Decía Larra que “los teatros son el termómetro de la civilización de las naciones”. ¿En qué lugar nos deja esto hoy?
Supongo que nos está señalando que la gente necesita de ese encuentro, de ese lugar de reunión a pesar del miedo y de la enfermedad. La situación que vivimos hoy está golpeando duramente al teatro, sí, pero al mismo tiempo, cuando he vuelto tras el confinamiento, he sentido una cercanía y un agradecimiento desde el público que evidencia lo que nos cura.
¿Cómo se hace y se vive el teatro en pandemia?
Absolutamente al día, sin saber si la mañana siguiente te van a llamar y te van a decir que no puedes seguir ensayando. Al mismo tiempo, entrenando bien el músculo de la imaginación para que el teatro salga a flote en pandemia sin dejar de ser teatro.
Firma y dirige “Héroes en diciembre”. Cuéntenos brevemente cómo definiría esta obra y de qué habla.
Héroes en diciembre es un intento por entablar diálogo y dar voz a quienes han intentado suicidarse. Huye del eufemismo y pone sobre la mesa otras preocupaciones a priori no relacionadas como la autoexigencia física y mental, el proceso de escritura o la despoblación rural.
¿Cómo se llevan la Eva Mir dramaturga con la Eva Mir directora? ¿Es una relación fácil o tiene sus días?
Dependiendo de la fase del proceso se ignoran o son una misma. Algunos días la directora quiere pasar por encima de la dramaturga, entonces recuerdo que la Eva del pasado ya pensó algo para ese momento que ahora me está costando.
¿Cuáles son para usted las características básicas del buen director, eso que no debe perder nunca de vista?
La cohesión y el buen trato hacia su equipo me parece fundamental. Después, que más allá de análisis o ideas preconcebidas sobre su propio trabajo, tenga muy presente la intuición. Hay muchas cosas que están ahí y solo hay que saber escuchar.
¿Cómo valora el hecho de que aún sean minoría las mujeres directoras no solo al frente de espectáculos, sino también de grandes instituciones?
Aunque cada vez veo a más mujeres liderando enormes proyectos, todavía queda mucho por atacar desde lo estructural, desde la educación y la economía para que una mujer tenga las mismas oportunidades de llegar a los mismos lugares que sus compañeros. Con la pandemia, la conciliación ha puesto todavía más de relieve cómo se reparten las cargas y los roles.
¿Y cómo valora el papel que da nuestro teatro a los jóvenes talentos?
Creo que es muy complicado traspasar esa barrera que separa a quienes nos estamos iniciando y quienes tienen largas trayectorias. Todavía más en tiempos de incertidumbre, donde asumir ciertos riesgos no siempre es una opción. Por eso valoro mucho las oportunidades que se me han dado para estar escribiendo esto como el Premio Calderón de la Barca, destinado a autores noveles, y la gran labor del Centro Dramático Nacional de confiar en nuevos creadores y cedernos su espacio para materializarnos.
¿Y cuándo Eva Mir es público, cómo decide qué ve, por qué se decanta, qué le lleva al teatro?
Ir al teatro no es una actividad puntual para mí, sino que se ha convertido en un hábito de vida y también en parte de mi trabajo. Intento ver todo lo que puedo.
La última obra que ha visto ha sido…
Fariña, en su reposición en el Teatro Cofidis Alcázar.
Y está deseando ver, ¿qué montaje?
Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach, de Nao Albet y Marcel Borràs en el Teatro María Guerrero.