Isabel Ordaz haciendo de madre en La Abadía y yo no puedo evitar recordar a la de “He nacido para verte sonreír”.
Isabel: Sí, también recuerdo ese montaje y el excelente trabajo con Pablo Messiez con mucho cariño. Las madres a veces tienen respuestas y actitudes tipificadas, sí, pero la gran diferencia estaría en que Santiago Loza proponía una historia, si se quiere, privada y Tabori, a través de esta madre, nos cuenta la historia negra de Europa a través del pueblo judío.
¿Cómo es Elsa Tabori?
Isabel: Es una mujer judía de mediana edad durante los terribles años del nacionalsocialismo que, por azares del destino, se libra del campo de Auschwitz, no así gran parte de su propia familia. Una madre que tiene el coraje de soportar la pérdida, la culpa por estar viva y, además, albergar un rayo de alegría y esperanza.
Y al lado está el hijo…
Pere: Este hijo lo que hace es invitar a la madre a escena. Todo esto nace de un acto de amor, de un homenaje a Elsa Tabori, a unos textos que él encuentra donde su madre relata esta experiencia que vivió en Budapest en el 44 y donde reflexiona sobre lo que sucedió. George Tabori es hijo, autor y narrador. La obra tiene tantos planos en los que entras y sales: de repente se convierten en madre e hijo, en otros es el narrador, que rompe la cuarta pared y habla de la representación, y en el otro es el autor.
¿Y cómo se ven desde sus respectivos papeles esta madre y este hijo?
Isabel: Es una relación que encierra cierta comicidad, ambos, cada uno a su manera, reivindican la autoría de la historia. Hay una muy sutil ironía sobre crítica literaria dentro de la obra, muy actual por cierto, “qué es más verdad, la obra literaria, el testimonio, la autoficcción, etc…”.
Pere: En la relación con la madre de alguna manera se complementan. La madre es la memoria, el testimonio, y el hijo no deja de ser la persona que intentará a través de la ficción y de la representación dar a conocer esta historia. Entonces entra el conflicto de la fabulación, con todo lo que lleva de mentira, de embellecimiento, la madre se rebela contra estos hechos. Yo creo que Tabori, el autor, elige estas ficciones como una reflexión sobre el propio hecho de la representación, de los límites, de las fisuras que puede tener para comprender una historia de esta magnitud.
Y todo esto lo vemos mientras nos cuentan su historia. ¿En qué llagas mete el dedo “Coraje de madre”?
Isabel: La propuesta es muy polifónica, creo que Helena Pimenta está trabajando en esa dirección, los diversos niveles de significación. Por mi parte, algo que me ocupa mucho es el hecho de cómo representar lo irrepresentable, a la víctima, desde dónde el arte puede asumir esa tragedia a través de una forma.
Pere: Es una función muy poliédrica en la que Tabori también reflexiona sobre cómo representar esto, qué herramientas tiene la ficción, que herramientas tiene el teatro para poder dar credibilidad y testimonio a esto que sucedió, que es la anécdota de una madre, pero con el gran trasfondo de la tragedia del holocausto.
¿Qué tienen que decirnos casi 80 años después a los espectadores de hoy esta madre y este hijo? No faltarán las voces que aboguen por dejar de remover el pasado.
Isabel: Sí, es una de las cuestiones. Hannah Arendt reflexionó mucho sobre esto, además de sobre la sutil diferencia entre perdón y reconciliación. Ella tiene un símbolo, ‘el libro abierto’, mantener un hilo de contacto con la tradición, leer una y otra vez el pasado para comprenderlo y tratar construir un futuro mejor.
Pere: El pasado ya está removido, forma parte de nosotros, de nuestra memoria y yo creo que la memoria es importante preservarla, es lo que forma la identidad, es lo que nos da posibilidades de crecimiento y posibilidades de singularizarnos también delante de los demás.
Todo lo que sea los intentos por conmemorar o porque no se pierda el aliento, la llama del conocimiento de la historia yo creo que son importantes. Habrá mucha gente que se pueda enfrentar a esta obra con ideas preconcebidas, pero lo que se esconde detrás siempre es un gran conflicto y es el gran conflicto del ser humano buscando un territorio, buscando unas preguntas a un problema que se solucionó o se intentó solucionar con la violencia y con la aniquilación del otro.
Entonces yo creo que ahí, en esta reflexión de cómo solucionamos los conflictos o como se produjeron yo creo que siempre hay, donde hay estas grandes preguntas siempre es interesante para el espectador y el teatro tiene yo creo también esta misión, de mantener viva la llama esta de la conmemoración, de la reunión y del encuentro de las gentes para llevar estas reflexiones a la gente hoy, 80 años después. Tenemos guerras que reproducen un poco estos conflictos y estas impotencias. Esto sigue vigente.
¿Cómo fue su primer encuentro con George Tabori y “Coraje de madre”?
Isabel: Me conmocionó bastante. Por supuesto, los acontecimientos siempre te producen un shock, pero la manera en que Tabori usa la autoparodia y el distanciamiento te asombra.
Pere: No, no conocía la pieza, aunque había visto “Mein kampf”, una función dirigida por Portacelli, y “Caníbales”, pero no había ahondado en la obra de Tabori.
De las que conozco me parece de sus obras más esenciales, en la que están todos estos elementos que tiene él de transgresión, con este humor macabro y con esta capacidad de meterse en la tragedia, siempre tiene un ambiente muy opresivo, muy enrarecido, pero es capaz de abrir esa ventana al humor, pero no para frivolizar o para evadirse de ella, sino como un elemento sanador y vivificador, que hace que podamos iluminar mejor donde estamos y tiene esta capacidad de entrar en lo ridículo, en lo extravagante, en lo vergonzante, en un teatro con una manera de contar las historias para descolocar al espectador, para no establecer géneros y hacer una mezcolanza en la que realmente no cae en el sentimentalismo cuando habla de esto, ni cae tampoco en la venganza, sino que nos explica historias de antihéroes, de personas pequeñas que en este caso su madre, obligada a sobrevivir y a ser ella misma para poder sobrevivir.
Yo creo que esa es una de las lecciones que él aprende de la madre, de este testimonio.
Dicen de Tabori que su humor es grotesco y sin piedad, macabro, irreverente. De hecho, sitúa la acción en un día de verano de 1944, “un año de excelente cosecha para la muerte”. ¿Cabe el humor en una pieza como esta?
Isabel: Sí, porque está llena de vida y esta no tiene un solo color. Tabori trata de acercarnos, no al prototipo del judío sino a personas. Estos personajes no se nos presentan al montón, sino específicamente y el ser humano a veces es muy absurdo.
¿Cómo es trabajar a las órdenes de Helena Pimenta?
Isabel: Helena Pimenta en una gran narradora escénica y está muy familiarizada con la dimensión épica del ser humano, algo que admiro mucho en ella.
Pere: Es una caña (risas). Yo confío ciegamente en ella, tiene un amor por la palabra, un rigor en el trabajo, que yo ahí me siento muy identificado. Todo está en el texto y la manera de coger el texto es donde fundamentar el trabajo, esta humildad para que el texto llegue de la mejor manera posible al espectador, para que las cosas que descubre, que la emocionan, las cosas que le inquietan, las cosas que no comprende o que necesita clarificar en el texto poco a poco en los ensayos tiene la capacidad de entregarse, de divertirse y de jugar que hacen que el texto pase a ser carne de una manera muy viva y con planteamientos muy audaces Con José Tomé hacen una combinación muy buena a la hora de plasmar escénicamente los conceptos que tienen. Para mí es un teatro muy necesario el que plantea, muy esencial y con una gran conciencia de la importancia que tiene transmitir un texto en mayúsculas al espectador.
Para terminar, una frase del texto que se haya quedado resonando en su memoria.
Isabel: Hay tantas, pero ahora me resuena una que creo representa muy a lo vivo el humor judío, “Disculpa, la próxima vez, si no te importa, elije otro pueblo”.
Pere: “Los buenos son débiles y los fuertes están peligrosamente cerca del poder. Entonces cómo pueden los buenos alcanzar el poder sin traicionar su propia bondad”.