Dice Sergio Toyos que, a veces, para entender una historia por completo, hay que mirar donde nadie quiere ver: dentro de los ojos del monstruo.
“Con los ojos cerrados” es una función bastante impactante, el monólogo está direccionado a los ojos de la gente. Al principio aparece un personaje en escena que empatiza completamente con el espectador. La gracia de texto de Luca Pizzurro es poder contar una historia rompiendo la cuarta pared, cogiendo al espectador de la mano y cuando quiere soltarse, porque descubre la cara B del personaje, no le dejamos que se marche. Y ahí está la crudeza de este espectáculo. Narramos una historia verídica, que Luca Pizzurro escribió porque la vivió de cerca a través de un amigo. Es un personaje muy complejo, en el que cuesta mucho meterse y entender su psique.
¿Humanizar a un monstruo es necesario?
No es que humanicemos a un monstruo, es que contamos la historia a través de sus ojos. Es una persona normal, con sus sentimientos, sus emociones. Aparece un personaje con el que la gente empatiza, incluso nos han dicho que se lo quieren llevar a casa, pero luego descubren la parte B, que es lo que da mucho miedo.
¿Quién y cómo es Bruno?
Bruno es un personaje de apariencia tranquilizadora, un tío muy afable, amable, erudito, sabe de música, de literatura, ayuda a sus vecinos, pero esconde una cara B que el espectador no se espera.
¿Y quién es Flavio? Porque él no está en escena, pero la sobrevuela.
Flavio no aparece en escena, nos parece muy interesante que la gente se lo imagine. La escenografía es muy pequeña, solo consta de tres sillas. Creíamos que era imprescindible hacer este monólogo desde esa austeridad, porque su fuerza es el texto. Si el espectador entra en nuestro juego teatral, cuando nosotros decimos que Flavio está sentado en una silla, la gente lo ve. Esa es la magia del teatro.
¿A qué nos enfrenta “Con los ojos cerrados”, que protagonizará esta vez en alternancia con Germán Torres?
Nos enfrenta a una realidad que está ocurriendo en muchas partes del mundo. A veces los seres humanos giramos un poco la cara cuando las cosas no nos tocan de primera mano y el teatro sirve para divertirse, para pasarlo bien, para echarte unas risas, pero también para concienciar a la gente y como una crítica social. Es lo que pretendemos.
¿Qué destacaría del texto de Pizzurro?
Cómo está construido el arco de este personaje, cómo el público empieza amándolo y termina odiándolo. Esa es la riqueza del texto de Luca Pizzurro, cómo ha sabido conseguir ese arco para que el actor no suelte en ningún momento al espectador de la mano.
Y ese texto lo ha transformado Sergio Toyos en la dirección.
Los ensayos están concebidos para saber cómo contar la historia de Bruno, de qué manera contamos esto a los ojos de la gente. No hay nada pactado, creemos que un monólogo tiene que estar vivo y cada función es distinta.
En el teatro podemos hablar de todo, incluso de esas realidades ante las que muchas veces cerramos los ojos. ¿Esa es su labor? ¿Modificarnos de algún modo?
Efectivamente, el teatro sirve para eso, el teatro sirve para para hablar de realidades que muchas veces nos hacen cerrar los ojos, esa es la labor del teatro. La labor del teatro muchas veces es terapéutica, pero muchas veces también es colocar al espectador en una posición incómoda. Y no pasa nada, la gente a veces tiene que abrir más los ojos, o sea, tiene que ver esta función para poder abrir más los ojos y saber que estas cosas, desgraciadamente, ocurren, pero, por supuesto, yo creo que un trabajo bien hecho en teatro siempre es cuando modifica el espectador, cuando el espectador entra de una manera y sale de otra si eso se consigue el trabajo está más que más que bien hecho.
Despegaron de Jaén, volaron a Nueva York, triunfaron –5 premios LATA, 3 premios HOLA y 3 premios ATI–, y volvieron a Madrid. ¡Qué bonito vuelo!
¡Las cosas tan bonitas de esta profesión! Decidí montar este monólogo junto con mi socio Nicolás Degliantoni, porque descubrí este texto a través de mi amigo Andrea Fiorillo, un actor napolitano que lo estaba representando, y me interesó muchísimo. Para mí era un reto estar una hora solo delante del espectador. Y estas cosas locas de la vida, ¡de repente nos programan en Nueva York! Y, además, nos llegan muchísimos premios, mejor interpretación, mejor función de teatro, mejor música, mejor producción. Estuvimos la temporada pasada en Nave 73, donde también nos fue muy bien, y ahora aterrizamos en la Sala Mirador. Esperemos que venga mucha gente.