dónde nacen cada una?
La escritura. Pero una escritura que buscaba cuerpo y presente.
El lector no suele decantarse por textos teatrales entre sus lecturas. ¿Por qué no leemos más teatro? ¿Qué está leyendo usted?
Hay una pequeña conjura de la literatura dramática con los lectores en los últimos años, un destello en la penumbra de los hábitos de lectura en nuestro país. Ahora estoy leyendo Edad, un poemario de Rodrigo García Marina y Detectives de objetos de Shaday Larios.
¿Qué le atrapa a la hora de escribir a Alberto Conejero y cómo es ese proceso?
Todas las palabras para describir ese proceso son inútiles y quizá ridículas porque son mecánicas parecidas a las del enamoramiento.
¿Quiénes son los referentes y cuáles son las claves del teatro de Alberto Conejero?
Creo que esta pregunta podrían contestarla mejor los espectadores, los críticos o la academia… siento que mi teatro está naciendo siempre y por eso siempre lo desconozco.
¿Qué obra de teatro de todos los tiempos le hubiera gustado escribir y por qué?
La gaviota, El público, Las bacantes, Hamlet, Luces de bohemia… ¡tantas!
Si tuviese que recomendar un dramaturgo o dramaturga actual, sabe que nunca se equivocaría si diese el nombre de…
No creo en la infalibilidad. El error, el desencuentro con el público, la crisis, la intemperie, forma parte de toda travesía artística honesta.
El teatro, ¿solo cuenta cosas que nos pasan o tiene el poder de transformarlas?
Ojalá el teatro no contara nunca sólo lo que nos pasa sino lo que no nos está pasando pero sí sucediendo