Entrevista a Pepe Viyuela por El burlador de Sevilla

Actor, poeta, humorista, se hizo tremendamente popular por su papel en la serie “Aida”. Y, aunque no abandona a ese clown que le acompaña siempre desde hace más de veinte años y podemos verlo aún en Madrid en “Encerrona”, Pepe Viyuela ha encontrado todo un refugio sobre las tablas, donde en los últimos años ha protagonizado, entre otros, “El baile”, “Las ranas” o “Rinoceronte”.
Si les digo “El burlador de Sevilla”, ¿qué es lo primero que se les viene a la mente?

Evidentemente, lo primero que me viene a la cabeza es el mito de Don Juan, una de las contribuciones más valiosas de nuestro teatro al imaginario colectivo. En lo más hondo de cada uno de nosotros existen referencias a este personaje. Las lecturas que ofrece el mito son tantas y tan ricas que, dependiendo de las épocas, va cambiando la percepción que tenemos sobre él. Se trata de un personaje que habitaba en el fondo de la conciencia humana y Tirso se encargó de hacerlo aflorar y darle forma.


¿Recuerdan la primera vez que leyeron esta obra? ¿Quizás en el instituto?  ¿Qué pensaron entonces?

La lectura que uno hace cuando es adolescente de este personaje es mucho más simple que la que puede hacerse a medida que va pasando el tiempo y se va mirando el mundo con otros ojos.

De joven, Don Juan era para mí sencillamente un seductor chulesco y engreído. Un tipo de hombre que suponía un riesgo para todo aquel que no estuviera dispuesto a seguir sus dictados. Alguien en muchos aspectos, sencillamente despreciable. Creo que no iba más allá.


¿Ha habido muchos cambios entre aquella primera vez y una lectura ya en el seno de la CNTC?  ¿Cómo ven la obra ahora, qué destacarían de ella?

Claro, claro, hoy en día, además de todo eso, Don Juan es para mí un personaje mucho más complejo: alguien capaz de romper con las reglas y las normas, que desprecia la moral y el orden establecido, un nihilista capaz de subvertir y despreciar cualquier norma de conducta si va en contra de su ansia de libertad.

Se trata de un personaje con una enorme capacidad para despertar hondos debates acerca de los límites de la libertad individual.


“…y el mayor / gusto que en mí puede haber es burlar a una mujer / y dejarla sin honor”. Estos versos duelen hoy, ¿no?

Estos versos deberían haber dolido siempre. Privar a alguien de su dignidad, saltar sobre su voluntad y engañar, como hace Don Juan, es algo absolutamente reprobable y debería haberlo sido en cualquier momento y en cualquier lugar.

Pero es cierto que el momento histórico en el que se encuentra el movimiento feminista, hace que estas palabras y la función en su totalidad, tengan más vigencia y más interés que nunca.

Las mujeres de la función denuncian inmediatamente los abusos de D. Juan, no guardan ni un segundo de silencio, se enfrentan a la injusticia y lo hacen sin reparos y sin pensar, de forma automática. Ese es un aspecto de la función que me ha llamado mucho la atención.


¿Quiénes son sus personajes y cómo son, cómo los definirían?

Mi personaje es Catalinón, el criado de don Juan. Catalinón es el permanente antagonista de su señor. Alguien que vive la contradicción entre lo que dicta su conciencia y lo que se ve obligado a hacer por orden de don Juan; alguien que se ve arrastrado constantemente a hacer lo que no quiere. Del texto se desprende también un gran amor por don Juan. Su gran conflicto es hacer casar el cariño a D Juan con el desprecio que le provocan sus actos.


Si les pido una frase de su personaje (la más característica, la que más les guste decir, la primera que se les ocurra), ¿cuál sería?

Aunque soy Catalinón,

soy, señor, hombre de bien.


¿Qué tiene de especial, de atractivo el montaje que ha ideado Josep Maria Mestres?

La lectura que ha hecho Josep María es una lectura muy respetuosa con el texto original, al tiempo que subraya e incide en la complejidad del alma humana, en esos vericuetos incomprensibles que nos llevan a comportarnos como lo hacemos. Quizá hoy en día no estemos tan influidos por la religión como lo estaban en la época en la que se escribió la función (aunque también ahí habría mucho que discutir), pero hoy en día seguimos teniendo, afortunadamente, frenos morales que ponen límite a nuestros impulsos. ¿Dónde están y cuáles son esos frenos? ¿Qué ocurre si no funcionan? Éstas y otras preguntas están latiendo permanentemente en la función.


¿Uno tiene como actor sensaciones especiales cuando se mete a ensayar, a actuar en un templo como el Teatro de la Comedia, como la Compañía Nacional de Teatro Clásico? ¿Cómo se sienten ante este trabajo?

La sensación de hacer teatro ha de ser siempre especial. El vértigo por emprender cada proyecto suele ser parecido en todas partes. El teatro es siempre una aventura y un viaje en el que pueden y deben pasar muchas cosas que no esperas. Pero también es cierto que hay recintos y compañías que hacen que sientas quizá una mayor responsabilidad. Por esta compañía ha pasado gente muy talentosa que ha hecho grandes trabajos y hay que mantener ese listón al menos en el nivel en el que se encuentra. Es todo un placer estar aquí.


¿Por qué recomiendan a la gente no perderse “El burlador de Sevilla”?

En primer lugar porque es una de las obras fundamentales de nuestro teatro, pero también porque la lectura que está haciendo de ella Josep María Mestres está cargada de talento, sensibilidad y buen gusto. Y también porque al salir del teatro, además de haber disfrutado van a tener muchos temas de actualidad de los que hablar.

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