¿Qué propone “Mefisto for ever”?
Yo creo que un estudio sobre la condición humana, pues nos propone un creador, un director enamorado del teatro que se ve en el brete de tener que elegir si asume un cargo importantísimo a nivel cultural en el régimen autoritario que acaba de llegar al poder. Veremos qué concesiones va a tener que ir haciendo si, definitivamente, toma la decisión de tener ese cargo y cuáles son las consecuencias de sus actos. La obra nos pone en ese ‘¿qué haría yo en su lugar?’, porque es muy fácil juzgar desde fuera, pero ¿y si a través de esa decisión tiene la oportunidad de salvar a otros o de hacer que la cultura y el arte no se mueran?
¿Qué retrato haría del protagonista de la pieza y del resto de personajes?
El autor Tom Lanoye hace una adaptación del “Mefisto” de Klaus Mann y al personaje protagonista lo bautiza como Kurt Köpler. Él es un actor ambicioso con tendencias izquierdistas en sus inicios que va viendo cómo su ambición y las ganas de representar a los grandes clásicos del teatro y de ostentar un cargo de director en un teatro nacional, a pesar de no comulgar con las ideas del tirano, le irá transformando. Este personaje en manos de Tom es mucho más humanista que el original de Klaus y está rodeado de una compañía de teatro. Veremos los ensayos que hacen en una época social muy complicada, casi de preguerra, rodeado de grandes actrices, aprendices, el apuntador, el administrador del teatro que es su amigo del alma, etc. Veremos cómo estas relaciones van sufriendo las consecuencias de los actos de nuestro protagonista al acceder a este cargo y cómo tienen la habilidad de nadar en aguas revueltas y sobrevivir.
Tal y como piensa el protagonista, ¿usted vería posible enfrentarse a un régimen de extrema derecha con un teatro comprometido?
¡Yo sueño que sí y no estamos tan lejos…! La obra está basada en Alemania, cuando Hitler asciende a la cancillería, y vemos lo que fue ocurriendo en el país y luego en todo el mundo, pero en estos momentos yo creo que los derechos no solo se conquistan sino que hay que mantenerlos y estamos en un momento en el que tenemos muchos ejemplos de que la extrema derecha –sobre todo– está accediendo a cargos políticos y decisiones que son importantes en cuanto a la defensa de la libertad de expresión y la cultura. Creo que es muy actual.
Para usted, uno de los grandes momentos de la función se produce…
Hay uno clave, que es cuando la extrema derecha da el salto a nivel mundial, porque las consecuencias para todas las personas que ostentan cargos importantes ya parece que se proyectan de otra manera. Lo que en principio parecía una opción política, cuando ya se convierte en tiranía, en una dictadura, las consecuencias de los actos de nuestro protagonista van siendo mayores. Acompañar ese viaje, ese devenir de Kurt, es lo más importante de la función. ¡Además, con un ritmo desenfrenado!
¿Qué otros aspectos de la puesta en escena son relevantes y por qué?
Todos ellos son importantísimos, tanto el maquillaje y caracterización expresionista, como la escenografía y el vestuario desgastado para evocar personajes que parece que salen del baúl de los recuerdos. Hay una neblina que lo cubre todo, tanto con los militares como con los actores, todos salen de esa memoria que parece que nos lleva a algo que sucedió y que podría pasar en cualquier otro momento. Jugamos mucho con la luz, el espacio sonoro, la música súper potente y todo el trabajo audiovisual que nos sitúa con diferentes frases que acompañan a cada una de las escenas, en las elipsis en el tiempo, en ese universo más onírico, casi de pesadilla, intentando que el espectador imagine qué haría en una situación como esta. Porque ponemos al espectador en acción, a tener que tomar decisiones, a asistir a una serie de acontecimientos que no por pasados hay que olvidar.