¿Recuerdan cuál ha sido su primer contacto con Emilia Pardo Bazán y/o “Los Pazos de Ulloa”? No sé si la habían leído antes…
Tenía un recuerdo escolar de la lectura, tal vez algo apolillado y melodramático. Cuando me llegó la versión de Eduardo Galán con su aporte de metateatralidad y su manera inteligente de desempolvarla y acercarla al espectador, la releí y confieso que me sorprendió su fuerza y su vigencia.
¿Qué le contarían de “Los Pazos de Ulloa” a una persona que no sepa nada de la obra?
Es un viaje a un territorio anclado en el tiempo. Estamos en la Galicia del XIX. Don Julián, un sacerdote pusilánime y servil, llega a los Pazos como nuevo capellán. Allí descubre un mundo rural, brutal y perverso, un universo que tiene sus propias normas y al que se enfrentará, en un intento de encauzar y domesticar ese torrente vital y salvaje que domina los Pazos.
¿Cómo la definirían, de qué habla, en qué llagas mete el dedo?
Es una obra con una gran carga social, habla de la decadencia de una aristocracia rural, gobernada por caciques y sumida en el analfabetismo y en la falta de oportunidades de una sociedad clasista y estancada. Los Pazos presentan un universo despiadado y sombrío donde los personajes se mueven impulsados por sus instintos más primarios.
Violencia, crueldad, caciquismo, deseo, pasión, amor, amenazas, política rural, barbarie… ¿Ha cambiado mucho la sociedad de hoy con respecto a la que se encuentra don Julián cuando llega a los Pazos de Ulloa o seguimos tropezando en las mismas piedras?
Sin duda, algo hemos avanzado desde entonces, sobre todo en libertades, en derechos y en educación, pero aún siguen enlazadas viejas parejas como la corrupción y la política, el machismo y los malos tratos o la manipulación y el poder.
Háblennos de su personaje. ¿Quién es y cómo es, qué le mueve?
Don Julián, un pulcro y humilde sacerdote, educado en la obediencia y en el respeto a sus superiores, se ve sobrepasado por la naturaleza violenta y el dolor que encuentra en los Pazos. Ante los que sufren y pese a su incapacidad de acción, no acepta el camino de resignación que le ofrece su fe.
Si les pido una frase de su personaje, ¿con cuál se quedan?
«No puedo luchar contra la naturaleza, pero ¿qué iba a hacer yo ante lo que viví y presencié en los Pazos de Ulloa?».
¿Cómo es trabajar con Helena Pimenta, cómo es como directora?
Sincera y honesta con su trabajo. Una enamorada de la palabra, de su poder para conmover, de su musicalidad y de su ritmo. Me atrae su manera de acercarse al texto, de desnudarlo a su esencia para hacerlo inteligible y vivo. En los ensayos ha trabajado aunando una gran libertad creativa y rigor; un proceso que nos ha llevado a un espectáculo vibrante y bello.
Una de las características que definen a Emilia Pardo Bazán es que fue precursora de los derechos de las mujeres y el feminismo. ¿Se refleja eso en esta obra?
Así es. Hay una clara denuncia del sometimiento que sufre la mujer respecto al varón. Tanto el personaje de Nucha como el de Sabel, a pesar de sus diferencias de clase y educación, son víctimas de malos tratos y de la falta de libertad para decidir otro destino que no sea el del matrimonio y la maternidad.
Aparte de “Los Pazos de Ulloa”, ¿algún otro proyecto entre manos que pueda contarse?
Estrenamos «El sustituto», una película de Oscar Aibar. Un thriller ambientado en los ochenta, una historia real que habla del retiro dorado de los viejos dirigentes nazis en las costas de Dénia. Y muy pronto, «Una película póstuma» de Sigfrid Monleón.