La última vez que hablamos con usted nos dijo que su próximo espectáculo se lo tendría que currar para estar a la altura de “Humor negro”. ¿“Martina aprende magia” lo está?
Cuando dije eso estaba equivocado, porque cada espectáculo es completamente único y diferente. Esto es como preguntar: “¿A quién quieres más, a papá o a mamá?”. No sé si mejor, pero, sin duda, me está haciendo disfrutar muchísimo.
Viene de ‘petarlo’, como dicen ahora los jóvenes, con “Humor negro”, “Solo para adultos”, “Kamino de risas”… ¿Por qué teatro familiar?
Porque necesitaba tomar distancia del público adulto para poder crear otro show nuevo para adultos y qué mejor que los niños, que es mi primer público y el más exigente y agradecido al mismo tiempo.
¿Es verdad eso de que el público infantil es mucho más exigente?
En mi opinión, un niño tolera muy mal la mentira y esa es la clave, así que hay que demostrarles que la magia es ilusión, no es engaño. Por el contrario, entra a jugar enseguida.
Siempre que hablamos de público infantil, pienso en los adultos que acompañan a esos niños y niñas. ¿Usted también? ¿O el show no tiene por qué ser tan diferente?
Creo que los padres son muy felices, si sus hijos son felices y también soy partidario de no infantilizar el lenguaje con los niños. Los propios niños agradecen que se les trate como a un adulto y mi personaje sigue siendo un poco canalla porque como les digo en el show: “La vida es dura y cuanto antes lo sepáis mejor”.
Este espectáculo llega después del éxito de su libro “Martina aprende magia”. ¿Qué tiene de especial esta historia?
Para mí es muy especial porque la escribí en pleno confinamiento con mucho tiempo y le puse mucho amor. Es especial porque trata el clásico camino del héroe, la heroína en este caso, y las dificultades que tenemos todos en cualquier tipo de aprendizaje. Es, en definitiva, muy especial porque para conectar con los lectores tuve que conectarme muy directamente con el niño que soy.
¿Y cómo se traduce todo esto en escena? ¿Qué vamos a ver?
Vamos a ver a un niño de 44 años jugando con niñas y niños de todas las edades.
La primera ley de la magia es que los magos nunca revelan sus secretos. ¿Cuál es la segunda?
Practicar, practicar y practicar. La magia es un arte de repetición y en esa repetición empieza a asomar la excelencia. Si un mago practica mucho, sin duda, será bueno. Este es un valor de otro tiempo y si cala un poquito en mi público, me daré por satisfecho.
Karim busca ahora a las magas y a los magos del futuro, pero ¿cómo llega usted a este mundo mágico?
Me atrajo el azar o el destino, quién sabe. Junto a la librería de mis padres había un kiosco al que yo iba a comprar las chuches y ese kiosko era de Norber, mi primer maestro, que me enseñó, al igual que yo hice con Martina, los secretos de la magia.
Vamos a ponernos ‘serios’. ¿Qué han de tener esas magas y magos del futuro?
Paciencia y constancia y creer mucho en ellos mismos, sabiendo que van a encontrarse con muchas dificultades en el camino.
¿El mundo necesita más magas y magos?
Sin duda, el mundo necesita ilusión, asombro, sonrisa, humor y eso nos lo traerán esas magas y magos del futuro.
Lleva desde finales de octubre en el Teatro Quique San Francisco. ¿Cómo han ido estas funciones?
Ha ido fenomenal, me encuentro muy a gusto en el espacio y el cariño que me da el público es mucho.
Cuando uno se dedica a hacer cosas tan mágicas en su trabajo, ¿con qué disfruta en su tiempo libre?
En mi tiempo libre lo que más me gusta es algo muy sencillo: comer pipas. Me siento muy identificado con un poema maravilloso de Gloria Fuertes: “Con tu amor dar un paseo, / sentarte en un banco al sol / sin dolor en cicatrices / comiendo pipas felices. / Tener de nada de todo”.
¿En qué más anda Karim?
Escribiendo mi próximo show de adultos con muchas ganas de estrenarlo ya.
