Entrevista a Lucía Carballal, Mamen Camacho, Natalia Huarte y Eva Rufo por La fortaleza

 “Nunca pensé que mi padre, su ausencia y su arquitectura me sirviesen como llave para acceder a una obra de Calderón. O que Calderón me daría las claves para acceder a mi padre, al que no pude conocer demasiado”. Lucía Carballal firma y dirige “La fortaleza”, un diálogo contemporáneo a partir de “El castillo de Lindabridis” que aborda el anhelo de una hija por ocupar un lugar en la vida de su padre, al que ya solo puede acceder a través de los edificios que construyó. Mamen Camacho, Natalia Huarte y Eva Rufo, tres colosales actrices que suman más de veinte espectáculos en la CNTC, ofrecen tres perspectivas posibles, tres intentos de construir un padre y, al mismo tiempo, escapar de él.  Por V. R.  Fotos SERGIO PARRA
Aquello que nos legan los padres, lo material, valores, sueños, palabras…, ¿hace fácil camino o es una mochila pesada?  

Eva: Creo que eso forma parte del camino vital de cada uno y que en ese caminar vamos aprendiendo a decidir cuál es la mejor manera de integrar todo eso que heredamos, si nos sirve de impulso, o de apartar, si se convierte en lastre.

Natalia: Quizás lo que puede librarnos del peso sea aprender a mirarlo. Sería importante discernir entre las cosas heredadas que nos lastran y las que nos liberan. No sé cómo se hace, igual necesitamos no nombrar las cosas como buenas o malas para mirarlas con cariño, sin apego, pero con afecto.

Mamen: Supongo que si nos acercamos de verdad, honestamente, al pasado, si entendemos cada herencia en su momento, quizá podamos seguir avanzando con su esencia, sin su peso.

Lucía: En términos de clase, la herencia material lo condiciona todo, a pesar de que nos encanten los relatos excepcio-nales de los cuatro gatos que han podido romper con eso. En cuanto a lo inmaterial, qué hacemos con lo heredado, y qué deja uno a los que vienen, es quizá lo que más define a una persona o una cultura. 


En “El castillo de Lindabridis”, el anhelo de la princesa es heredar el reino paterno. ¿Cuál es el suyo al escribir “La fortaleza”?  

Lucía: Quise investigar esa sensación que tenemos ante los clásicos y, en general, ante las cosas heredadas, me recordó a cuando mi padre murió, esa reverencia ante las cosas viejas y valiosas que, en realidad, no sabes cómo integrar en tu vida. A partir de ahí construí una historia sobre una relación difícil con un padre.


¿Y al espectador cómo le toca una historia a priori tan privada?  

Lucía: Aún no lo sé. Pero pienso que todo lo que uno escribe es privado, también las ficciones aparentemente desconectadas de nuestra intimidad nos retratan de una manera muy íntima. 


Su historia conecta con la de todos, ¿no?

Mamen: Lo personal más profundo suele coincidir y resonar con más gente. Al fin y al cabo vivimos rodeadas de pasado. Todas tenemos una familia, nos hemos emocionado con una obra de arte y hemos repeIdo palabras aprendidas como si fueran nuestras. Alguna vez todas hemos senIdo la necesidad de despojarnos de todo eso o reconciliarnos de una vez.

Natalia: Nos enfrenta a nuestras propias ausencias. A los relatos que hemos convertido en ideas para poder seguir; por ejemplo: la ausencia del padre puede llevarnos a idealizarlo porque hay un vacío, es un castillo en el aire, y quizás, por eso, una mochila llena de ausencia pese mucho más. 

Eva: Lucía es muy generosa sirviéndose de su historia para hacernos partícipes de su viaje, que en realidad es el de todos, pues su búsqueda individual. 


Sobre las tablas, ustedes ofrecen tres perspectivas posibles. 

Mamen: Es curioso. Somos Lucía y somos cada una de nosotras. Contamos la historia desde miradas distintas, desde diferentes fases de un mismo proceso.

Natalia: En La fortaleza habita el personaje de la hija, el arquetipo que cada una de nosotras representa en tres facetas diferentes, independientes entre sí. Cada una se acerca a la herida esencial (al padre ausente) para hacerle preguntas que ya nunca nadie va a poder responder: ¿por qué?, ¿para qué?, ¿y ahora qué?

Eva: Mi rol es el más cercano a la herida, una manera de ver el mundo que nos coloca por encima de él, fingiendo rechazar aquello que más deseamos. 


Lucía, esta vez se ha rodeado de tres actrices colosales made in CNTC. 

Lucía: Además de actrices maravillosas, las tres han pasado muchos años en el Clásico, relevándose unas a otras. Toda esa capa de la obra la dan ellas, el hecho de que han dedicado buena parte de su vida a cuidar el patrimonio y a hacer de conectoras entre tiempos: pasado y presente, como un rol que se va heredando.


¿Cómo es Lucía Carballal, cómo es trabajar con ella?

Mamen: Es una mente brillante. Una persona valiente capaz de acercarse a lo que le resulta lejano adentrándose en lo más profundo de sí misma para conectar, para crear un espacio de encuentro ahí. Y todo escuchando muy alerta lo que va surgiendo. Es un diálogo muy placentero. Una mujer sabia.

Natalia: Cuando está dirigiendo se enciende algo en su mirada y en su cuerpo totalmente conectado con el disfrute y la pasión por el trabajo. Conoce perfectamente lo que ha escrito, pero le gusta sorprenderse y encontrar lo nuevo contigo, es un camino de generosidad. Su búsqueda y su escritura son muy profundas y su capacidad para describir y mirar el mundo y a los otros, es excepcional. 

Eva: Lucía es inteligente, audaz, precisa y muy perseverante. Pero lo que más estoy disfrutando de trabajar con ella es sentir el respeto profundo por la esencia de cada una de nosotras, y ver el disfrute en la búsqueda, y la alegría en cada hallazgo.


¿Qué hacer con el pasado? ¿Qué nos mueve a preservarlo? ¿Sabemos qué hacer con él? ¿Cuánto debemos dejar atrás para poder avanzar? La obra está llena de preguntas. ¿Hay respuestas?

Lucía: Hay un cuadro grande que pintó mi padre y que he llevado de casa en casa desde los 21 años, cuando él murió. A veces esto me parece un gesto de amor o de memoria, otras veces me pregunto si debo dejarlo atrás de una vez, pero es tan grande que no sé dónde guardarlo y al final siempre vuelvo a pensar que lo quiero conmigo. Eso es la herencia, esas dudas, esa conversación que no termina nunca. 

Mamen: Es lo que se plantea en el viaje de “La fortaleza” y lo que despierta verdadero interés: las preguntas, que son movimiento. Las certezas nos paralizan. Dejemos que cada mirada se encuentre ante el ejercicio de buscar sus propias respuestas.

Natalia: Me estoy acordando de una frase de una obra de Lorca: Sí, hay que recordar hacia mañana.

Eva: Ojalá supiera responderlas. Quizá sea en esa búsqueda donde uno crece.

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