Entrevista a Rafa Castejón y Jesús Castejón por Los chicos del coro

1949. Clément Mathieu, un profesor de música en paro, acepta ser vigilante en un internado para chicos problemáticos. Lo que no sabe entonces es que su estancia en El Fondo del Estanque le va a devolver a su gran pasión: la música. Allí, frente a los métodos dictatoriales del director del centro, pone en marcha una coral que consigue sacar lo mejor de cada uno de los chicos, incluido el rebelde Pierre Morhange, en el que descubrirá un gran talento. La fuerza de la música llega al corazón de todos y abre las puertas al compañerismo, la solidaridad y el amor. ¿Quién iba a pensarlo en un lugar como aquel? Charlamos con dos de los protagonistas de esta conmovedora historia que llega a España en forma de musical avalada por el éxito de la película y aclamada por las audiencias de todo el mundo… Por VANESSA RAMIRO. Fotos JAVIER NAVAL
 
¿De verdad tiene tanto poder la música como para cambiar a las personas?

Jesús: Sí, absolutamente. La música es un regalo que se hace el ser humano a sí mismo, es algo creado por él, para momentos de abstracción, de marcha, para momentos de placer en general. Nada más imprescindible que la música para poder sobrevivir a veces y para vivir.

Rafa: El arte en general es terapéutico y transformador. Es medicina para el alma. James Rhodes siempre dice que la música salvó su vida.


Decía el director de la película que “El cine no puede cambiar las cosas, pero puede despertar las ganas de intentarlo”. ¿Ahí está también la magia de la historia?

Rafa: Es la magia del teatro y del cine. Una historia sencilla puede inspirarnos, hacernos reflexionar y cuestionarnos asuntos importantes de nuestra vida y de la de los demás.

Jesús: Oír cantar a los niños y oír la magia de la música puede despertar muchas cosas. Es algo mágico, pero si, además, estuviese en la educación desde el principio y se nos educase con música, sería la mejor terapia.


Hablando de la película, imagino que la vieron en su momento…

Jesús: La recuerdo con mucho agrado. Me impresionó mucho, me pareció algo muy delicado. Y el musical por supuesto que le hace justicia. A diferencia de un profesor, que aquí se cambia por una profesora, porque conviene más por un conflicto de que las niñas canten en el coro también, las tramas son las mismas, los personajes, los mismos y el recorrido es el mismo.

Rafa: La película me gustó mucho y escuchaba la banda sonora de Bruno Coulais y Christophe Barratier sin parar. Creo que la gente que venga va a reconocer la película, además de disfrutar de nuevos números musicales y escenas que no estaban en la versión cinematográfica.


Si les digo “Los chicos del coro”…

Rafa: Es un musical para toda la familia, conmovedor, que hará reír, llorar, salir del teatro cantando y con una gran sonrisa.

Jesús: Es hacer el viaje que nosotros ya hemos hecho, un viaje a lo profundo de nuestro corazón y de nuestra alma a través de los niños. Estos niños son ángeles, carecen de malicia, cantan porque les gusta y eso es lo que se va a encontrar el público, un mundo de ángeles en una situación bastante tremenda, pero la música lo arregla todo.


Para ustedes, ¿cuál es su gran mensaje?

Jesús: Mi gran mensaje es que la letra no entra nunca con sangre y que todo se puede aprender desde algo tan benéfico como la música.

Rafa: Que en la enseñanza –y en la vida– tiene que haber más empatía, paciencia, diálogo y amor.


¿Y su momento favorito del musical?

Jesús: El final, pero no porque acabe y me vaya a casa (risas), sino porque es el más emocionante de toda la obra.

Rafa: Cuando los niños y niñas cantan “Vois sur ton chemin”.


Jesús –“Vis a vis”, “Estoy vivo”, “Otra vida”, “La Corte de Faraón”, “La chulapona”…– es Clément Mathieu.

Jesús: Clément Mathieu es un hombre que ha fracasado precisamente con la música y que a través de ese nuevo empleo vuelve a ella. Vuelve a la música y trae a gente a la música y la música empieza a cambiar un lugar tétrico, tenebroso y lo empieza a llenar de luz. Él se encuentra realizado, creo que salva unas cuantas almas dentro de ese lugar oscuro.


Rafa –“El perro del hortelano”, “Hospital Central”, “El club de los suicidas”, “Las de Caín”, “Don Carlos”…– es Rachin.

Rafa: Rachin es un hombre frustrado, amargado. Piensa que la vida ha sido injusta con él y que no tiene ni el puesto ni el reconocimiento que merece su enorme talento. Esta frustración la paga con sus alumnos. Su método de enseñanza se basa en el lema “La letra con sangre entra”.


Y luego están los niños… ¿Cómo es trabajar con semejante plantel?

Rafa: ¡75 niños y niñas! Es genial verlos jugar y estar en escena sin ningún filtro. Toda una experiencia.

Jesús: Uffffff (risas). Es un derroche tremendo de energía. Por necesidades laborales, afortunadamente los niños están protegidos en este país, tenemos cinco repartos. Cada vez que ensayas cualquier cosa con ellos son cinco veces las que lo tienes que hacer. De manera que ha sido fácil de memorizar (risas) y es estupendo. Oírlos cada día y ver que son tan disciplinados como tú… No pueden evitar ser niños y se ponen a jugar, pero cuando se les pide atención o concentración, responden disciplinadamente y ha sido asombroso.


A los mandos, Juan Luis Iborra… ¿Cómo es trabajar con él?

Jesús: Yo ya lo conocía, conocía su trabajo, su cine y sabía qué tipo de persona era. Y era la persona indicada para embarcarse en esta nave por su paciencia, por su buen talante, por su talento. Es muy difícil dirigir niños, extremadamente difícil.

Rafa: Juan Luis es un director que escucha, que te da libertad creativa, que le entusiasma su trabajo y ese entusiasmo lo transmite a cada persona del equipo.


¿Y qué tenía este proyecto?

Jesús: Música. Tenía música (risas) y un personaje maravilloso, como Clément Mathieu, la posibilidad de cantar… Dema-siadas cosas como para decir que no.

Rafa: Un proyecto muy cuidado por parte de los productores, un reparto y un equipo magnífico, una partitura maravillosa con la dirección musical de Rodrigo Álvarez, estar en el Teatro de La Latina… ¿Qué más se puede pedir?


16 de noviembre. Teatro de La Latina. 20.00h. Imagino que se les pone el vello de punta… ¿o ya no tanto?

Jesús: Siempre hay un pellizco, lo que yo llamo pellizco gástrico (risas), que es inevitable. Ese pellizco estará ahí siempre y ¡ay, del que no lo tenga! Pero al pisar el escenario se me quitará como siempre y disfrutaré de lo que estoy haciendo.

Rafa: Siempre hay mariposas en el estómago. Sabiendo además que ya hay muchas funciones donde se ha puesto el cartel de “No hay localidades”. Toda una responsabilidad.

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