¿Qué le lleva a Nao d’amores a emprender la puesta en escena de una pieza teatral de títeres?
Nunca nos ha dado miedo el encasilla-miento en el ámbito del teatro prebarroco, pero es cierto que, de vez en cuando, necesitamos darnos un espacio para el juego y la experimenta-ción en territorios que nos sacan de nuestro ámbito de especialización. En este sentido, “Retablillo de don Cristóbal” era un reto que nos obligaba a indagar en nuestros orígenes. No somos una compañía de títeres, pero nuestro lenguaje, marcado por la teatralidad más directa, sintética y primaria, ha estado desde siempre ligado al ámbito del teatro de muñecos.
¿Cómo es el enfoque de Lorca, el autor del texto, en esta obra de marionetas?
No olvidemos que en toda Europa causaba furor el teatro de muñecos, que era una influencia imprescindible a la hora de entender todo el teatro de vanguardia de la época. En este sentido, el resultado de Lorca con la reelaboración de la tradición popular se ha leído desde dos posibles perspectivas: la del Lorca entendido como un héroe rescatador de una tradición moribunda o la imagen del intelectual que destrozó lo poco que quedaba del referente popular, cursilizando al más ácrata de nuestros grandes personajes teatrales. Quizá el gran reto a la hora de hacer hoy sus textos para títeres sea intentar ser fiel a la palabra del poeta, sin el primitivismo que es connatural al material que él tomó como referencia.
¿Cómo son los protagonistas de esta historia?
Don Cristóbal Polichinela es nuestro héroe titiritesco nacional. Y como en todas las tradiciones europeas, el héroe (que en este caso es un antihéroe) tiene una compañera femenina, que en el caso español es doña Rosita. Pero Lorca, siempre creador de grandes personajes femeninos, le da un carácter moderno y divertido. Para nosotros tiene mucho del desparpajo de la mujer liberada de los alegres años 20. El conflicto masculino- femenino es omnipresente en un teatro que se rige por instintos primarios y donde los desencuentros se resuelven a golpe de cachiporrazo.
¿Cuál ha sido su manera de representar estos viejos valores?
Generando un código de juego donde los personajes femeninos son humanos (doña Rosita y su madre), mientras que los masculinos son títeres (don Cristóbal, el enfermo, Currito el del Puerto, el barbero y el cura). Los personajes que narran la historia –y que interfieren en la historia titiritesca– representan, de alguna manera, las tres identidades artísticas de Lorca: el músico, el poeta y el director de escena.
Para usted, uno de los momentos más emocionantes de esta obra surge…
Sin duda, cuando el propio Lorca le habla a don Cristóbal de su propia identidad, en lo que supone una defensa preciosa del teatro de títeres: “Usted es un puntal del teatro, don Cristóbal. Todo el teatro nace de usted. Hubo una vez en Inglaterra un poeta que se llamaba Shakespeare, que hizo un personaje que se llamaba Falstaff, que es hijo suyo. Yo creo que el teatro tiene que volver a usted. Desde mi niñez yo te he querido, Cristobícal, y cuando sea viejo me reuniré contigo para distraer a los niños que nunca estuvieron en el teatro”.
En suma de todo, ¿por qué motivos considera altamente recomendable este nuevo estreno para el público teatral?
Porque siempre es bueno darse una vuelta por las formas populares de la teatralidad y disfrutar de las cosas sencillas, que nos hacen revivir las artes escénicas desde una inocencia que hemos perdido como espectadores. Es una buena oportunidad para, guiados por las palabras de Lorca, entregarnos a un juego escénico gamberro, desenfadado, a medio camino entre la tradición y la modernidad, pero sin perder una mirada crítica y satírica. Acérquense a ver nuestro desvergonzado experimento teatral, que como es habitual en Nao d´amores, ha sido construido desde la rigurosidad de las fuentes históricas y literarias.