Entrevista a Juan Mayorga por El chico de la última fila

“Juan no puedo contestar nada porque no he estudiado pero últimamente estoy jugando muy bien al tenis el domingo me sacaron en el Marca voy a ser un campeón y tú y yo vamos a ir a celebrarlo”. Estas frases mal puntuadas de un chico en un examen impulsaron a Juan Mayorga a soñar esta pequeña joya de su ya de por sí maravillosa dramaturgia. Y esa obra, que dirige el colosal Andrés Lima, nos sirve de pretexto para reunir a dos iconos de nuestro teatro. A sus órdenes sobre las tablas, Guillem Barbosa, Pilar Castro, Arnau Comas, Natalie Pinot, Alberto San Juan y Willy Toledo. Por VANESSA RAMIRO
 
En el cole, en el instituto, en la universidad, ¿Juan Mayorga era de los chicos de la última fila?

En la tremenda adolescencia, que es hermosa y cruel, a menudo busqué ese lugar desde el que podía ver a todos sin ser visto. Todavía hoy, a veces, lo sigo buscando.


“El chico de la última fila” es el título de la obra que estrenan en octubre en el Centro Dramático Nacional. Un montaje programado para el pasado mes de mayo que aplazó la pandemia del coronavirus. ¿Cómo ha vivido, personal y profesionalmente, estos meses en los que de repente todo se detuvo?

He trabajado mucho durante estos meses. He conseguido acabar una obra, La colección, y reescrito otra, El Golem. Compartí el encierro con mi familia, que me ha dado muchas alegrías. Por otro lado, he vivido y vivo esta calamidad con preocupación.


Antes de volver al montaje en sí, no sé si ha pisado ya un teatro, un patio de butacas. ¿Cómo ha sido la experiencia, qué ha sentido?

Siempre siento emoción cuando piso un teatro, tanto si preparo un trabajo en el escenario como si me hallo, expectante, en el patio de butacas. Esa emoción ha sido más intensa que nunca estos días, al volver a las salas. He aprendido qué importante es el teatro para la sociedad y qué necesario es para mí.


Si le digo “El chico de la última fila”, ¿qué es lo primero que le viene a la mente?

Un examen de trigonometría en que el alumno no ha contestado ninguna pregunta.  


¿Qué recuerdos conforman su imaginario en torno a esta obra? ¿Qué le llevó a escribirla y cómo fue el proceso?

La obra se me ocurrió siendo profesor de Matemáticas, ante aquel examen en blanco. La escribí para mis amigos Helena Pimenta y José Tomé, de Ur Teatro, que la estrenaron en el 2006. Desde que empecé a imaginarla, no ha dejado de darme alegrías.


Cuéntenos brevemente la historia que narra “El chico de la última fila…

Guiado por un profesor de Literatura, un muchacho descubre la escritura como su tabla de salvación en el mundo. Pero también aprende que el del artista es un camino hacia la soledad.


El hogar, la escuela… ¿En qué llagas mete el dedo esta vez esta obra y cómo nos interpela a los espectadores del 2020?

Por suerte, cada año hay montajes de El chico en algún lugar del mundo, y la obra no parece menos actual que cuando se estrenó. Acaso porque en su centro hay un deseo universal: el que tenemos de imaginar las vidas de los demás y de imaginarnos a nosotros mismos viviendo esas vidas.


Dice que esta es, entre otras cosas, una obra sobre maestros y discípulos. Ahora que usted es un maestro, ¿quién fue el suyo cuando solo era un discípulo?

Me sigo sintiendo un discípulo y sigo a la búsqueda de maestros. Los he tenido magníficos, y les estoy muy agradecido. En el teatro, en la filosofía, en la literatura, en las matemáticas, en el latín… Déjeme darle algunos nombres: Reyes Mate, José Sanchis, José Luis Rubio, Moisés García, José Luís Palacín, Francisco Torrent…


Allá por 2005 en La Abadía se reunieron la voz de Juan Mayorga, su obra, “Hamelin”, Andrés Lima, Alberto San Juan y Guillermo Toledo. Son la mitad de los que ahora ponen en escena “El chico de la última fila”. ¿Es un reencuentro entre amigos? ¿Qué recuerdos guardan de aquellos otros días?

Nunca hemos estado alejados, pero reencontrarme en la sala de ensayos con Andrés, Alberto y Willy ha sido maravilloso. Además de buenos amigos, los considero grandes artistas. Compartimos, sí, entre otras aventuras, aquel Hamelin, después de haber hecho Alejandro y Ana. La verdad es que lo pasamos pipa, como intentamos hacerlo ahora.


¿Qué le parece el puñado de actores que pondrán voz, alma y cuerpo a sus personajes?

Además de con Alberto y Willy, en este montaje vuelvo a encontrarme con dos magníficas actrices, Nathalie Pinot y Pilar Castro. Guillem Barbosa y Arnau Comas, que ya participaron en el montaje de Barcelona, interpretan a los adolescentes. Los seis hacen formidables creaciones de sus personajes, pero lo que más me impresiona es que sobre el escenario actúan como si fuesen un solo cuerpo.


Si a Juan Mayorga le digo Andrés Lima, ¿qué me dice?

Ante todo, un amigo que nunca te fallará. Además, un director genial al que debo montajes extraordinarios: Alejandro y Ana, Últimas palabras de Copito de Nieve, Hamelin, y, ahora, El chico de la última fila.


Aparte del estreno de “El chico de la última fila”, ¿qué otros proyectos tiene entre manos Juan Mayorga?

En enero estreno en el Teatro Galileo un nuevo montaje de La lengua en pedazos. Y estoy preparando la edición de mis piezas breves que con el título de Teatro para minutos va a publicar uÑa RoTa. 

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