Entrevista a Ricardo Iniesta en el especial Dramaturgos a escena

Director, dramaturgo y fundador de Atalaya, con quien ha obtenido el Nacional de Teatro, y del Centro Internacional de Investigación Teatral TNT. Ha realizado las adaptaciones y versiones de “Rey Lear”, en cartel en el Fernán Gómez, “Ricardo III”, “Celestina…”, “Madre Coraje”…
 
¿De dónde nace su pasión por el teatro y la necesidad de escribir?

Nació hace ya 45 años justamente al principio por una idea de teatro de agitación y propaganda. Era en pleno franquismo, año 74, y bueno se trataba de que gracias al teatro podíamos ir a pueblos de toda España a movilizar a las juventudes antifascistas para crear organizaciones juveniles. Así empecé yo con el teatro, hasta entonces el teatro no me interesaba nada, fue a través del teatro de agitación y propaganda.

Y luego ya, hace 40 años, en el 79, sí intenté… Aquella experiencia me inoculó el virus del teatro, en el 74, aquello a lo que yo había ido por una cuestión política me dejó el poso de algo que era más, que había misterio, que había magia, que había algo que no había en ninguna otra actividad de la que yo podía desarrollar. Y entonces ya en el 78-79 ya empecé a ver que el teatro me interesaba, todavía mucho vinculado a la acción ciudadana, por eso hacía teatro de calle como activismo ecologista en aquel momento, todas las obras que hacíamos era con un mensaje de ir a pueblos de Andalucía y estar por diferentes lados y llevar a los niños a las plazas de los pueblos y hacer un trabajo social con ellos.

Entonces toda esa idea social y política no me ha abandonado y de hecho ahora mismo el “Rey Lear” que ahora vamos a presentar en el Fernán Gómez lógicamente tiene esa idea social y política colectivista, claramente, que subyace en el texto y que ha sido durante siglos muy castrada por parte de las puestas en escena que se han hecho durante siglos hasta que desde mediados del siglo XX ha empezado a hacerse como es Rey Lear, una obra muy política, muy social y muy actual.


¿Cuáles son las claves y los referentes del teatro de Ricardo Iniesta y, por ende, de Atalaya?

Teatralmente tuve la suerte en el 79 también, todo hace cuarenta y tantos años, soy muy mayor ya (risas), de descubrir Odin Teatret de Dinamarca. Yo entonces compaginaba mi labor teatral con escribir en un periódico de la izquierda sobre cultura y entonces fui a hacer un reportaje sobre un grupo de vikingos de teatro que llegaban a un centro cultural, a la Prosperidad, que era muy famoso, donde entonces estaba el Wyoming y mucha gente haciendo performance, y en aquel momento era un centro okupa y se hacía una actividad con un grupo de actores que venían de Dinamarca. Fui a verlos y aquello, si antes me había inoculad el virus del teatro el teatro de agipro, cuando descubrí L’Odin Teatret lo que me inoculó fue el virus del teatro de grupo, del teatro de la poesía, del teatro de la acción, todo lo que el Odin lleva del teatro de la energía. De alguna manera produjo una ruptura con lo que yo hasta entonces hacía, que era un teatro mucho más intelectual, universitario, donde lo que primaba era el texto exclusivamente, donde lo que primaba era el existencialismo y empecé a trabajar sobre el teatro del Odin Teatret, la energía, la poesía en escena, toda la musicalidad, todo lo que el Odin Teatret y todos los grupos que lo siguieron y los que precedieron me influenciaron y esa fue la elección de mi camino dentro del teatro, el teatro de Grotowski, el teatro de Kantor, del Odin, toda esa línea del teatro muy poética y muy de energía en escena.


¿Todas las historias están ya inventadas?

No, yo creo que las historias están en constante cambio. Es como decir ¿todos los árboles están inventados? ¿Todas las olas del mar? ¿Todas las nubes? ¿Todos los volcanes están inventados? No. Lo que está inventado son los números, las letras están inventadas, pero luego hay que combinar esas letras, esas imágenes.

Las historias que se hacen vivas, que se convierten en vida, cada día nacen y mueren, constantemente en muchas  partes del mundo.


¿Cuáles podrían ser las características del buen dramaturgo?

Sobre todo estar dentro de la sociedad en la que vives, ser empático con quienes te rodean y trabajar por cambiar el mundo. Como decía Jean Genet el teatro puede contribuir un poquito y humildemente a que el mundo sea mejor. Eso es lo principal del dramaturgo.

Y luego, por supuesto, también el estar en contacto directo con los actores y con el público, que son los que realmente constituyen el acto teatral.

El acto teatral lo constituyen un espectador y un actor, entonces el dramaturgo, el director, el escenógrafo, el músico, el iluminador… todos somos parteros, es decir, ayudamos al parto, pero el parto es la madre y el hijo o la hija, nada más, y los demás podemos ayudar a facilitarlo, a hacerlo en condiciones, pero aquí es el actor y el espectador son los únicos necesarios y por tanto el dramaturgo tiene que estar en constante vínculo y empatía con actores y con público.


¿Por qué no leemos más teatro?

Yo creo que el teatro tiene que ser un hecho vivo, es decir, en la Grecia de Esquilo y de Sófocles no se leía, el teatro se veía, con Molière, con Calderón, con Shakespeare, no se leía el teatro, se veía y se vivía. El teatro leído es un pre teatro, el teatro en sí mismo es hecho, acción viva y puede haber un teatro que no se escriba, pero no puede haber un teatro que no se haga. Entonces el teatro que se lee está por hacer y se tiene que producir el hecho escénico para que sea teatro. El texto teatral es un pre teatro.


¿Qué obra de todos los tiempos le hubiera gustado escribir?

“Rey Lear”. Para mí es el Everest del teatro universal. Ahora que la estamos llevando en escena me da vértigo pensar en lo siguiente porque dices, «bueno, ya que estás arriba del todo, ahora lo único que te queda es bajar, ya no vamos a ver un pico más alto que el Everest, podrá ser más costoso, más difícil, el K-2, pero más alto que el Everest no hay». Y el “Rey Lear” es el Everest del teatro universal de todos los tiempos.

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