¿Quién fue Francisco Arderius y por qué recuperar hoy su figura?
Nuria Castejón: Fue un visionario, un cómico con dotes de empresario que entendió, tras un viaje a París donde presenció como funcionaban las operetas de Offenbach, que el público español necesitaba un género parecido, un teatro musical fresco, que tratara con sentido del humor y crítica los problemas crecientes y crear un estilo nuevo para nuestro país, en el cual, además, él iba a poder desarrollar sus mejores dotes de gran actor cómico y no tan buen cantante.
Rafa Castejón: Vivió por y para el teatro. Fue una figura muy importante en las artes escénicas de la segunda mitad del siglo XIX en este país. Recuperar hoy su historia es una pequeña deuda que tenemos con él. Echar un ojo sobre su historia y la importancia que tuvo está muy bien, es una de las misiones también de la CNTC, recuperar obras o historias que están más olvidadas y no solo centrarnos en el Siglo de Oro.
“Tiene Paquito Arderius / una caña de pescar, / con la que saca los cuartos / del bolsillo más recalcitrante / que se pueden ustedes imaginar”. ¿Tenía la fórmula del éxito?
Rafa: No sé si la tenía, pero la encontró. Era un hombre con un olfato empresarial tremendo, también para intuir lo que el público necesitaba en ese momento.
Nuria: Desde luego, tuvo la clave del éxito, al menos durante unos años. Consiguió que algunos de los mejores literatos y músicos de la época crearan obras para los Bufos, llenando de público cada función.
¿Hay un Francisco Arderius hoy en día?
Rafa: No, yo no encuentro un equivalente ahora mismo en el teatro de hoy.
Nuria: Yo reconozco que existe una búsqueda de nuevos espectáculos que me recuerdan a las antiguas varietés, pero con los estilos actuales. No lo veo como un nuevo estilo ni lo veo encabezado por un artista o empresario en particular.
Con los Bufos Madrileños pone patas arriba el teatro en la España de los años que rodearon a la revolución de 1868. ¿Por qué triunfó este modelo?
Rafa: Él viaja a París, descubre el teatro de los Bufos Parisienses de Jacques Offenbach, que en ese momento se encuentra en plena ebullición, y se le enciende la luz y dice: “Puedo importar este tipo de espectáculo a España”. Y yo creo que triunfa este modelo porque en España en 1866 hay una crisis tremenda. Son tiempos muy convulsos y la gente, que está cansada de los motines, de los pronunciamientos, del hambre, de las crisis económicas…, necesita una vía de salida. Y Francisco Arderius es muy agudo y le da al público lo que necesita, que es diversión. El público sabía que de lunes a domingo podía ir a los Bufos Arderius, a los Bufos Madrileños, pasar un buen rato, salir de ahí con una sonrisa y olvidar lo que estaba pasando fuera. Era lo que él pretendía.
Nuria: El modelo de Arderius triunfa por muchas razones: textos humorísticos y músicas pegadizas, un formato de ‘opérette grand spectacle’, como decían los franceses, con una gran inversión de medios, que permiten preciosos y excéntricos vestuarios, estupendas escenografías y un gran número de féminas coristas con menos ropa de lo habitual. Todo un deleite para los sentidos en una sociedad que atraviesa un tiempo convulso y busca divertirse y tener un lugar para escapar de su realidad.
Y ahora estrenan en la Comedia, “Los bufos madrileños”, un espectáculo a partir de la figura de Francisco Arderius y la zarzuela bufa “Los órganos de Móstoles”.
Nuria: “Los órganos de Móstoles” trata de ser algo divertido, donde podamos expresar libertad en todas sus formas, en el vestuario, escenografía, coreografía, dirección…, divertirnos nosotros, hacer reír al público y hacer honor a los Bufos Madrileños.
Rafa, usted firma la versión y la dirección.
Rafa: El espectáculo tiene dos partes. Un prólogo, que he escrito yo, donde cuento la historia de Francisco Arderius y de sus Bufos Madrileños y de lo que significó en esa época. Y luego elegí “Los órganos de Móstoles”, la obra de Luis Mariano de Larra y José Rogel, porque abarcaba todo lo que significó el teatro de los Bufos, con sus virtudes y sus defectos. Aparte de recuperar a uno de los autores más prolíficos del XIX, y también olvidado hoy. La obra es en verso, con una polimetría muy rica, tiene música, baile y es muy divertida. Un padre viudo, que tiene tres hijas, con un carácter especial, a las que no consigue casar y, como ya está desesperado, inserta un anuncio en el periódico y ofrece una buena dote. A la llamada de este aviso en el periódico aparecen tres pretendientes, que también tienen un carácter digamos especial, empieza el cortejo y ahí viene el lío.
Y también interpreta un personaje.
Rafa: La obra es tan divertida que quería estar ahí, aunque fuera más complicado hacer un papel y dirigir a la vez. No me podía perder este personaje (risas). Se llama don Juan Tenorio, pero es su antítesis, un hombre miedoso, que huye del conflicto, que no es capaz de declararse a la mujer que ama, pero tiene una gran sensibilidad. Digamos que le pesa mucho el apellido y lo que la gente espera de él (risas).
¿Qué sería de un espectáculo sin cuidar el movimiento? Nuria, ¿qué ha buscado?
Nuria: Un espectáculo que no cuida su movimiento es como un banco con tres patas… El movimiento forma parte de la vida y en un espectáculo debe potenciarse lo que el cuerpo nos cuenta en cada situación, el actor se expresa oral y corporalmente. Trabajar con actores es apasionante, tanto a la hora del movimiento orgánico y de expresión en la escena como el reto de coreografíar números musicales a ‘no bailarines’.
Director y directora adjunta. Están trabajando mano a mano. ¿Son una pareja bien avenida?
Rafa: Somos una pareja muy bien avenida, hemos trabajado mucho juntos, tenemos el mismo sentido del humor, nos entendemos muy bien, nos apasiona nuestro trabajo y coincidimos en muchas cosas. Todo fluye de una manera natural y con mucho sentido del humor.
Nuria: Nada me puede gustar más que trabajar con mi hermano, a quien admiro profundamente. Ya de muy pequeños montábamos espectáculos con nuestros recortables. Teníamos una compañía de zarzuela completa de muñecas recortables y seguir ‘jugando’ con él ahora es un regalo. Nos entendemos estupendamente, tenemos el mismo sentido del humor y estamos de acuerdo en casi todo y nos complementamos.
Prácticamente nacieron entre cajas, ¿cómo recuerdan su infancia?
Nuria: Nuestra infancia son recuerdos de viajes, camerinos, teatros, hoteles… Muchas ‘tatas’ que solían ser compañeros/as de trabajo de nuestros padres, que nos cuidaban cuando ellos tenían que salir a escena. Ha sido una infancia muy feliz, con muchas risas en casa, mucha fantasía…, salir al escenario desde muy pequeños a interpretar los papeles de niños/as que hubiera en la función que estuvieran haciendo nuestros padres.
Rafa: Fue privilegiada. Estar en contacto durante tu infancia con la música, con los textos, rodeados de actores, actrices, bailarines, coristas, músicos, ver los procesos de ensayo, incluso trabajar… Yo debuté con nueve años en el Teatro de la Zarzuela y estuve trabajando allí hasta los doce, hacía los deberes ahí, dormía las siestas en las cestas de la ropa, tomaba la merienda con los técnicos, viajaba, iba de gira con mis padres por toda España y Sudamérica. Fue muy divertido y muy rico.
¿Era complicado no seguir la saga?
Rafa: Era muy complicado. Hay un momento a los doce años que yo me rebelo un poco, pero una vez que sigo con los estudios y termino el servicio militar, el gusanillo me vuelve a picar. Con diecinueve años me contrata Ángel Fernández Montesinos para hacer un vodevil de Ray Cooney en el Teatro Alcalá Palace. Cuando estoy encima del escenario trabajando me doy cuenta de que he sucumbido y de que esto es lo mío. Ahora ya tengo cincuenta y cuatro y aquí sigo, he tenido la suerte y el privilegio de que en estos años no me he bajado de un escenario. Doy gracias a los cielos.
Nuria: En nuestro caso creo que hubiese sido extraño. El teatro, los camerinos, como decía antes, han estado a cada respiro de nuestra vida… No hay un momento para mí en que haya sido consciente de haber sucumbido a este veneno, siempre estuvo en mí, jamás me planteé hacer otra cosa para vivir…
Rafa, actor y director. Nuria, bailarina, coreógrafa y directora. ¿Qué es para ustedes el teatro?
Rafa: Me remito a Peter Brook, que digamos que es el maestro. Él decía “el teatro es vida, vida concentrada en un pequeño espacio y durante un corto periodo de tiempo. El teatro permite mirar la vida a través de un microscopio, por eso es tan revelador. La realidad, en general, se manifiesta diluida y el teatro lo que hace es condensarla para observarla con más detalle”.
Nuria: El teatro para mí es, en todos sus géneros, como sabes hago ópera, zarzuela, prosa, danza…, mi forma de vida, la herencia que nos dejaron mis padres, el tesoro que me encontré ya en la ‘meta de salida’.
¿Algún otro proyecto que pueda contarse?
Rafa: En diciembre se estrena una película en la que participo, que se llama “La última noche de Sandra M”, que dirige Borja de la Vega y continuaré con la gira de “Los chicos del coro, el musical”. Y nada más, dar las gracias a la CNTC por la confianza, por el apoyo, por la ayuda que me están dando, aunque naturalmente es una ventaja jugar en casa. Ya son 11 años los que llevo ahí consecutivos, trabajando, y gracias a Lluís Homar y a todo su equipo por la confianza y también por echar una mirada y hacer este pequeño homenaje a Francisco Arderius, a este género lírico tan nuestro y un pequeño homenaje a todos los bufos y bufas presentes, pasados y futuros.
Nuria: El proyecto más inmediato y que más ilusión me hace es que voy a dirigir un programa doble en el teatro de la Zarzuela: “Adiós Apolo” y “ La verbena de la Paloma”. Se estrenará el 8 de mayo y después lo llevaremos al Palau de les Arts de Valencia en octubre y al Maestranza de Sevilla en marzo de 2025.