Entrevista a Ana Zamora por El Castillo de Lindabridis

 Más de dos décadas de duro trabajo, investigaciones exhaustivas, aplausos, reconocimientos internacionales y distinciones a la altura del reciente Premio Nacional de Teatro 2023 –concedido a su excelentísima directora Ana Zamora “por su recuperación del patrimonio teatral español”– son las credenciales de Nao d’amores, la compañía teatral que, montaje tras montaje, nos ha embelesado con su particular manera de sacar brillo a títulos inolvidables como “Numancia” o “Nise, la tragedia de Inés de Castro”. Charlamos con esta maestra de las tablas para conocer los detalles de “El Castillo de Lindabridis” de Calderón de la Barca, su nuevo y esperadísimo estreno en coproducción con la CNTC. Por ANA VILLA Foto SERGIO PARRA
Antes de adentrarnos en su versión del clásico, ¿cuál es el origen de esta función y en qué se inspiró Calderón para su escritura?

La función es una obra que escribió Calderón para una representación cortesana, calculan que hacia 1661. La hizo para los reyes, con lo cual, era puro teatro barroco de carácter festivo cortesano, pero él se inspiró en un texto anterior, en una novela de caballerías de 1555, por lo que, de alguna manera, estamos viendo la visión que el barroco tiene del renacimiento y, al mismo tiempo, una novela de caballerías que refleja el medievo. Tenemos ahí un salto en el tiempo.


Dicho lo cual, ¿cómo define esta puesta en escena?

Nosotros, en pleno siglo XXI, estamos haciendo una puesta en escena de un texto barroco que se inspira en una novela renacentista que refleja un mundo medieval.


¿Cómo presenta “El Castillo de Lindabridis” y qué sucede en la obra?

Nuestra versión es absolutamente respetuosa y rigurosa con el original porque es la manera en la que siempre trabajamos. A mí no me gusta dar sinopsis de las funciones, pero esta, de alguna manera, sería una historia que cuenta cómo la princesa Lindabridis, que es princesa de Tartaria, para heredar el reino tras la muerte de su padre tiene que enfrentarse a su hermano, para lo cual busca a un compañero que le ayude a obtener el reino que ella cree que le corresponde…


¿De qué manera pone en marcha ese plan?

Recorriendo el mundo en un castillo volador.


¿Por qué motivos se decantó por esta pieza para llevar a cabo una nueva puesta en escena?

Porque yo creo que los equipos estables como es el mío en Nao d’amores –que coproduce con la Compañía Nacional de Teatro Clásico– tiene que no dejarse llevar por la inercia en la elección de los textos e ir eligiendo piezas que aporten cosas a lo que es nuestra trayectoria, al repertorio actual del teatro clásico español, al sentido que tiene que tener una gran institución coproductora como es la CNTC. Así, en este momento en el que nosotros hemos montado casi todo lo que tiene que ver con el prebarroco, la compañía está en un punto de inflexión por el que debe dar un salto y trabajar sobre cómo el barroco ve la época en la que nos hemos especializado. Esto me parecía un reto maravilloso y correspon-de con una idea doble: la recuperación del repertorio menos habitual y no olvidar que todos los autores de primerísima división tienen un montón de textos que ni les suenan a la gente y que son superimportantes para entender lo que es nuestra literatura dramática. Y por todo lo que pueden aportar a nuestra sociedad actual.


¿Quiénes y cómo son los personajes relevantes de la función, cuáles son sus conflictos?

Es una obra muy coral. Por un lado, hay un gran triángulo amoroso formado por la princesa Lindabridis, un pretendiente que es el caballero del Febo –que es ese gran caballero del sol– y otro caballero contrincante que es Claridiano –príncipe de Sicilia– pero que, en el fondo, como se desvelará después, no es el príncipe Claridiano sino la princesa Claridiana que va vestida de hombre para conseguir recuperar al caballero del Febo, que era su enamorado antes de que él quisiese ser pretendiente de Lindabridis y, por tanto, optar al reino de Tartaria.


Según sus palabras, esta versión de Nao d’amores con la CNTC añade un nivel temporal más al clásico de Calderón, ¿a qué se refiere?

A que cualquier puesta en escena contemporánea de un texto clásico añade un nivel más porque lo medimos desde nuestra perspectiva de hoy. Muchas veces nos empeñamos en que los clásicos digan algo que no dicen pero que queremos decir nosotros y a mí eso siempre me ha parecido terrible… Creo que es al revés, que hay que remangarse y ver qué nos interesa de aquello que se decía en el siglo XVII y que pueda servirnos de reflexión para vernos, comentarnos y entendernos.


Para usted, uno de los momentos más potentes de esta puesta en escena se produce cuando…
Hay un personaje que me encanta que es un fauno que aparece por allí y, aparte, momentos muy bonitos con toda la transformación escenográfica que, de manera muy muy muy artesanal –como me gusta trabajar a mí–, resultan un gran juego. O la propia concepción de cómo hacer un castillo volador. La obra va a ser muy visual y que tiene un montón de momentos con los que quedarse.

¿Qué hay del elenco elegido para “El castillo de Lindabridis”?

Es gente muy joven pero con experiencia, ocho intérpretes entre actores y músicos que están en escena. Todos haciendo de todo –actores que cantan, músicos que actúan, elenco entero que baila…–. Es una visión muy multidisciplinar de la teatralidad y tenemos un elenco maravilloso que lo sustenta, que lo entiende y que está creando un código de juego maravilloso y divino.


¿Qué detalles nos puede adelantar de los otros aspectos escénicos de la obra?

Como siempre en nuestro trabajo, la música es muy importante, además con un nuevo salto de era porque, por un lado, Alicia Lázaro –que fue la directora musical en estos primeros 20 años de Nao d’amores– ha muerto y este es el primer espectáculo que hacemos sin ella. Eso marca un antes y un después en la concepción. Hay una idea de continuidad porque los músicos que trabajan en nuestra compañía y la gente que está hoy haciendo la dirección musical –que son María Alejandra Saturno y Miguel Ángel López– han trabajado mano a mano con Alicia. Pero claro, estamos saltando al mundo del barroco, que está muy lejos de lo que hemos hecho hasta ahora, con lo cual, hay una idea de renovación y de búsqueda de otro camino, pero la música sigue siendo imprescindible y tiene que estar totalmente integrada en la acción dramática.


En suma de todo, ¿por qué motivos considera este estreno una opción recomendable para los amantes del buen teatro?

¡Porque es teatro total! Tiene aventura, una trama de enredo, un viaje a ese mundo de los caballeros medievales que está tan de moda por otra parte –esta cosa del medievo que ahora a todo el mundo le pirra–, tiene música, danza, un verso maravilloso, juego y, al mismo tiempo, esa profundidad propia de Calderón que esconde bajo los parámetros de una comedia divertidísima.


¿Qué planes le deparan a esta función cuando termine su temporada en La Comedia?

Salir de gira, moverse y rodar para que todo el mundo tenga posibilidad de verla. Entonces, según acabemos aquí, arrancaremos la gira en Segovia, nuestra ciudad de residencia y el lugar donde estamos encerrados ensayando todo como de campamento “Gran Hermano” (risas). Espero que la gira tenga larga vida por festivales, teatros, salas y todas las partes donde nos requieran y les apetezca ver este Calderón que es diferente al que habitualmente se ve sobre las tablas.


Resulta inevitable mencionar la gran acogida de sus creaciones, logrando reconocimientos tan prestigiosos como el reciente Premio Nacional de Teatro 2023. ¿Qué le hace sentir esta distinción y qué le aporta profesionalmente?

Cuando uno lleva ya muchos años –hablo de mí y de mi equipo– trabajando y sacando adelante proyectos contra viento y marea y además moviéndote en un ámbito donde la repercusión es limitada –porque lo que hacemos nosotros está muy lejos del ámbito habitual comercial–, es un espaldarazo bonito, el sentir que desde el Ministerio de Cultura a través del jurado que designan opina que eres digno para recibir este premio le llena a uno de alegría. Es un gran reconocimiento que, a nivel de prestigio –y eso que prestigio hemos tenido siempre, más que otras cosas–, también está muy bien.


¿Y personalmente?

Además del premio, a mí lo que me ha hecho feliz es la sensación de que la profesión ha estado encantada con que el premio fuera para nosotros. Ha habido cantidad de llamadas, de comentarios, de comunicaciones de gente que realmente pensaba que nos lo merecíamos y que comparte la alegría con nosotros ahora mismo. Ha sido un premio muy bien acogido por la profesión y por el público que, si no es multitudinario, sí es muy fiel, así que felicidad absoluta.


Un gran deseo para este nuevo año 2024 que acaba de comenzar:

Que sea un año lleno de posibilidades de ver diversas maneras de hacer teatro y, sobre todo, diversas perspectivas de entender el teatro clásico y no solo como teatro del siglo de oro, sino en toda la globalidad que tiene nuestro gran patrimonio.

NOTICIAS RELACIONADAS

Lo más leído
REVISTA TEATROS GRATIS

¡Apúntate a nuestra newsletter!

Recibirás un email semanal con la revista completa, la actualidad destacada y ventajas exclusivas.