Entrevista a Alberto Conejero por 41º Festival de Otoño

 La apuesta por la creación híbrida, las artes del movimiento y una fructífera convivencia entre música y teatro son algunos de los rasgos distintivos de esta gran cita anual que, esta edición, recibe a 38 compañías y artistas –15 internacionales procedentes de 12 países y el resto desde 6 autonomías españolas– con 34 estrenos en diversos espacios de la Comunidad de Madrid. Charlamos con el director artístico de este gigante escénico para descubrir sus propuestas más atractivas. Por ANA VILLA
Usted afronta la dirección de este coloso escénico por cuarto año consecutivo. ¿Qué objetivos se ha planteado en esta ocasión?

En las últimas ediciones hemos trabajado con entusiasmo para que el público volviera a desear la llegada del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Lo hicimos aún en circunstancias excepcionales como fue la pandemia en las dos primeras ediciones, seguida de la inflación, etc. Creo con humildad que lo hemos conseguido. Así lo indican las cifras de ocupación y algo que no puede cuantificarse pero sí percibirse: el interés y la ilusión por la llegada del festival. Necesitamos más tiempo para consolidar el proyecto artístico. Ahora es cuando, por fin, podemos desplegar su potencia y tenemos la oportunidad de seguir creciendo en dos direcciones básicas: la internacionalización del festival y el impulso de producciones propias.


La nueva edición del Festival de Otoño recibirá a 38 artistas y compañías. ¿Qué criterios ha seguido para su selección?

La programación de un festival debe aspirar a ser un espacio de resonancia multidireccional de todos sus espectácu-los y no un mero contenedor de obras dispersas; la ocasión para descubrir genealogías imprevistas, vasos comunicantes, la transmisión o quiebres de poéticas. Por eso en el Festival de Otoño están programados en las mismas fechas y/o espacios Sasha Waltz y Ioanna Paraskevopoulou, Sinisterra y Nao & Marcel, Mal Pelo y Dimitris Papaioannou y Luz Arcas, Séverine Chavrier y Samuel Achache, El Patio y El Solar, por enumerar sólo algunos ejemplos. Para que el espectador sea siempre el eje central de la programación, la mirada que descubra esas resonancias temáticas, generacionales, geográficas o de género de las propuestas. Para que pueda ver, en un tiempo excepcional, la historicidad de las artes vivas, su camino, su presente y su porvenir. No hay festival si el espectador no lo percibe y vive como tal. Desde luego estoy atento a criterios de paridad, de diversidad, de representatividad de los diferentes lenguajes escénicos, etc.


¿Qué disciplinas artísticas no van a faltar en el 41º Festival de Otoño?

Este es un festival de creación híbrida, de espectáculos que escapan con alegría de las taxonomías habituales, de la costumbre que nos lleva a decir esto es ‘teatro’ o es ‘danza’ o es ‘una instalación’. En el Festival de Otoño se suceden sin solución de continuidad e hibridados todos esos lenguajes: el teatro de texto, la danza, el teatro de objetos, el teatro instalativo…


¿Qué destacaría en la parte de artistas internacionales, con qué grandes nombres vamos a contar y qué espectáculos van a ofrecer?

En esta edición hay trabajos de creadores y creadoras de Bélgica, Países Bajos, Alemania, Dinamarca, Grecia, Francia, América o Canadá. Tratamos de convertir Madrid en un crisol de las artes escénicas de todos los puntos del planeta. Debemos seguir con esa línea y en las próximos ediciones abriremos el festival a trabajos de África y de Asia. La nómina de esta edición es espléndida y me cuesta mucho trabajo no nombrar todas las propuestas. Sasha Waltz, Dimitris Papaioannou, Milo Rau, Ivo van Hovel, Miet Warlop y Daniel Veronese encabezan la programación internacional del 41º Festival de Otoño, pero hay joyas algo más escondidas como la presentación en la Abadía de la francesa Séverine Chavrier o en Móstoles de la canadiense Catherine Gaudet. Para el público infantil llega la versión del clásico “Alicia en el país de las maravillas” de la compañía danesa Asterions Hu en el Espacio Abierto Quinta de los Molinos. Y, por supuesto, la presencia iberoamericana con Gabriel Calderón, Daniel Veronese, Guillermo Calderón…


¿Y de la parte de nuestros artistas nacionales?

En esta edición he podido ahondar más en el acompañamiento e impulso de propuestas nacionales. Es una línea que ensanchar porque el Festival de Otoño ha de convertirse en el lugar en el que programadores de todo el mundo vengan a descubrir este tipo de propuestas. Necesitamos el apoyo de la administración para que el festival no sea sólo un espacio de exhibición, también de impulso, de acompañamiento y de producción. Voy a defender esto siempre. El festival necesita una unidad de producción, necesita impulsar sus propios proyectos, y reclamo los cambios administrativos que permitan a la dirección artística contar con un equipo estable y suficiente. Acepté el reto para devolverle al Festival su condición desafiante, su misterio, su ambición poética. Y creo que la administración me llamó para esa tarea, para hacer al Festival de Otoño una casa más amplia. Y claro, no ha sido nada fácil. Los dos primeros años fueron tan exigentes, tan fieros… creo que llegará el momento de contarlo pronto, pero agradezco haber estado allí por el aprendizaje y porque hace falta imaginación cuando las cosas vienen difíciles.


¿A qué se refiere, más ampliamente?

A que el Festival de Otoño no puede ser sólo un lugar dócil de exhibición. Era una inercia del último periodo del festival que estoy tratando de revertir desde mi llegada, pero son muchos los obstáculos. No decaigo, prefiero la derrota a la rendición en este desempeño, porque son recursos públicos y porque el festival da oxígeno a compañías y lenguajes que sobreviven en los márgenes casi siempre. Y porque el festival necesita cuidar y defender con alegría su identidad. Y he podido cometer errores y no alcanzar algunos objetivos por falta de apoyo, de recursos, porque fueron años de mucha fragilidad por las circunstancias que ya te he comentado, pero nadie podrá decir que no lo intenté. Este año tenemos propuestas como “Archivo de la delicadeza” de El Solar en el Museo de Artes Decorativas o “Seré folclore” de Mucha Muchacha en los pueblos de la Sierra Norte; también “Amadora” de María Velasco y Tulsa o el estreno absoluto de la trilogía de Luz Arcas / La Phármaco, pero también “Sodoma” de Lobato & Rojas, gente que lleva años currándoselo en el ‘off’, en Surge, trabajando con pocos apoyos y mucho talento y que tienen todo el derecho a formar parte del Festival de Otoño. También quiero destacar la presencia de El Patio Teatro en Espacio Abierto Quinta de los Molinos, Macarena Recuerda Shepherd en Réplika o la de Jesús Rubio Gamo en la Sala Mirador.


¿Qué importancia van a tener las artes en movimiento en esta edición y qué ejemplos nos puede brindar en este caso?

El teatro físico y la danza son uno de los pilares de mi dirección artística. Fíjate en la programación, por ejemplo, de los Teatros del Canal: Dimitris Papaioannou, Sasha Waltz, Luz Arcas, Mal Pelo, Ioanna Paraskevopoulou… pero la nómina es mucho más amplia: Miet Warlop, Catherine Gaudet, Jesús Rubio Gamo… Creo que el público ya reconoce qué tipo de artes en movimiento va a encontrar en el Festival de Otoño.


¿Cuántos espacios escénicos acogerán la programación y cuáles tendrán especial relevancia?

Los Teatros del Canal son el epicentro del Festival de Otoño. Hay salas cómplices del Festival como la Abadía o Cuarta Pared y otras como Conde Duque o Réplika con las que mantenemos afinida-des de programación y que se han convertido en los útimos años en sedes destacadas. Creo que uno de los logros de las últimas ediciones ha sido involucrar a espacios de administración regional, municipal y estatal. Este año participan también el Museo Nacional de Artes Decorativas, el Círculo de Bellas Artes, la Compañía Nacional de Teatro Clásico, el Centro Dramático Nacional, Teatro del Barrio, Pradillo, Sala Mirador y toda la programación en municipios. Ha sido un desafío porque el presupuesto no se ha incrementado en nada estos años y ha habido que buscar apoyos, mucho diálogo y trabajo para hacer mucho más con lo mismo.


En suma de todo, ¿por qué recomienda el 41º Festival de Otoño a los amantes de las artes escénicas?

Confío en todas las compañías que participan en esta edición. Me parecen sugestivas, desafiantes, excepcionales. Aquí hablo como un espectador más y no como el director artístico. Creo que al terminar la edición atesoraremos reflexiones valiosas sobre nuestro tiempo, momentos de asombro, de fulgor, de duda, también de discrepancia, por supuesto. Confío, sí, en que como comunidad nos habremos sentado en muchos patios de butacas para seguir confiando en esto de estar juntos.

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