“En el momento en que hay alguien con quien hablar, que se quite el cine, el teatro, los viajes, incluso placeres más fuertes”. ¿De acuerdo con Carmen Martín Gaite?
La frase, más allá de su literalidad, es tierna, humana y atemporal. Tres valores que apreciamos y perseguimos. Ojalá “Así hablábamos” pueda generar una sensación similar a la que te queda dentro del cuerpo cuando paseas, de noche, camino a casa, después de una buena conversación con una amiga, un amor, un amante. Caminas, miras el cielo y piensas: “¿Cuánto tiempo hace que no me sentía así? ¿Por qué no son todas las noches como esta?”.
Dicen que ella pasó su vida persiguiendo esa conversación deseada. Si les pregunto por una conversación…
Una en la que te querrías haber quedado a vivir, que fue demasiado corta, y de la que esperas secretamente que haya una segunda parte. Todos tenemos una de esas en la cabeza…
¿Por qué fijar la mirada ahora en una de las figuras más importantes de las letras hispánicas del siglo XX y concretamente en su obra “La búsqueda de interlocutor”?
Nunca habíamos construido una obra a partir del mundo de otra persona. En Carmen hemos encontrado una figura que sentimos lo suficientemente cercana como para inspirarnos en ella, pero al mismo tiempo distinta y misteriosa. Eso siempre es importante en la creación, sentir la legitimidad sin perder el misterio.
¿Qué sucede cuando alguien muere antes de tiempo? ¿Cómo continúa la vida? ¿Cómo continúa la conversación? Están llenos de preguntas. ¿Hay respuestas?
Suponemos que hay tantas respuestas como vidas posibles. En la pieza pensamos en qué sucede cuando un gran interlocutor desaparece de tu lado. Con suerte podemos llevar su voz dentro cuando ya no está. Es lo más parecido a tenerle delante, haber integrado su voz en tu cabeza. Cuando se marcha alguien que ha sido diferencial en tu vida, esa voz es tan valiosa y tan real, que no puede simplemente desaparecer.
Así hablábamos… ¿Y la escucha? ¿La valoramos, la practicamos?
En esta época en la que la imagen propia nos obsesiona y nos consume tanta energía, no es fácil escuchar. Porque escuchar tiene que ver con quitarte del medio, con no estar pensando continuamente: ¿dónde me deja a mí todo esto que me dices? Es tan placentero hablar con alguien que escucha bien, que, aunque solo sea por ser capaces de dar ese placer alguna vez, ¡deberíamos hacer el favor de practicarlo!
La tristura juega con los límites entre la presentación y la representación. ¿Qué vamos a ver y cómo son los personajes?
Son personas que se hablan por su propio nombre, jugando siempre a que esta ficción está cerca de sus propias vidas. Jugando a que no hay nadie viéndonos cada noche, a que el espectador ha tenido la oportunidad de ver a ocho personas hablar, reír, enamorarse, a través de una mirilla secreta.
Llevan veinte años trabajando alrededor de las artes escénicas. ¿Qué balance hacen y qué esperan del futuro?
Seguimos sin comprender cómo es posible que una compañía española, autogestionada, de artes escénicas contemporáneas, se haya desarrollado profesionalmente entre dos crisis económicas mundiales, algún que otro gobierno, digamos, despistadillo con las políticas culturales… ¡Y nuestras taras de fábrica que tampoco son pocas! Ojalá la vida nos permita, de vez en cuando, poder imaginar y construir obras como esta. Somos lentas y nos gusta cocer las cosas a fuego lento, así que no tiene por qué ser en los próximos meses, pero antes de cumplir cien años prometemos inventarnos alguna nueva locura.
¿Otros proyectos?
Se podría decir que en nada más, porque este proyecto nos tienen absorbidos y hechizados. Aunque es verdad que continúa la gira de “Las Niñas Zombie”, que tendremos el estreno francés de “Renacimiento» en unas semanas y que Itsaso estará en los Goya en los días cercanos al estreno en el CDN. Y, además, este otoño estaremos en Conde Duque celebrando a nuestra manera los 20 años de La tristura, algo que nos apetece mucho. Nos cuesta celebrar, así que tomar las efemérides como excusa para hacerlo nos sienta muy bien.