¿Qué propone “Supernormales”?
Es un espectáculo con texto de Esther F. Carrodeguas donde se plantean diversas contradicciones en torno a la sexualidad de las personas con diversidad funcional. Es una función muy gamberra, con grandes dosis de humor negro e incorrección política, pero también incómoda porque, a menudo, el espectador no sabe muy bien dónde posicionarse.
¿Quiénes y cómo son las protagonistas que veremos en el escenario, qué conflictos enfrentan?
De una forma muy leve, la obra se articula a través de la relación de María y Carmela. La primera es asistente sexual y, la segunda, es su novia. Todo comienza con la negativa de Carmela a aceptar el oficio de su pareja. “Supenormales” es una sucesión de cuadros en los que aparecen decenas de personajes que representan ideas contrapuestas en torno a un tema tan espinoso como el deseo sexual de las personas con discapacidad.
¿Qué hay del resto de personajes?
El elenco lo componen diez actores, de manera que todos representan varios personajes. La compañía la forman actores y actrices con y sin discapacidad que encarnan personajes independientemente de su condición. Es decir, actores sin discapacidad representan personajes con y sin discapacidad y actores con discapacidad representan personajes con su misma discapacidad, con otra discapacidad y sin discapacidad. Es decir, en términos de integración, es un espectáculo utópico. Pero lo extraordinario es que la integración en ningún momento ha primado sobre lo artístico.
¿Qué importancia tiene el factor del deseo en esta obra y de qué manera lo muestra?
El deseo atraviesa la función porque es el motivo de conflicto. Hemos negado el deseo de las personas con diversidad funcional porque nos incomoda. No sabemos muy bien qué hacer con él y lo hemos convertido en un tabú. De alguna forma, hemos escondido el deseo de estas personas debajo de la alfombra. Y en “Supernormales”, la alfombra se levanta y descubrimos que el deseo sigue ahí y que es ridículo seguir mirando para otro lado.
Para usted, uno de los mayores momentazos de la pieza se produce cuando…
¡Diría que hay varios momentazos! Todos los actores tienen algún momento estelar. Por decir uno e incluirlos a todos, la manifestación final me parece un delirio maravilloso.
¿Qué ha sido lo más gratificante de dirigir esta puesta en escena?
Haber sido capaces de poner este texto magnífico sobre el escenario y no haber fracasado en el intento. El texto de Esther nos sacó de nuestra zona de confort tanto a nivel artístico como personal. La necesidad de concretar todo el material textual en unos cuerpos y en un espacio obligaba a la toma de tantas decisiones que, por momentos, nos sentimos sobrepasados. Para mí ha sido un salto a lo desconocido que estoy encantado de haber dado. Por supuesto –y como no podía ser de otra forma–, mi mirada hacia la discapacidad ha cambiado gracias a la experiencia de dirigir este espectáculo. El teatro es un oficio maravilloso porque te da este tipo de oportunidades.
¿A qué sabe la gran nominación al prestigioso Premio Max a Mejor Dirección de Escena precisamente por este montaje?
Bueno, sabe muy bien porque es un reconocimiento al trabajo. Pero lo cierto es que discernir dónde acaba el mérito de uno y dónde empieza el de los actores o el del equipo artístico es muy difícil. Hubo mucha gente que hizo un trabajo estupendo y pienso que esta nominación es un reconocimiento para todos. También me sabe muy bien la nominación de Esther. Pero sin duda, el verdadero premio para todos ha sido la reposición en el teatro Valle-Inclán y la posibilidad de salir de gira y mostrar este trabajo fuera de Madrid.