Fernando y Pablo son amigos desde la infancia. ¿En algún momento se han arrepentido de trabajar juntos?
Pablo: Para nada (risas). Al revés. Es una amistad que funciona muy bien trabajando. Estoy contentísimo.
Fernando: Llevamos trabajando juntos desde pequeños y tenemos esa sintonía. No es una persona con la que tenga conflictos, siempre nos entendemos bien. Son sus propias vidas el material de partida de este montaje.
¿Hay que ser muy valientes o estar un poco locos?
Fernando: Ha sido un ejercicio de valentía, también de inconsciencia supongo. Había una necesidad fuerte de entender cosas. Hay un ejercicio de exposición y eso te remueve, pero también se va volviendo ficción, vas alejándote de ello y vas pudiendo ver ciertas cosas que te tomas muy en serio con distancia y con humor y eso en realidad también te sana.
Pablo: Creo que hasta que no estábamos acabando de crear lo que hemos creado no hemos sido muy consciente de lo expuesto que era lo que contábamos. Te das cuenta de que está bien hablar de uno mismo y de que siempre es sanador.
¿Qué es “Los Remedios”?
Fernando: Es la historia de dos amigos que se juntan para buscar en sus raíces y para acompañarse en esa búsqueda. Buscamos en nuestro propio cuerpo y en el cuerpo del amigo que estuvo ahí todas las cosas que se nos han quedado de ese barrio en el que crecimos y de esa familia que tuvimos. Lo que amamos de lo que nos hizo ser nosotros y lo que sentimos como ajeno, de lo que huimos y que de, repente, hay que perdonar y redescubrir. Es un ejercicio de reconciliación, de búsqueda, de desenterrar un poco las raíces también.
Pablo: Es una autoficción destructiva o exorcizante… Una especie de vuelta al pasado para entenderse a uno mismo y para entender un poco algo del presente. Siempre desde el humor.
¿De qué nos va a servir eso a nosotros como espectadores de algo tan suyo?
Pablo: Cuando empezamos le decíamos al director que no le iba a interesar a nadie nuestra vida privada, pero cuando lo empezamos a enseñar al público apareció un hombre de Kansas City y una mujer de Donosti diciendo que se habían sentido muy identificados. Cuando hablas de algo muy propio y que es verdadero, nos toca a todos porque es humano. Al final te reconoces en tu familia, en tu barrio, en cómo miras hacia el pasado.
¿Cómo son estos personajes?
Fernando: Pablo está más luminoso, más extrovertido y buscando más en los demás. En mi caso hay una especie de búsqueda más interior, de oscuridades profundas o propias. Y desde esos dos sitios abordamos muchos más personajes.
Pablo: Son personajes maravillosos, que estaban en nuestra infancia, personajes muy propios, con mucho amor a su lugar, muy agarrados a su raíz. Y divertidos (risas). También muy deformados porque cuando llevas algo al extremo ves más claras ciertas aristas.
Con un material tan personal, ¿qué papel juega Juan Ceacero, el director?
Fernando: Juan es muy buen guía. Pasó de ser una especie de confidente, de estar allí alentándonos, a ser alguien que ha dado forma desde la escena a lo que estábamos contando. Ha sido un amigo más. Una persona que ha puesto su propia mirada de amor desde la amistad y desde la inteligencia para que esto saliera adelante.