Dice Xavier Albertí que al enfrentarse a un auto sacramental ha tenido que combatir muchos prejuicios, los de otros pero también los suyos propios. ¿A Silvia Marsó le ha pasado algo parecido?
Yo no tenía ningún tipo de prejuicio, dirigiendo Xavier Albertí sabía que no sería un montaje convencional. Sus espectáculos siempre son un despliegue de disciplinas artísticas, mezcladas de una forma magistral y anárquica. Donde nada es previsible. Y este es el tipo de teatro que me gusta. Además, supone mi primer Calderón y le tenía muchas ganas.
No se lo pensó mucho entonces…
Cuando me llamó Xavier hace casi un año, no dudé en ningún momento. Le dije que sí, sin saber, incluso, qué personaje iba a interpretar. Confiaba plenamente en él, tenía muchas ganas de trabajar a sus órdenes.
Cuéntenos algo sobre “El gran mercado del mundo”…
“El gran mercado del mundo” plantea muchas cosas, principalmente, que somos dueños de nuestro propio destino y cómo las elecciones que vamos tomando en la vida pueden influir en nuestro futuro más de lo que somos capaces de percibir. Siempre he imaginado que es un viaje iniciático a través del cual el hombre toma conciencia de lo que son los placeres, el lujo, la belleza, el conocimiento, la fe, la lujuria, la humildad, la libertad.
¿Qué atrae a un espectador de 2019 de una obra escrita entre 1635 y 1640?
Calderón era más moderno y más libre de lo que podían imaginar en su época, se adelantó a su tiempo. A través de este espectáculo uno puede reflexionar sobre la posición que ha tomado frente a la vida y si verdaderamente está consiguiendo vivir acorde con su ideología y su forma de sentir. El texto tiene implicaciones religiosas sí, pero por encima de todo en el estudio del texto hemos visto que Calderón nos muestra planteamientos filosóficos, éticos, psicológicos, científicos y hasta jurídicos.
¿Cómo es la propuesta de Albertí?
Un planteamiento canalla, transgresor e irónico, respetando absolutamente el texto original. En el escenario veremos los personajes alegóricos de Calderón, escucharemos su brillante lenguaje, pero también música en directo, canciones que tienen que ver con el argumento, algunas incluso sórdidas, sacadas del cabaret de principio de siglo XX pero que cuestionan la condición humana, como el propio Calderón.
Usted interpreta a la Culpa.
Representa al pecado original en el que vive el ser humano desde que, por desobediencia, muerde el fruto del árbol del conocimiento en el paraíso. Pero ella defiende este estado de libre albedrío en el que se encuentra el hombre y que le otorga la posibilidad de obrar, elegir y tomar sus propias decisiones a través de su conciencia individual. Y hasta que no aparece la Gracia para ‘salvar’ al hombre con el perdón divino, ella, la culpa, es el estado natural del ser humano, venerada y apoyada por la natu-raleza en todas sus formas y manifestaciones, haciendo que convivan en armonía los Instintos más básicos del cuerpo con la conciencia de libertad. ¡Me encanta mi papel!
No es la primera vez de Silvia Marsó ni con el verso ni con la CNTC. ¿Qué tal esta vuelta?
Tuve la suerte de interpretar la gran Sultana de Cervantes bajo la dirección del inolvidable Adolfo Marsillach y fue una experiencia única y maravillosa. Nunca más he vuelto a pisar la CNTC y han pasado muchos años. Me siento feliz de volver al Teatro de la Comedia. Admiro muchísimo la labor que ha hecho Helena Pimenta, ha contribuido a que la CNTC no sea solo una institución, sino un punto de encuentro para el público joven.
El éxito de “24 horas en la vida de una mujer”, un papel en el spin-off de “Merlí”, “El gran mercado del mundo” y la próxima temporada se incorpora a “El secreto de Puente Viejo”. ¿Feliz?
Lo que más me gusta de todo esto que estoy viviendo es que las actrices de más de 45 años estamos defendiendo nuestro lugar en la profesión. Tenemos mucho que contar, la experiencia es un valor añadido y lo importante es poder compartirlo.