¿Qué nos depara “Réquiem”?
Un espectáculo sencillo pero hondo, que toca el corazón. El tema vertebral es la muerte del padre. A partir de ahí, se pro-duce una reflexión sobre muchos aspectos de la vida. No es un espectáculo triste, el tema –sin dejar de lado la crudeza que tiene– está tratado con ternura, poesía e incluso humor.
¿Cómo y por qué surge la idea de trasladar a las tablas este episodio de su vida personal?
Acompañar a mi padre de manera intensa en el hospital hasta su fallecimiento fue para mí un regalo. Pienso que para él también. Fue una experiencia, a la par que fuerte, paradójicamente muy hermosa. Comencé a escribir algunos de los textos que componen “Réquiem” allí, en aquella habitación. Entonces, ni pensaba que mi padre se iba a ir ni que terminaría haciendo un espectáculo con ellos, simplemente dejaba fluir sobre un papel las emociones de aquellos días.
¿Qué pasó después?
Después, cuando todo pasó, me tocó deshacer su casa. En cada cajón que abría se desenterraba un recuerdo o una sorpresa. Continué escribiendo… y llegó el verano. Me fui al pueblo donde vive mi compañero. Una tarde, en el banco de fuera, le leí los textos a Julio, nuestro vecino de 84 años con el que tengo amistad. Al terminar, me dijo muy conmovido que se los dejara leer a su hija. En ese momento, me di cuenta de que llevarlos a la escena podría tener algún sentido.
La pieza está llena de recuerdos y reflexiones. ¿Qué sentimientos se des-prenden en escena?
Yo comparto en el escenario el asombro y el amor que viví aquellos días: es al público a quien se le desprenden sentimientos. A veces oigo a la gente gemir o reír y eso, no cabe duda, revierte de nuevo en escena e impregna la interpretación. La magia del teatro, que es así.
Además, hay cabida para el humor. ¿Algún ejemplo?
Hay escenas que tienen ya el humor implícito pero, en ocasiones, cuando la complicidad con el público es muy buena, surgen espacios imprevistos para la risa. Trabajo escuchando mucho al público y cuando hay ganas de juego me arrojo con gusto a él. Quiero decir que el humor está también en las pequeñas morcillas que se pueden insertar desde la improvisación.
Durante las tres semanas de hospitalización de su padre se produjo una ‘caída de máscaras’. ¿Puede adelantarnos algún hecho desvelado en esos días que, sin saberlo, le sorprendió profundamente?
Por ejemplo, la facilidad para darnos muestras de cariño, cosa que hasta entonces no había sido así, tal vez por vergüenza.
¿En qué se basa la escenografía de la pieza?
Una vez vacié la casa de mi padre, me impactó una imagen: solo quedaban los armarios con las perchas vacías. Aquello era el retrato de la ausencia… Me di cuenta de que aquel era el lugar en el que tenía que situarme para contar esta historia. Guardé las perchas en dos maletas y, más tarde, se convertirían en parte esencial de la escenografía.
¿Por qué motivos recomienda a todo el público madrileño asistir a este estreno en el Fernán Gómez?
Porque es un espectáculo que pretende hacer sentir y pensar a la gente sobre cosas en las que, habitualmente, no nos detenemos y encararlas, tal vez, de una manera no acostumbrada.