¿Aquel 19 de mayo de 2019 en la sede de la Real Academia Española fue acaso el ensayo general de este “Silencio” que se estrena en el Teatro Español?
Juan: No. Aquel “Silencio” fue un discurso académico y este “Silencio” es una función teatral en la que, esperamos, el especta-dor no solo encontrará pensamiento, sino también acción, emoción y poesía.
¿Cómo vivió aquellos días Juan Mayorga?
Juan: Con mucha alegría por ingresar en una institución que, desde hace más de trescientos años, viene haciendo un trabajo tan importante para la comunidad de los hispanohablantes.
Por aquel entonces, Blanca Portillo ya había confesado su admiración por Juan Mayorga. ¿Recuerda qué sintió?
Blanca: ¡Felicidad! Una enorme emoción, sorpresa… Muchas cosas… Y una extraña sensación de orgullo… Por él y por el Teatro.
Hablamos de esto porque “Silencio”, el nuevo trabajo que les ha reunido, es una adaptación de aquel discurso.
Blanca: Juan me comentó que yo podría haber leído ese discurso… La posibilidad de convertirlo en teatro surgió de los dos. Nos pusimos a trabajar durante el confinamiento, hablando por Zoom… El discurso ya está ahí, cualquiera puede leerlo y es absolutamente maravilloso. Nos planteamos qué hacer para convertirlo en Teatro. ¡Y nos pusimos manos a la obra!
Juan: Mientras escribía el discurso, que constituye una celebración del teatro, empecé a pensar que podía ser el embrión de un espectáculo que Blanca interpretaría. Todavía durante el confinamiento empezamos, en encuentros telemáticos, a imaginar un hecho teatral. Desde entonces, no hemos dejado de trabajar juntos, a la escucha el uno del otro. Ha sido un placer levantar “Silencio” con Blanca.
Juan, enseguida pensó que no había mejor intérprete que ella.
Juan: Además de una gran amiga, es una actriz extraordinaria, sin duda una de las más grandes –y mido mis palabras– no solo de España, sino del mundo. Tiene el teatro –su historia, su misión, su sentido– en el corazón y en la cabeza. La experien-cia de los ensayos me ha confirmado que era la actriz necesaria para “Silencio”.
Blanca, a Mayorga ya se le estudia, es uno de los autores vivos más estrenados y traducidos, ¿qué siente cuando dice eso?
Blanca: Una se siente una privilegiada… Siempre he dicho que soy muy afortunada por ser contemporánea de este genio y que además la vida nos haya juntado y nos hayamos convertido en amigos y cómplices.
Resulta paradójico que alguien con tanto que decir titule “Silencio” a este discurso.
Blanca: El silencio es parte fundamental del teatro y de la vida. A veces se nos olvida y creo que esta reflexión de Juan lo pone ante nuestros ojos con enorme contundencia. Te hace reflexionar sobre el poco respeto que a veces le tenemos.
Háblennos un poquito de este “Silencio”.
Juan: La protagonista va a pronunciar en la Academia un discurso de ingreso sobre el valor del silencio en la vida y en el escenario. Arrastrada por el deseo de teatro, pondrá ante nosotros personajes que en muy distintos tiempos se enfrentaron al drama del silencio, desde los de la tragedia griega hasta contemporáneos. Y compartirá con los espectadores su propio silencio.
Blanca: El discurso de Juan es el eje sobre el que se construye el espectáculo. Pero hemos dejado que el Teatro lo atraviese; será una actriz quien lo pronuncie a petición de su amigo. Aparecerá el conflicto, sin el cual el teatro no existe.
Si leerlo y escucharlo ya es un placer enorme, qué ha de ser decir a Mayorga.
Blanca: ¡Es enormemente gozoso! No puedo escoger un fragmento y menos ahora, que se ha convertido en algo más que el discurso. ¡Me quedo con la pieza entera!
Dice en este discurso: “No soy un científico de la lengua; soy más bien un carterista y un trapero remendón”. ¿Hay teatro, buen teatro, en cualquier sitio?
Juan: El teatro es el arte más parecido a la vida, con la cual a menudo se confunde. Nos espera en cualquier momento y en cualquier lugar. Acabo de oír en la calle a una joven que decía a alguien por teléfono: “Soy vuestra hija”. Esa frase puede pronunciarse de modos muy distintos y cada uno podría ser el origen de una obra de teatro.
¿Cuáles son sus silencios?
Juan: Son muchos. Como a la protagonista de “Silencio”, a veces la vida, en su belleza o en su brutalidad, me ha dejado sin palabras. Otras veces, por cobardía, he callado cuando debería haber hablado. Hay personas a las que debería haber dicho, antes de que se me fuesen, cuánto las quería. Y hay personas que se me fueron cuya palabra hoy querría escuchar.
Blanca: Uno de los que más me conmueven es el que se produce dentro de mí cuando el personaje toma la palabra. Ahí callo y quien habla es él, con su propia voz, con sus propias emociones e ideas… Es increíble.
¿A quiénes gritarían ‘Silencio’ y qué no callarían nunca?
Juan: Gritaría ‘Silencio’ a quienes utilizan palabras para herir a otros seres humanos. No debería callar nunca ante la injusticia.
Blanca: No creo que se lo gritara a nadie… Quizá pediría un poco de silencio a los irreflexivos. ¿Qué no callaría nunca? Te respondo con una frase de “Silencio”: “A veces, callando, decimos mucho. A veces, callamos hablando mucho”. Depende.
A los espectadores los Reyes ya nos han traído un gran de regalo en forma de “Silencio”, ¿qué les han pedido ustedes?
Juan: Para las personas que amo, deseo salud y felicidad. Pero también quiero pedir, a quien pueda dárselo, algo para todos los seres humanos, los conozca yo o no: dignidad, libertad, belleza.
Blanca: ¡No soy muy de pedir! Deseo compartir este proyecto con la mayor cantidad de gente posible, que se vea y se valore el trabajo de todo el equipo que está inmerso en él, y… salud. ¡No deseo más!
¿En qué más andan, qué otros proyectos tienen entre manos?
Juan: “La lengua en pedazos” sigue dándonos alegrías en Teatro del Barrio. En febrero, Alfredo Sanzol va a estrenar en el María Guerrero mi pieza “El Golem”. En abril llega al Teatro de la Comedia la versión que he hecho de “El diablo cojuelo” para los payasos de Rhum. Y en mayo, en Las Palmas, Rafael Rodríguez estrena “El jardín quemado”.
Blanca: Hay proyectos de cine y de televisión, pero para más adelante. Ahora quiero disfrutar de “Silencio”, dedicarme por completo, sin interferencias.