Entrevista a Quique y Yeray Bazo en el especial Dramaturgos a escena

 Bajo las siglas QY se encuentran estos hermanos que combinan su labor teatral con su traba-jo como creativos y guionistas de publicidad. Formados en el Nuevo Teatro Fronterizo, son autores de piezas como “Tres días sin Charlie” o “La rebelión de los hijos que nunca tuvimos”. Ahora estrenan en Cuarta Pared “Instrucciones para caminar sobre el alambre”.
 
¿De dónde nace su pasión por el teatro?

De dos casualidades. Nos establecimos en Madrid llamados por nuestro tío Eduardo Bazo para trabajar con él en publicidad. Es director de teatro y, desde niños, fuimos espectadores de sus espectáculos en Tenerife, esa fue la semilla. La oportunidad llegó cuando a nuestro tío le ofrecieron dirigir la ópera infantil Brundibár y él nos encargó la dramaturgia. Sentados en el patio de butacas el día del estreno decidimos que queríamos más y nos pusimos a aprender. La segunda casualidad fue conocer a Sanchis Sinisterra y aprender de él en el Nuevo Teatro Fronterizo.


¿Por qué escriben Quique y Yeray Bazo? ¿Qué les lleva a escribir, qué historias les gusta contar?

Básicamente es la curiosidad. Un libro sobre un tema que no conocíamos nos hace querer saber más, investigar… En algún momento esa curiosidad se transforma en ganas de escribir. El tipo de historias es variado. Seguramente esto se debe a que somos dos, lo que multiplica los intereses y los temas a trabajar. Quizás una característica de lo que escribimos es justamente la dispersión. Dispersión pero no diáspora, tenemos un mundo común amplio que quizás es lo que da cierta identidad a nuestras obras.


¿Quiénes son los referentes y cuáles son las claves del teatro de QY Bazo?

De nuevo la dispersión es la clave, al ser dos cada uno trae un poco de lo que le preocupa o le gusta: ensayos, novelas, series de televisión, videojuegos… Nuestros referentes teatrales son numerosos dentro y fuera de España, pero ocupan un lugar especial nuestros maestros José Sanchis Sinisterra y Roland Schimmelpfennig.


Cuando somos pequeños aprendemos a leer y escribir, o juntar letras, pero ¿se puede enseñar a escribir con mayúscula?

Escribir es una técnica y, como tal, se puede aprender. En teatro somos unos afortunados, tenemos los talleres que nos permiten entrar en las cocinas de autoras y autores de primer nivel. Ahí aprendes estrategias de escritura que te hacen replantear tu forma de trabajar, a veces de forma radical. También hay mucho intercambio entre compañeras y compañeros. Nos leemos, nos socorremos, aprendemos unos de otros.


Según su experiencia, ¿hay una receta mágica para que una obra enganche? ¿O, al menos, unos ingredientes básicos?

Un amigo nuestro dice que si hubiese una fórmula mágica para crear un éxito, el teatro lo harían los bancos.


¿Qué obra de teatro de todos los tiempos les hubiera gustado escribir y por qué?

Aliento (Breath) de Samuel Beckett, por ver qué cara se le quedaba a la gente…


¿Se puede vivir del teatro en España? ¿Se puede vivir de escribir teatro?

Eso solo está al alcance de unos pocos (sea quien sea, no lo conocemos personalmente). En nuestro caso, nos consideramos afortunados porque vivimos de nuestra escritura, ya no solo como dramaturgos, sino sobre todo por nuestro trabajo como guionistas de publicidad. Que tus palabras paguen facturas es muy raro en España…


Como espectadores de teatro saben que nunca les va a defraudar una obra que haya escrito… ¿Quién y por qué?

Roland Schimmelpfennig, porque tiene los planteamientos más locos y rompedores que hemos visto y leído en teatro: un hombre lanzado al vacío dentro de una botella, una familia china que habita en el hueco de una muela arrancada, un hombre que se convierte en el botón de la blusa  de su secretaria… Pasen y vean. Iríamos a ver cualquiera de sus obras porque cumplen a rajatabla el consejo que él mismo da: “hay que tener el valor de ir hacia la locura”.

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