Cuéntenos alguno de sus primeros recuerdos con este oficio…
Uno de mis primeros recuerdos, y probablemente el más importante, es cuando Ramón Paso y yo (más tarde se unió Inés Kerzan) tomamos la decisión de formar la compañía PasoAzorín Teatro, tras el estreno de nuestro primer montaje: “Todo el mundo lo hace”. Decidimos apostar por un teatro alternativo, transgresor, donde pudiésemos decir lo que queríamos decir y de la manera que queríamos decirlo. Desde entonces, han pasado siete años y casi veinte montajes. ¡No nos ha ido mal!
Ahora mismo tiene dos obras en cartel. Cuéntenos algo de “La importancia de llamarse Ernesto” y de su personaje en esta obra.
Es, desde mi punto de vista, la mejor comedia de Oscar Wilde. Es un texto inteligente, lleno de ironía, juegos de palabras… Y esta versión es muy fresca, muy actual. Mi personaje, Cecily Cardew, es un bombón. No podría decir otra cosa. Es muy divertido interpretarlo, meterse en su piel, reírse con ella. Y luego está la conexión que se crea con el público, eso es lo maravilloso de las comedias.
Hace doblete en “Las leyes de la relatividad aplicadas a las relaciones sexuales”. ¿Cómo definiría esta obra y su personaje en ella?
Es una montaña rusa emocional. Habla del amor, la muerte, la soledad, las malas elecciones, la falta de comunicación que existe en la sociedad actual y la necesidad imperiosa que tenemos de esa comunicación Todo ello salpicado de momentos hilarantes. El texto de Ramón es brillante, de ahí su nominación al Premio Valle Inclán de Teatro de 2019. En cuanto a mi personaje, Lucía, es una loca absolutamente maravillosa que se dedica a mentir a todo el mundo para, en realidad, ayudarles. Tiene algunos de los momentos más cómicos de la obra y es fantástico.
Además de actriz, es socia fundadora de PasoAzorín Teatro y, por tanto, productora. ¿Esta faceta es un paso natural a la faceta de actriz y surgió fruto de la necesidad?
No creo que sea un paso natural, porque no a todos los actores les interesa meterse en ese “berenjenal” (y no sabes cómo les entiendo). En mi caso vino por una cuestión de autogestionar nuestro trabajo. Es muy difícil que te den oportunidades, buenas oportunidades, en esta profesión, así que optamos por creárnoslas nosotros. Implica mucho trabajo, mucho esfuerzo, mucha voluntad y muchísimas horas sin dormir, pero merece la pena.
¿A qué grandes retos se enfrentan los productores en este momento? ¿Hay que estar un poco loco para lanzarse a producir?
Sí, hay que estar un poco loco. Sobre todo nosotros, que no contamos con ayudas de ningún tipo, ni con eso que se conoce como “mediáticos”, que es lo que ahora piden casi todos los teatros. Con lo que sí contamos es con gente, grandes profesionales, que cree en nuestro talento y nuestro trabajo, y apuesta por nosotros. Gracias a eso, en siete años hemos pasado del circuito más alternativo de Madrid, a ser la función principal del Teatro Lara o estrenar en la Sala Guirau del Teatro Fernán Gómez (sin dejar de lado el alternativo, que es donde, en mi opinión, se aprende a hacer teatro de verdad).
¿Quiénes son sus referentes en este oficio?
En general, los actores de teatro de los que he aprendido viendo su trabajo (y casi analizándolo): Amparo Baró, Pou, Flotats, José Sazatornil “Saza”… Y más en particular, Paloma Paso Jardiel, que me parece la mejor cómica que hay ahora mismo en este país.
Una reivindicación, una opinión, un comentario…
Que los políticos dejen de pensar que el teatro no importa, que comprendan el valor de lo que hacemos, de lo que significa esta profesión (porque sí, es una profesión que implica tiempo, esfuerzo y, a veces, mucho miedo. No es algo que hagamos “para pasar el rato”). El teatro lleva vivo desde que los primeros hombres primitivos empezaron a bailar alrededor del fuego. Así hasta hoy, por algo será. La cultura nunca debería ser una enemiga. ¡Ah, y otra más!: Que los actores dejemos de ser nuestros peores enemigos, que empecemos a ser compañeros de verdad y no sólo a decirlo.