Entrevista a Félix Estaire por El tiempo todo locura

 Les separan apenas cuatro años, cosecha de los 70, pero les une un oficio que exprimen al máximo. Alfredo Sanzol –autor y director, cabeza del CDN, Premio Nacional de Literatura Dramática y reciente Max a mejor autor y espectáculo”– y Félix Estaire –actor, dramaturgo y director– coinciden en el Teatro Infanta Isabel con dos viejas conocidas, “La ternura” y “El tiempo todo locura”. Dos piezas tan diferentes, una a lo Shakespeare, otra a lo Marty McFly, y, sin embargo, tan parecidas… Y es que en ellas nos enfrentan a nosotros mismos y a nuestro presente, nos mueven y nos conmueven, nos interpelan y nos conminan a sacar nuestras propias conclusiones. Eso sí, a través de la comedia… Por VANESSA RAMIRO
¿Félix Estaire conoce el trabajo de Alfredo Sanzol? ¿Qué nos diría de él? 

Sí, claro. Tiene unas capacidades brutales para conectar con el público y para comunicar intelectual y emocionalmente.


El Teatro Infanta Isabel repone su “El tiempo todo locura” y “La ternura” de Alfredo Sanzol. Debe ser emocionante que una obra siga tan viva, ¿no? ¿Cuántas alegrías le ha dado “El tiempo todo locura”?

Durante el proceso, creo que todas las que te puede dar un espectáculo, ¡qué elenco, madre mía! Durante la exhibición, la pandemia nos hizo un par de regates, pero volvemos a tener la pelota.


Para aquellos que aún no la hayan visto: ¿Qué les contaría de esta pieza, de qué habla, qué tiene de especial?

Creo que la forma en que se van multiplicando paulatinamente las risas a través del enredo, la emoción sincera y liberadora que genera y la entrega del elenco, que es capaz de seducir, ejecutar el relato y transitar por el corazón propio para poder tocar el de los espectadores.


¿Quiénes y cómo son, brevemente, los personajes que habitan esta historia?

La obra va de tres hermanes (podría ser una perversión de Las Tres Hermanas de Chejov) anclados en un tiempo que no les hace bien. Una intenta entender el pasado, otro se ansía con el futuro y la tercera no es capaz de disfrutar el presente por culpa de sus hermanes. Casi que los personajes principales son un compendio que habita los miedos humanos relacionados con el tiempo para reírse uno mismo y evidenciar una sencillez que no somos capaces de percibir en ciertos estados.


¿Cómo se llevan el Félix autor y el Félix director? ¿Es una pareja bien avenida o tiene sus días?

Se llevan bien, de momento. Y claro que tienen sus días, a veces el uno le exige demasiadas cosas al otro y viceversa. En ocasiones he tenido que mediar entre ellos y ni te cuento los líos cuando somos tres…


¿Qué siente un autor cuando pone el punto y final a una obra, qué sintió cuando puso el punto y final a “El tiempo todo locura”?

Es como terminar de envolver un regalo que se volverá a abrir en el proceso de ensayos y cada día de función. Yo tengo a la escritura teatral como si fuera la creación de un libro de instrucciones de un juego nuevo, el material textual contiene un relato con sus reglas (internas y externas) y, cuando el elenco lo encarna, se juega el material.


¿Cómo sabe el Félix Estaire autor que una historia puede enganchar al público?

Para enganchar con el espectador, creo que es necesario escribir desde estar enganchado contigo mismo, con una verdad interior que camine por el subterráneo del texto que transitas.


¿Eso se sabe?

A veces, no siempre… si hubiera fórmulas, la cosa sería muy aburrida.


¿Se testa, con quién?

Primero en soledad (tanto en la escritura, como en la idea de escenificación), luego en compañía (con el elenco y otros profesionales) y, por último, con quien te da o te quita la validez del juego planteado, el público.


Usted, como Alfredo Sanzol, ha compaginado su actividad creativa como dramaturgo y director con la labor pedagógica. ¿Se puede enseñar/aprender a escribir o hay algo en esta tarea que también tiene que ver con el talento innato?

Yo creo que se puede enseñar y por eso lo hago, aunque esto pide que quien se embarque en esto, tenga la necesidad de aprender. Aprender es un proceso y, como tal, necesita de tu implicación y tu tolerancia a las frustraciones cuando las palabras no salen… El autocuidado y la autocomprensión son casi vitales porque concretar lo imaginado siempre es un imposible. Lo imaginado es perfecto en tanto que no existe, en tanto que imagen ideada, ideal. Cuando lo escribes ya es, ya existe fuera de la imagen ideal y la escritura pasa por trabajar de forma incansable para que ambas cosas disten lo menos posible.


Ambos escriben y dirigen. Vamos con esta segunda faceta. ¿Qué fue antes? ¿Uno es autor y la dirección viene como necesidad, es placer, al final casi van intrínsecamente unidas?

En mi caso, había dirigido antes de terminar lo que escribía, después aprendí a terminar y escribí para la escena, pensaba incluso en cómo se podía escenificar al tiempo que escribía.

Ahora me siento más libre e intento escribir para entregarme, para estar y disfrutar del proceso porque el escenario es otra etapa y si estás en la escritura, no puedes resolver lo escénico, estás un paso por delante, lo que significa estar desconectado de ese presente que exige la escritura. Quizá eso me lo ha dado la experiencia y tener una fe descomunal en los elencos, incluso cuando no salen del todo bien las cosas.


En un momento de la pieza de Sanzol, la Reina Esmeralda dice: “He perdido tantas batallas en mi vida que podría hacer una playa con el polvo que he sacudido de mis enaguas”- ¿Podría ser también una frase que Félix Estaire se atribuyese a él o a su vida?

Las vidas están llenas de batallas perdidas y de heridas abiertas y ahí está la potencia de la frase de Alfredo… Si juegas (o luchas) vas a perder batallas, seguro. Solo quien no juega se asegura no perder. El escenario solo ve parte de lo que uno idea y concreta, pero todos tenemos un cajón en nuestro escritorio, aunque tu oficio no sea la escritura.


Otros proyectos entre manos…

Pues tengo varias cosas que espero y deseo que se concreten de alguna forma, pero no dependen de mí, mi parte está hecha, pero las decisiones no me competen. Por ahora tengo las miras puestas en acabar la tesis doctoral, que ya es mucho, y terminar un par de textos que tengo en remojo.


Y la última, ¿qué pregunta le haría a Alfredo Sanzol?

Uff, tendría muchas… ¿tomamos un café?

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