¿Qué propone “Espectros”, cuáles son los grandes temas que la componen?
Esta obra maestra, fruto de la imaginación de uno de los mayores genios del teatro del S. XIX, nos adentra en el universo de una sociedad de provincias, en la casa de una familia tradicional, marcada por el sacrificio, por la mentira, por las rígidas normas sociales, por las apariencias… y nos empuja a este necesario debate que sigue hoy tan vigente como cuando se escribió.
¿Qué reacción suscitó esta función hace ya más de un siglo y medio, en su estreno absoluto de 1882?
¡Desencadenó un enorme escándalo! La obra fue descrita como ‘una cloaca abierta’, nunca antes se habían diseccionado tan abiertamente los principios y fundamentos de la estructura social tradicional. La familia burguesa, con el hombre a la cabeza, ha de ser preservada a toda costa, la reputación protegida a sangre y fuego. La mentira –la omertá–y la oscuridad que esta arroja –ese instrumento que permite perpetuar la opresión ejercida dentro y fuera del hogar– son sostenidas con la forzada complicidad de las propias víctimas. Como decía Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan poderoso si no tuviera cómplices entre los propios oprimidos”…
Es difícil imaginar una reflexión más actual…
En plena era del ‘Me Too’ y del ‘consentimiento’, los medios, los contenidos, todo, nos hablan sin cesar del ‘empoderamiento de la mujer’, pero ¿cómo llegamos a un verdadero empoderamiento, tan necesario para la convivencia armónica de ambos sexos, sin revisar la estructura social en su totalidad? Hoy en día el sistema se ha sofisticado en sus estrategias de dominación: ahora son más sutiles.
¿Qué diferencias presenta esta adaptación que usted firma y dirige con respecto al original de Ibsen?
Yo diría que he sido bastante fiel a la obra original. En lo único que me he permitido, tal vez, subir un poco el volumen, sería en ese ‘darse cuenta’ de Helena que, en pleno siglo XXI, no podría solo limitarse a descubrir que ha sido cómplice del statu quo por sus mentiras, sino también a comprender su condición de opresora/oprimida.
Usted, además, interpreta a la Señora Alving –Helena–. ¿Cómo es este personaje, cuáles son sus conflictos?
Helena es una mujer que ha aprendido a acallar sus instintos para (sobre)vivir, sometida a las convenciones sociales y al cumplimiento del mandato patriarcal de ser una ejemplar esposa y madre, a costa de sacrificar su realización personal y su felicidad. Se halla en mil encrucijadas que, en el fondo, son la misma: la verdad y la mentira, la realidad y las apariencias, la valentía y la cobardía, la libertad y la esclavitud, el amor y el miedo… la luz y la oscuridad –en el poético lenguaje del autor–.
Un momentazo de la función:
Esta obra está llena, de hecho, no te da tregua. Desde el punto de vista narrativo es casi un culebrón por lo cargada que está de acontecimientos dramáticos… como cuando Helena decide, por fin, contar ‘la verdad’ que lleva décadas ocultando. Ese es un gran momento, sobre todo porque es el preludio de muchos otros todavía mejores. Poco sabe Helena la caja de Pandora que está abriendo…
En definitiva, ¿por qué recomienda este estreno a los amantes del buen teatro?
Porque esta pieza presenta unos personajes de una riqueza psicológica extraordinaria, porque es una agudísima reflexión acerca de la disfuncionalidad de una sociedad que niega la libertad a sus individuos, porque nos invita a explorar el privilegio de clase y de sexo como pocas obras de su época se han atrevido a hacer. Diría que es una obra imprescindible en el momento histórico que vivimos. Y porque es una función entretenida, escalofriante, trepidante y llena de suspense, ¡una hora y media que te deja sin aliento!