¿Qué historia sube a escena con esta obra y cuál es su principal tema?
La historia es mi experiencia en un colegio masculino religioso, en Vigo, en los años 90. Todo empieza con una noticia de El País que llevaba este titular: “Ex-alumnos de los maristas de Vigo denuncian el horror de un colegio con cuatro pederastas en los años 60”. En los últimos tiempos se ha hablado mucho de los abusos dentro de la Iglesia y en los colegios religiosos. Yo fui a uno de los colegios más denunciados por los alumnos y hace mucho tiempo que quería explicar lo que viví allí.
¿En qué aspectos ha querido centrarse?
Intento comprender la situación de esos colegios en los años 90 y cómo los cuerpos sometidos del régimen todavía aplicaban sus brutales maneras de enseñar. Creían que los niños les pertenecían. Me centro en mi ciudad natal, que tiene una historia muy peculiar, y en la que, como dicen algunos de los abusados en los años 60, todos eran cómplices porque tenían miedo. Hoy en día, en ese colegio, no ha habido ningún tipo de revisión o de aclaración de los hechos y más de mil niños siguen yendo allí cada día.
El subtítulo reza “Esto que no salga de aquí”. ¿A qué hace referencia esa frase?
Es una frase coloquial que usa mi madre. La usaba cuando quería guardar un secreto o mantener algo en privado. Creo que es una frase más que, para mí, explica cómo vivieron los hijos de la dictadura, los hijos del miedo y del silencio, los hijos del agobio. Y de cómo intentaron pasar ese silencio a la siguiente generación.
¿Cómo era la educación de posguerra?
No sé cómo era la educación en los años 50, 60 o 70. Pero sé que en los noventa la represión, los abusos y las maneras de hacer de aquellos tiempos seguían vigentes en algunos colegios.
¿Cómo es la estructura de la pieza, a través de qué voces o personajes se desarrolla y qué elementos complementan esta puesta en escena?
Es un unipersonal de Gonzalo Cunill y me gusta pensar que en su cuerpo se dan cita muchas generaciones de personas que vivieron educaciones represivas y dolorosas. Muchos fantasmas, muchas ausencias, muchas voces. No voy a decir que Gonzalo asume mi voz o mi relato porque, aunque es cierto, sería una explicación incompleta. Es una pieza hecha con palabras, con verdad y sin resentimiento. Hay que mirar a los represores a la cara.
Para usted, uno de los fragmentos más impactantes de la función es…
Toda la obra es un único momento, un único acto de vida. Una toma de palabra y una toma de conciencia. Una inscripción de la historia en un cuerpo. ¿Y esa frase del texto que hiela la sangre de cualquiera? “Esta es una vida que se va ir llenando de dolor. Es un cuerpo que está comenzando. Es un cuerpo que va a reventar. ¿Lo ves? ¿Lo sientes? Es un cuerpo que ha vivido cosas extrañas. Es un cuerpo que ya no sabe qué pensar”.
¿Cuál es su objetivo llevando a las tablas este testimonio?
Que la verdad salga, que se hable, que se discuta, que se piense. Que se entienda la cadena de despropósitos en la que estamos instalados. Hacer una historia de lo que es la escuela española que yo viví: mucha represión y poca educación.
En suma de todo, ¿por qué motivos recomienda acudir a este estreno absoluto a los amantes del buen teatro?
Porque hay un actor impresionante sacando a la luz una historia de la escuela española que nadie ha afrontado todavía. Porque es un problema de país, pues de la educación depende todo. Y porque hay que bajar al infierno de vez en cuando para no olvidar qué es lo que importa.