¡Ángel Ruiz regresa a Madrid en la piel de Miguel de Molina! ¿Qué ofrece este espectáculo?
La oportunidad de conocer al personaje y su historia de un modo íntegro y emocional para enfrentarnos a la idea de hasta qué punto somos responsables de nuestro presente, para intentar redimirnos de nuestra desmemoria y de hacer cierta justicia con los que fueron referentes de una lucha permanente: la de la libertad.
Miguel de Molina es un gran descono-cido para buena parte de la juventud actual. ¿Cómo les presentaría usted mismo a este artista, qué le convirtió en una figura irrepetible?
Me atrevo a decir que incluso sigue siendo un desconocido para mucha gente no tan joven, pero en este espectáculo no sólo se muestra y se recrea la faceta artística de Miguel, que fue de una modernidad fuera de lo común y de un éxito sin precedentes, sino que también podrán descubrir al ser humano con sus enormes contradiccio-nes y su personalidad arrolladora, con unas aptitudes artísticas y comunicativas impresionantes. Podrán transitar por su amargura y su alegría de vivir, su orgullo y su tristeza, y empatizar con su dolor inmenso por su exilio y el amor incon-dicional al escenario. La función hace un recorrido por la vida de Miguel.
¿Qué momento de la misma le emociona cada vez que lo interpreta en las tablas?
Mi sensación desde que me coloco el sombrero y piso el escenario es la de tener los sentimientos a flor de piel. Pero uno de los que más me emocionan, con la prudencia de no hacer spoiler, es cuando Miguel se despide del público y le dedica la canción “El agüita del querer”. No hay función en la que no tenga que luchar contra la emoción para poder seguir cantando. Son varios los años que usted lleva al frente de esta obra.
¿Qué anécdota vivida con el público se le antoja inolvidable?
Tengo muchas y muy emocionantes y bonitas todas, pero ninguna supera la del día del estreno oficial en el teatro Echegaray de Málaga. En un momento, casi al final, cuando Miguel se está despidiendo, una señora de avanzada edad empezó hablar con Miguel –no con el actor, sino con el personaje–. Ella estaba tan epatada que creyó que yo era el mismísimo Miguel de Molina, lo cual es un alago inmenso, y decía cosas como “no te vayas Miguel… que en Málaga te queremos mucho… y sabemos lo que has sufrío, hijo”. ¡Sencillamente, adorable!
¿Cuáles son los mayores regalos que esta función le ha aportado?
El hecho de haberla podido realizar ya es un regalo. Por supuesto que el éxito de público, las criticas y los premios lo han sido, pero si a mí me dicen hace unos años que las productoras y los teatros se iban a interesar por un espectáculo unipersonal de un actor no mediático sobre un personaje poco conocido, no me lo creo.
¿Por qué recomienda a los amantes del teatro asistir a este reestreno?
Porque esta función es sanadora, terapéutica y les aseguro que van a reír, a llorar y a salir con otro ánimo del teatro Infanta Isabel.