Entrevista a Bibiana Fernández y Pablo Quijano por La Señora

Una actriz retirada de los escenarios vive marcada por una obra que nunca llegó a representarse: “Las criadas”, de Jean Genet. No haberla estrenado la llevó a cuestionar su identidad, a desconfiar de la realidad y a vivir refugiada en la fantasía. Ahora sus hijos, aspirantes a directores, quieren convencerla para que vuelva a actuar en un montaje de radical contemporaneidad y se encuentra en una encrucijada: ¿volver a un mundo que ya no reconoce o retirarse de él por completo? Por VANESSA RAMIRO.  Fotos DAVID RUANO
Acompañada sobre las tablas de Xoán Fórneas y César Vicente / Javier Ruesga (cover), la poliédrica Bibiana Fernández vuelve a los escenarios con este montaje inspirado en uno de los hitos del teatro español, que protagonizó en la década de los 70 la gran Nuria Espert, referente y faro del joven dramaturgo y director Pablo Quijano, que sobre esa premisa arma una historia familiar de secretos y manipulación. Todo un alegato a favor de la ficción como el mejor aliciente para soportar la realidad.

Bibiana Fernández ¿tiene alguna espinita clavada en forma de obra o de personaje?

Bibiana Fernández: No, la verdad es que no. La vida ha sido generosa conmigo y he aceptado las cosas conforme me las han ido ofreciendo si me interesaban. El año que viene hará 50 que estoy en esta profesión y es un placer haber trabajado con tanta gente, haber hecho tantas cosas distintas y de todas me llevo un recuerdo.


 

¿Y “Las criadas”? ¿Alguna vez se planteó interpretar esta obra?

Bibiana: No, nunca. Si no, hubiera dicho que sí antes, porque me interesa la obra y me interesa esta especie de spin off donde se cuentan más cosas. Hay muchos otros papeles que también me gustaría hacer, pero siempre hay tiempo. El teatro es un refugio para la gente que somos más mayores, un refugio cálido. En medios visuales puede ser que la edad juegue en tu contra, pero en el teatro creo que no.


 

¿Y cómo llega un joven que nació en 1996 a obsesionarse con el montaje que hizo en 1969 Nuria Espert de “Las criadas”?

Pablo Quijano: Con 19 leí la biografía que le escribió Juan Cruz y se convirtió en mi libro de cabecera durante mis primeros años en Madrid. Si estudias a Nuria Espert, entiendes la historia del teatro español contemporáneo. Soy muy mitómano y me fascinó. Nuria ha sido un faro para mí y me ha inspirado mucho, no solo su interpretación, sino su criterio.


 

¿Cuántas veces hay que ver o leer “Las criadas” para desentrañarla? ¿Y cómo se traslada eso a una historia diferente?

Pablo: Me parece un texto tan magistral que es infinito. Nunca se puede llegar a entender todo y pretenderlo es pretencioso. Es una obra magistral del teatro mundial y la única manera que encuentro de hacer una versión como he hecho es no comparándose con Genet y con mucho morro (risas). El motor de versionar este texto tiene que ver con coger ciertos asuntos contemporáneos de la función y trasladarlos a personas del hoy. Pero es una versión muy libre. Admiro profundamente a Genet, a Chéjov, a Shakespeare, a los grandísimos autores, pero también me apetece provocar, decir, “voy a romper con esto y que sea lo que Dios quiera” (risas). Pero hay muchísimo respeto y muchísima admiración.


 

Cuéntennos qué es “La señora”.

Pablo: Es la historia de una actriz que vive obsesionada con el texto de Genet de “Las criadas”, porque no lo pudo hacer en los 70 porque no pasó la censura. El texto mete el dedo en la llaga de un asunto que a mí me interesa notoriamente, que es cómo vivimos en un mundo marcado de una manera ciega por la ansiedad de éxito. La necesidad de éxito lo empaña todo. He pretendido contraponer cómo se relacionan unos seres jóvenes para los cuales el éxito es la cumbre con una mujer que ha vivido en otra época, en la que había otros valores que importaban más que el éxito. Ambas visiones, con luces y con sombras…

Bibiana: Incide en el poder y en la subversión. Es la revolución de dos mujeres, que, en este caso, son mis hijos, porque yo les enseño a jugar con la ceremonia de “Las criadas”. El teatro siempre habla de cosas que están ahí, que subyacen. La revolución de la gente existe en la actualidad, lo que pasa es que ahora mismo está cargada de crispación.


 

De su personaje, Bibiana, sabemos que es una actriz retirada y que tiene dos hijos.

Bibiana: María es una mujer egoísta, desconfiada. Tiene una lucha interna dentro y fuera del personaje, porque hay una dualidad, ella es María y también es la señora. Ellos son dos jóvenes directores y escritores, que tienen ambición, y le proponen hacer esto. Como viene de un fracaso, porque lo intentó hacer en otra época y la censura no la dejó, le parece que es el momento de volver. Desde el momento en que entra a ensayar ya está poseída por el personaje. Y esto es la puerta de entrada a otras muchas cosas, a todo aquello que se quedó en el camino…


 

Y usted, que es actriz, ¿puede entender que un proyecto frustrado te lleve a desconfiar de la realidad y a cuestionarte?

Bibiana: Le puede pasar a mucha gente y entiendo que puede ser muy frustrante. Yo me he acostumbrado a que muchas veces las cosas están por salir y no salen y también eso forma parte de la realidad.


 

Bibiana es la protagonista de una obra que cuenta con dos personajes más, interpretados por Xoán Fórneas y César Vicente / Javier Ruesga (cover). ¿Cómo son estos hijos y cómo es su relación?

Pablo: Son dos chicos actuales, con personalidades realmente extravagantes, pero no irreales. Dos hermanos que tienen una relación muy particular, única y que se han criado oyendo el texto de Genet. Son seres muy marcados por la ansiedad de éxito y muy desideologizados, no les importa tanto la coherencia como el individualismo del éxito propio. Es una relación sórdida, pero libre también, en la que hay muchísimo amor, pero también muchísima confusión. Esta es una obra de personajes que no son blancos ni negros, que pretende mostrar seres imperfectos y humanos, con luces y sombras, que son víctimas y verdugos a la vez.


 

Pablo, cuéntennos un poquito cómo es la dirección que ha planteado.

Pablo: Las dos guías de la puesta en escena tienen que ver con la creación psicológica de los personajes para saber hacia dónde ir, casi como si la psicología de cada perso-naje fuera una ideología y te llevara hacia un sitio, y la creación de atmósferas para acompañar al público en el viaje. En este caso hay atmósferas sórdidas, pero también hay atmósferas de comedia, de melodrama y de amor.


 

Dicen que la pieza es un alegato a favor de la ficción como el mejor aliciente para soportar la realidad. No suena alentador…

Pablo: Es algo que se emana del propio texto de Genet. Las criadas, cuando se va la señora, hacen la ficción de imitarla y eso las ayuda a mantenerse en pie. Creo que todos los seres humanos necesitamos esa especie de franja en la que la moralidad se queda en otro lugar, en la que lo importante es la imaginación. Y creo que, incluso, es sana a veces esta búsqueda de la ficción para evadirse un poco de la realidad. Lo que pasa es que también puede llevarte a la locura, como les pasa a las criadas o como les pasa a nuestros personajes.

Bibiana: A mí la realidad me gusta, pero el teatro, el cine, la literatura, la música…, es un modo de escaparnos un poco del día a día, de esas cosas que no nos gustan, de la crispación que existe en el ambiente, de esa especie de prisa que hay por hacer las cosas, sobre todo la gente joven. El teatro tiene un tiempo y la vida también.


¿Cómo les gustaría que saliese el público?

Bibiana: Reflexivo, y a la vez, satisfecho, porque el teatro, además de hacernos reflexionar, nos tiene que dar satisfacción.

Pablo: Con cierta inquietud hacia el debate, con ganas de opinar de manera distinta, de tener puntos de vista distintos. Es el debate lo que me gustaría suscitar.

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