Entrevista a Juan Echanove por La reina de la belleza de Leenane

 Cargada de complejidad y pura emoción, la ópera prima teatral del aclamado dramaturgo y cineasta Martin Mcdonagh logra un fuerte impacto en la sensibilidad de quien la contempla por la tensa, violenta y represiva relación maternofilial de sus protagonistas. Ahora bien, vivir la experiencia teatral a través de las tremendas interpretaciones de María Galiana y Lucía Quintana en puro estado de gracia bajo la exquisita dirección de Juan Echanove resulta imperdible. Es un verdadero placer charlar con este inmenso artista madrileño para conocer las claves de su último éxito en las tablas. Por ANA VILLA.
Antes de nada, ¿qué le motivó a embarcarse en la dirección de esta tremenda obra de Martin McDonagh?

Precisamente eso. Para mí, el teatro es potente cuando pone una verdad real sobre el escenario para que luego tú puedas sacar tus propias conclusiones. Y McDonagh es un autor que se caracteriza por dos cosas: llamar a las cosas por su nombre y, luego, porque deja abierta una posibilidad a un humor profundamente negro que lo hermana con gente para mí tan presente como Rafael Azcona o García Berlanga –por traerlo a algo más cercano a nuestra cultura latina–. En los momentos más críticos de una función de McDonagh él es capaz de hacer saltar una risa que te permite una válvula de escape porque, si no, el drama se hace insoportable.


¿Qué plantea su ópera prima teatral “La reina de la belleza de Leenane”?

Es la historia de una relación tóxica entre una madre y una hija en un confín apartado del mundo. Una historia que habla de la soledad y de lo tóxico de las relaciones familiares pero, además, habla de la violencia o de la falta de expectativas –sobre todo en los dos personajes masculinos–, que la gente tenga que emigrar para buscarse la vida, etc.


¿Cómo son las grandes protagonistas de la obra, empezando por Maureen, la hija?

La función tiene este título porque el personaje protagonista es Maureen mientras que el antagonista es Mag, su madre. Maureen es la hija pequeña de una familia desestructurada que se ha quedado al cuidado de una madre enormemente posesiva durante toda su vida. Esa madre se encarga sistemáticamente de arruinar sus sueños e ilusiones hasta límites complicados de sobrellevar. Ella es una buena tía, a mí me da pena cuando la veo, cuando la imagino, cuando la sueño. La veo como una mujer tremendamente generosa pero, a través de esa relación tóxica, su enfermedad mental se hace visible. Ese es otro de los temas funda-mentales de McDonagh en esta función, algo mucho más aplicable hoy en día que cuando él la estrenó. La enfermedad mental es algo tan delicado en los entornos familiares que había que echarle una mirada…


¿Qué hay de Mag, la madre?

Es la madre posesiva, el egoísmo por antonomasia, la manipulación más profunda que yo he visto en un personaje de teatro desde los grandes personajes de Shakespeare: Mag es una reverendísima hija de puta shakespeariana.


Para usted, uno de los grandes momentazos de la función se produce…

Hay uno muy dramático entre ellas dos, cuando Mag se encarga de romper la posible relación que Maureen puede tener con Pato, que es su último tren. Hay un momento en el que ella no puede más, se cae al suelo y dice: “¿por qué, madre, por qué tienes que hacerme siempre esto?” y Mag responde: “Mírate, no tienes más que mirarte a ti misma”. Yo creo que ese es un momento de la función que, después de haberla visto muchas veces ya, me sigue poniendo la carne de gallina y me hace saltar las lágrimas.


¿Qué destacaría de María Galiana y Lucía Quintana, tanto en lo profesional como en lo personal?

María Galiana, en lo personal, ha hecho tantas veces de mi madre… (risas) ¡creo que en tres o cuatro ocasiones! Con todo lo bueno y lo malo, yo la tengo como una segunda madre. Y en lo profesional, a mí me sigue sorprendiendo que a sus 89 años afronte el hecho de ser actriz con una ilusión y una profesionalidad que muchos deberíamos tomar nota. Lucía Quintana es una de las primeras actrices del teatro actual y se mueve por la dramaturgia como una bailarina de la compañía de Martha Graham. Es muy muy generosa y muy buena persona, algo que también es muy de agradecer.


En suma de todo, ¿por qué motivos recomienda este gran éxito a los amantes del buen teatro?

Porque es una posibilidad para ver en un espejo y plantearse situaciones parecidas a las que viven los espectadores, según me dicen ellos mismos. Hay una cosa que nos pasa como sociedad y es que no tenemos resuelto cómo cuidar de la gente mayor, cómo atender a sus necesidades. Y con la gente joven nos pasa lo mismo, que nos conformamos con que hay una generación cuyas expectativas vitales se ven reducidas a tener que compartir una casa –en el mejor de los casos- con su familia perdiendo intimidad, ilusión y muchas cosas. Eso es algo que está en esta obra, en estos 96 minutos de buen teatro.

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