¿Quién es Johnny Chico?
Es un chaval de provincias que tiene la mala suerte de nacer en el núcleo de una familia desestructurada compuesta por un padre alcohólico, un hermano yonki y una madre que sufre maltrato por parte del padre. Estas circunstancias, sumadas a otras muchas, marcan a Johnny convirtiéndolo en un chico con una crisis vital de identidad personal y sexual. Oculta su deseo y su sensibilidad tras la rabia con una máscara que, poco a poco, va descubriéndose durante la obra.
¿Qué le atrajo de esta obra de Stephen House, qué motivos la hacen especial?
Principalmente me fascinó la magia que desprendía un texto tan oscuro. Hay escenas que desprenden una belleza abrumadora. Además, me atrajo la posbilidad de hacer un trabajo actoral multipersonaje desde un solo cuerpo sin apenas tiempo y delante del público.
Para usted, uno de los momentos más emotivos del monólogo se produce…
El detonante de la función es la muerte de la madre de Johnny, probablemente la única persona que ha hecho que Johnny conozca lo más parecido al cariño. Esto sucede al comienzo de la obra y es lo que hace que el personaje inicie este viaje alucinante de búsqueda del yo. Esa escena está cargada de emoción, para mí es una de las más potentes junto a las escenas finales.
¿Y ese momento que rompe el hielo con un poco de humor?
Hay muchos personajes, uno de ellos es Perla, una travesti argentina entrada en los 40 y venida a menos que hace una propuesta a Johnny. La aparición de Perla cantando rompe el clima de tensión en mitad de la obra y ofrece un soplo de aire fresco que sorprende y conquista al público, el cual la acompaña con sus aplausos, formando parte de una especie de cabaret cutre del centro de Madrid.
¿Por qué esta obra es una ‘oda fuckgender’ y de qué manera lucha contra la LGTBIQ+fobia?
Una oda es una composición poética y el texto de Stephen tiene mucho de poesía, pero también de crudeza. Es sexualmente explícito en ocasiones y, además, lanza un rotundo mensaje: “da igual quién seas, da lo mismo el pronombre él o ella, al final, todo es lo mismo cuando te desnudas”. De ahí el termino fuckgender. Personalmente, creo que estamos viviendo un momento en el que recientes titulares nos hacen pensar que, en lugar de evolucionar, estamos involucionando, dando pasos atrás. Nos apetecía iniciar una lucha al respecto desde nuestro lugar, desde el arte, y “Johnny Chico” es nuestro granito de arena en esta lucha.
¿Qué feedback ha recibido de los espectadores, cuál fue ese comentario que le llamó la atención?
El feedback está siendo muy emotivo y enriquecedor. Tengo sobre la mesa de casa una carta que me dejó un chico de 18 años llamado Guillermo contándome en ella que sufría depresión y que consiguió librarse de ella encontrándose a sí mismo gracias a gente como yo. Que te digan algo así es sobrecogedor, no pude evitar emocionarme al leerlo y darme cuenta de la responsabilidad que tenemos desde el arte, desde la visibilidad.
Y usted: ¿qué reflexión general extrae con la historia que presenta en escena a través de esta obra, teniendo en cuenta el grado de homofobia que sufrimos en España actualmente?
El miedo, la incomprensión y la intolerancia generan violencia. Y la violencia solo genera más violencia. Nadie puede recibir una paliza de muerte solo por amar. Esta es una cuestión que debe preocupar a toda la sociedad. En una sociedad democrática y justa, las libertades de los individuos que la forman son lo más valioso. Nadie debería tener miedo por coger de la mano a su pareja para pasear o por darle un beso en un sitio público. ¿No recuerda esto a terribles tiempos pasados que no queremos que vuelvan?