Entrevista a Ramón Paso. Directores a escena

¿Cómo respira el teatro en pandemia? ¿La cultura está tocada o hundida? ¿Cómo se piensan, se sueñan y se levantan espectáculos y temporadas en estos tiempos? ¿Qué hay que pedir y a quién para sortear obstáculos? Son días llenos de interrogantes y de incertidumbres, pero también de ponerle muchas más ganas e ilusión si cabe. Hemos preguntado a los magos y magas de la escena por la situación que atraviesan las artes escénicas, pero también por lo que están haciendo ahora, por aquellas cualidades que definen a un buen director, a una buena directora, por qué lleva al teatro a aquellos y aquellas que primero lo sueñan, por cómo son como espectadores, a quiénes admiran o qué están deseando ver. RAMÓN PASO Dramaturgo, guionista, director, productor, con compañía propia y continuador de una estirpe capaz de arrancarnos carcajadas. Y uno de nuestros los hombres de teatro más prolíficos…
 
¿Cómo respira el teatro en pandemia, cómo lo ve Ramón Paso?

Respira con respiración asistida. Estamos un poquito en las últimas. Más que respirar yo creo que son estertores. No por la pandemia en sí, que obviamente es un problema, y que al sector médico que afecta infinitamente más que a nosotros, lógicamente, pero es verdad que los constantes cambios de horarios, las políticas salvajes de desconfinamiento absoluto en fiestas para que consumamos y después el cierre de los negocios cuando piensan que nos hemos gastado todo el dinero nos hace mucho daño.


 

¿La cultura en estos momentos está tocada o hundida?

La cultura está tocada, lleva tocada desde tiempos de Eurípides, pero está muy tocada. Vivimos en un país donde no interesa la cultura, el compromiso que tenía antes el PSOE con la cultura ha desaparecido, a día de hoy ningún partido tiene compromiso con la cultura y es verdad que estamos en un país donde la cultura se considera un lujo y no una primera necesidad y la cultura es una primera necesidad en cuanto a que nos protege de populismos, de dictaduras, nos ayuda a aceptar al que es diferente. La cultura es fundamental, igual que la sanidad cura el cuerpo, la cultura protege y cura el alma, pero estamos en un país donde ese mensaje no cala.


 

¿Qué le pediría Ramón Paso y a quién para sortear esta situación?

Yo pediría lo que creo que es más importante, lo primero, sensibilidad con el teatro. El teatro es un medio que siempre estamos un poquito en precario. Ayudas del Gobierno a los profesionales que nos movemos en el sector. Es verdad que se han dado muchísimas ayudas a los teatros, no suficientes, pero se les ha dado, pero por ejemplo a los autores no se les ha dado ayudas y los autores vivimos en esencia de la taquilla.

Entonces se rebaja el aforo, se rebajan nuestros ingresos. Yo creo que haría falta un plan de choque por parte del Gobierno, que de repente se plantease hay que invertir en cultura, igual que el famoso Plan Marshall de los yanquis en los años de su depresión, pues aquí algo similar, que de pronto hubiese producciones estatales, más dinero en cultura y luego a largo plazo educación. Si los profesores no fuesen también gente que trabaja en precario, si nos gastásemos dinero en cultura, en educación, en que hubiese una educación de primer nivel, la gente iría de forma natural al teatro sin tener que obligarla ni convencerla.

 


 

Háblenos un poquito de las obras que tiene en pie en febrero.

No, son pocas. Somos privilegiados en ese sentido porque estamos con el reestreno de “La importancia de llamarse Ernesto”, que ha vuelto al Lara en un horario que se está intentando impulsar, que es las cinco de la tarde, que en Londres y en París funciona y aquí en Madrid debería también funcionar. Vmaos a estar en la sala Cándido Lara. Es una obra que cuando la hicimos en 2019, que fue en verano, decíamos que era la seducción del verano y ahora creemos que debería ser la alegría del invierno, que nos hace falta. Es verdad que hemos hecho una apuesta en general por comedia, que es lo que creo que después de lo mal que lo hemos pasado es lo que nos hace falta ahora mismo, reírnos.

Luego seguimos con “Sueños de un seductor”, de Woody Allen, que empezamos en julio de 2020, recién desconfinados. Seguimos con “El móvil”, que es una comedia mía, que escribí y dirigí con la compañía, es una historia de chicas, de amistad. Y “La Ramera de Babilonia” que es probablemente nuestra función más antigua de las que tenemos, es lo primero que hicimos en el Lara en 2015 y es una función que habla de la relación de la iglesia católica con la mujer, la iglesia ha decidido que la mujer es muchísimo más peligrosa que el demonio, los romanos y los filisteos todos juntos. Es una apuesta femenina y de comedia.


 

También dirige “Blablacoche” en el Canal…

Sí, es cierto. “Blablacoche” de Eduardo Galán que se estrena en febrero. Estaremos en la sala Negra y es una obra muy bonita porque es otra vez una comedia y es un viaje que hacen cuatro personas en un coche. Además, ahí he tenido la oportunidad de dirigir a Soledad Mallol que es de mis actrices favoritas, es una cómica maravillosa y ella es el espíritu y el alma de “Blablacoche”.

Y luego, además, por otro lado, el 3 de febrero se estrena “La cuenta” dirigida por Gabriel Oliares que es versión mía. Así que entre dramaturgo y director voy a tener seis obras en cartel en febrero y estoy muy, muy contento, muy feliz.


 

¿Qué tipo de director es Ramón Paso?

Un director casual. Yo empecé a dirigir porque había obras mías que me interesaban mucho a mí, pero que no interesaban a nadie más y entonces me puse yo a dirigirlas y de ahí de pronto de mis propios textos empecé a sentirme atraído por dirigir textos de otros. Este año tengo de pronto “La importancia…” de Wilde, “Sueños…” de Allen y luego de Galán “Blablacoche”.

Así he llegado, no sabría cómo definirme. Yo creo que el director, esto me van a matar, es la figura menos importante de ese triángulo teatral, creo que el teatro en realidad es el actor o la actriz diciendo un texto y luego hay una persona que está fuera y que tiene la capacidad de estar fuera. Si entendemos que es un trabajo delicado de intentar poner en contacto, yo creo que el director es en realidad como una especie de traductor, un intérprete, intenta explicar el texto al actor para que luego el actor de la mejor forma posible lo haga llegar al espectador, pero tiene que estar al servicio de los actores y del texto, el director estrella a mí me ha parecido siempre una anomalía.


 

¿Cómo se llevan, cuando se aúnan, como en “La ramera de Babilonia” el Ramón Paso autor con el director y ambos con el productor?

(Risas). Para mí es muy sencillo porque hay una cuestión, que es que tienes que entender en cada momento qué trabajo realizas. Hay muchos directores que tienen muchísimos problemas con el autor-director, siempre dicen que el autor-director está como demasiado apegado al texto, yo he llegado a un punto contestatario en el que empiezo a tener problemas con el director que no escribe, porque creo que el director que no escribe está cojo. Lo único es que hay que organizarse el trabajo. Yo cuando estoy escribiendo, estoy escribiendo y cuando de pronto me pongo a dirigir, ya me olvido por completo de ese trabajo previo entendiendo que las acotaciones, el mundo que haces sentado en un ordenador o en un cuaderno es un mundo particular, luego tienes que poner en contacto eso con un montón de actores y ahí es cuando entra el trabajo del director.

Una cosa que se nos achaca muchísimo a los autores-directores es que estamos tan apegados al texto que no entendemos que de pronto haya cosas que sentado funcionaban muy bien y que luego no funcionan. Yo por dar un ejemplo en “El móvil”, cuando la empecé a dirigir con las chicas, yo la primera semana de ensayos reescribí entero el primer acto. Cogí el primer acto entero de la obra, lo fusilé y lo reescribí. Y no me dolieron prendas. Es más, cuando dirijo a otros, ahí sí soy muy cuidadoso, llegando a la neura, a veces, no se puede enmendar la plana a Woody Allen… He dirigido a gente que en general está muy consagrada, quién soy yo para enmendar la plana a Oscar Wilde, pero con mis propios textos hago verdaderas carnicerías.

Y luego tengo la complicidad de Ana Azorín, Inés Kerzan y Ángela Peirat que de pronto me permiten que empecemos a ensayar un acto y cuando ya se lo saben y lo tienen bien montado que yo llegue y diga ‘lo voy a volver a hacer’.

Creo que es una visión muy antigua esa de que el autor está muy apegado al texto, otra cosa es que yo considere que un señor no tiene idea de lo que yo he hecho y no puede cambiarlo, pero yo mismo lo cambio con muchísima soltura y cuando confío en un director, como es el caso por ejemplo de Gabriel Olivares, que ha dirigido varios textos míos, yo le doy absoluta licencia, conoce mis textos estupendamente y puede hacer lo que considere oportuno. Creo que es una cuestión de confianza.


 

Cuando va al teatro, ¿qué busca?

Busco divertirme, me siento con todo el cariño del mundo, apreciando muchísimo lo que han hecho los compañeros y busco sobre todo que me sorprendan, que a mí jamás se me hubiesen ocurrido, voy a sorprenderme.

Hay muchos profesionales que cuando se sientan en el teatro piensan ‘yo lo haría…’, ‘cómo lo haría…’, a mí me da exactamente igual, no me importa cómo lo haría yo, yo no estoy haciéndolo, me importa muchísimo ver lo que han hecho los compañeros y olvidarme de que yo me dedico también a esto.

Es lo que te contaba antes, soy muy pesado con eso, pero es una división de tareas, cuando soy autor, soy autor, cuando soy director, soy director, cuando soy productor, soy productor y cuando soy público, soy público y ya está, no mezclo.


Última obra que ha visto y cuál está deseando ver…

La última obra que he visto ha sido “El salto de Darwin” y tengo muchas ganas de ver “Our town” dirigida por Gabriel Olivares, que la reestrenan después de mucho tiempo y voy con unas ganas tremendas de ver qué ha hecho Gabriel.

VENTA DE ENTRADAS LARA Y CANAL

NOTICIAS RELACIONADAS

Lo más leído
REVISTA TEATROS GRATIS

¡Apúntate a nuestra newsletter!

Recibirás un email semanal con la revista completa, la actualidad destacada y ventajas exclusivas.