¿A qué lugar llama usted hogar?
Ahora mismo es una sala de ensayos.
Si uno ha tenido suerte en la vida, familia y hogar suelen ir unidos, pero no tienen por qué ser sinónimos siempre, ¿no?
Para nada, muchas veces familia es lo contrario a hogar y hay que escapar de ella en la oscuridad de la noche. Quien lo sufrió lo sabe.
Decía Miguel del Arco que al final casi todo gira en torno a la familia… “Cuentes la historia que cuentes, si el protagonista es un ser humano, la familia está por medio”.
Sí, porque no existimos en un vacío. Familia es un poco quien nos toca en suerte. A veces es la pajita más corta.
¿La familia es un refugio al que volver? ¿O no siempre? Aunque volvamos…
A veces, sobre todo en caso de desempleo, divorcio o esconderse de la policía, no hay otra que volver a la familia.
La familia, el hogar… vertebran “Camino largo de vuelta a casa”, pero no solo eso…
Creo que también es una obra sobre ver a la otra persona, la soledad, la empatía… Hoy en día hay un empeño interesado en dividir a la sociedad en líneas ideológicas, de edad, género, etc., pero creo que es posible entenderse; también me han dicho que es feminista. Al final será lo que cada persona que vaya a verla interprete, yo sólo quería contar una historia.
¿Y de dónde arranca esa historia?
Tenía que escribir algo para el Torneo de Dramaturgia del Teatro Español/LAZONA y como dice Mariah Carey tuve una visión de amor y salió la obra. Gané el torneo y aquí me hallo, en la revista TEATROS.
¿Cómo son los personajes que la habitan?
Son tres generaciones de mujeres, cada una en su momento vital, que no encuentran su sitio en el mundo: Filomena en la vejez, Begoña con la mediana edad y Luisa en la crisis de los últimos veinte.
Sobre las tablas, Amparo Pamplona, Belén Ponce de León y Helena Ezquerro.
Soy muy ‘fortunato y jacinto’; no sólo son grandes actrices, sino que, además, son bellísimas personas, y humanas encima. Ahora mismo, tanto con ellas como con el resto del equipo, me siento en el Hogar.
Amor, odio, incomunicación, soledad, secretos, heridas… y, sin embargo, es una comedia. ¿De dónde surge el humor?
Como mecanismo de defensa y para reír por no llorar. También es valentía para afrontar lo que venga.
“Solo con tu amor no es suficiente”, “Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo)”, “Monta al toro blanco”… A Íñigo Guardamino le siguen saliendo comedias negras de temas bestias. ¿Lo busca?
No lo sé, me salen un poco como el acné reincidente, será que me inquietan esos temas y es más factible hacer obras de teatro que ir de concursante a “La isla de las tentaciones”.
Cuando uno escribe, ¿busca alguna respuesta? ¿Las halla?
Qué va, esto es preguntarle al viento. De todas formas, no me fío de las certezas absolutas. Como decía Santa Susana Sontag: Las únicas respuestas interesantes son las que destruyen las preguntas.
¿Y cuándo dirige? ¿Se aclaran esas ideas previas o se complica todo más?
Si el proceso va bien, es un continuo descubrimiento; en los ensayos, con la ayuda del elenco, uno se da cuenta de qué va el texto realmente. Lo ideal es seguir descubriendo cosas hasta la última función.
Hace años decían que era una de las voces más atractivas de la nueva dramaturgia. ¿Imaginó seguir siéndolo hoy?
Es una sorpresa seguir aquí y, además, estrenando en el Teatro Español. Me pellizcaría si no se me fueran a despegar las uñas postizas.
¿En qué más anda Íñigo Guardamino?
Lo próximo que tengo es algo completamente diferente: estoy escribiendo una obra con la directora María Herrero sobre el mito de Cassandra y se estrenará en Madrid en el mes de julio y pasará por Festival de Mérida. Más que andar, llevo la primavera en las suelas.