¿El teatro puede cambiar el mundo?
Lo lleva cambiando dos mil años (risas). Su misión es ser un fiel reflejo de un momento, es una fotografía de un momento, de una sociedad, retrata unos problemas y los pone delante del espectador para que los reconozca. Y ese es el primer paso para cambiarlo, para arreglarlo.
El teatro es el oficio más antiguo, llevamos dos mil años resistiendo y adaptándonos y será por algo (risas).
¿Cómo ve Esteve Ferrer el teatro hoy, aquí y ahora? ¿Qué balance hace de la situación?
Dentro de la crisis pandémica que estamos viviendo, crisis social y crisis casi democrática que está viviendo el país, Europa y el mundo en general estamos ahí como ventana. Los tres grandes objetivos que tiene el teatro son entretener, concienciar y hacer reflexionar. Estamos en el sitio adecuado en el momento adecuado, es decir, es más imprescindible que nunca el teatro en estos momentos.
Y todo tipo de teatro, tanto el que cubre el objetivo de entretener, porque en este momento la sociedad necesita más entretenimiento que nunca y más diversión y más desconexión que nunca, necesita evadirse de la realidad tan lamentable que le rodea, como a nivel de reflexión, que es importantísimo. Toda crisis necesita una reflexión y el teatro tiene que aportar esa ventana que permita hacer reflexionar a todo el mundo. Y en el tercer supuesto, más que nunca, necesitamos la concienciación de que hay unos problemas que hay que solucionar.
¿Qué le pediría Esteve Ferrer a la Administración, a los programadores, a la profesión y al público para que la situación mejorase?
Al público no le pediría nada más que viniera, que viniera en masa, que nos ayudara porque les vamos a ayudar, nos vamos a ayudar todos. El teatro sin el público no existe y el público sin el teatro tampoco. Necesitamos el uno de los otros para poder subsistir, nosotros como arte y ellos como receptores.
A la Administración, lo de siempre: apoyo. Pero no un apoyo económico, sencillamente que no nos dejen de lado como siempre. Estamos cubriendo unas necesidades casi, casi primarias y evidentemente nos tienen como si fuésemos el último mono, como siempre. A partir de ahí lo que les pido siempre es que nos hagan un poquito de caso, pero no que nos cojan de la mano, que nos tutelen, no, sino que nos ayuden a poder trabajar y a hacerlo con todas las herramientas posibles.
A los programadores, valentía. Se están haciendo cosas muy interesantes y a veces los programadores solo ven el resultado inmediato. El teatro tiene que ser abierto a todo, a todos los géneros, a todas las tendencias… Es una ventana y ellos lo único que tienen que hacer es llenar esa ventana de contenido, no decidir el contenido, eso lo decidirá el público. Estoy hablando de los programadores públicos. El programador público lo único que tiene que hacer es gestionar cómo se abre esa ventana al mundo y en el mundo estamos todos, desde el circo hasta la danza, pasando por el cabaret, la magia, el drama, la comedia, todo… Que se atrevan, que no pasa nada.
Y al oficio, paciencia, perseverancia, oficio, mucho oficio, sobre todo que no confundamos la vocación con el oficio. El oficio es lo que siempre reclamo a cualquier actor, a cualquier director, que no les demos gato por liebre, el público no es tonto, los programadores no son tontos, los empresarios no son tontos, no intentemos colarles cualquier cosa, seamos rigurosos porque en estos momentos la calidad, el oficio y la tenacidad es lo que nos va a permitir seguir subsistiendo como en los últimos dos mil años.
Dirige en el Teatro Marquina “Privacidad”. Cuéntenos un poquito qué es…
“Privacidad” es un experimento teatral que aúna todo. Realmente no sé cómo definirlo. Tiene un poco de todo, tiene un poco de cabaret, tiene un poco de magia, tiene un poco de reality, tiene un poco de documental, tiene un poco de drama, tiene muchísima comedia, tiene melodrama, tiene tragedia en un momento dado… Lo defino como un ejercicio teatral o parateatral, o una docuficción casi. Lo más importante de una obra es que no salgas como has entrado y si puede ser, que salgas mejor (risas). La gente que sale del Teatro Marquina no sale exactamente igual… No te diría que sale más feliz, pero no sale igual, sale habiéndoselo pasado estupendamente, pero con una reflexión que se lleva a casa y que dura un cierto tiempo… Y a lo mejor hasta le hace cambiar algunos hábitos.
¿Qué tipo de director es Esteve Ferrer?
Volviendo a lo que te he dicho antes, con mucho oficio. Yo no soy de los directores que he aprendido de una escuela específica o de un maestro específico, yo he aprendido de muchísimos maestros y he aprendido de muchísimas obras, he aprendido viendo cómo dirigían los demás, he aprendido actuando, siendo actor, he aprendido cantando, siendo cantante, he aprendido bailando…
Una generación anterior me ha pasado el oficio a mí, por eso lo respeto tanto y lo amo tanto y realmente me considero un director de oficio, de los de intentar contar una historia de la mejor manera posible para esa historia y para el público específico de esa historia.
Y a partir de ahí con todos los elementos y todas las herramientas que tengo, desde la escenografía, la iluminación, la adaptación del texto, los actores, el vestuario… Todo tiene que tener el mismo rasero y tiene que pasar por el mismo tamiz, es inconcebible para mí dirigir a un actor y no dirigir al escenógrafo, porque yo cuento la misma historia con esas dos herramientas. Yo soy de los que uso todas las herramientas posibles con el máximo de oficio posible.
Nunca participaría en un proyecto que no tuviera…
No tuviera pasión ni talento.
Como espectador, ¿qué le lleva al teatro?
Todo. No me importa nada, yo soy un espectador ávido de que me cuenten cosas, sobre todo lo que quiero es que me cuenten. No iría a ver algo que no me cuente nada, que no me mueva.
En cambio, cualquier género que intente contarme una historia y encima me la cuente bien contada, me da lo mismo. Desde que sea para público infantil, que me parece que hay joyas maravillosas, hasta teatro conceptual. Todo, no tengo un género especialmente que me encante.
Bueno, me gusta mucho la lírica, los musicales, yo consumo y habitualmente voy al extranjero a ver muchos montajes de teatro musical y líricos, de ópera. En el ámbito nacional consumo todo lo que me cuente una historia que me pueda interesar.
¿Y cómo es como espectador?
Si me cuentan la historia, me olvido totalmente de que soy director y de que soy del oficio. Me da lo mismo, me olvido, porque me atrapa la historia y entro.
Evidentemente si no me atrapa la historia o la manera en que me la están contando, empiezo a desconectar y empieza a salir el director y el ‘ay, esto no está’, ‘ay, esto’… Si me atrapa, te aseguro que ni me acuerdo de quién soy (risas).
¿Cuál es el último espectáculo que ha visto y cuál está deseando ver?
El último que he visto… Un musical, “Golfus de Roma”, y uno que me entusiasmó y que me lo pasé en grande fue “En tierra extraña” de Juan Carlos Rubio con Diana Navarro, que me lo pasé estupendamente. ¡Qué bien contada la historia y qué bien!
Para ver… La mía (risas). Tengo muchas ganas porque estoy en estos momentos escribiendo la adaptación y empiezo a ensayar en marzo, pero no sé si te lo puedo decir… Es una maravilla…