¿Quién fue Arnold Schoenberg?
Es un compositor austriaco muy importante, nacido en el siglo XIX, pero que desarrolló su actividad artística durante el siglo pasado, y uno de los padres de las vanguardias musicales europeas. Se cuestionó la tradición e intentó buscar un sitio muy personal dentro del panorama artístico de la Europa de la primera mitad del siglo XX. Y me une a él seguramente esto, no dar las cosas por supuestas, preguntarse por qué las hacemos, e intentar buscar este sitio personal en este espacio.
“Pierrot Lunaire” va unido al estilo atonal, a un sistema serialista…
Lo explico brevemente. En vez de ordenar la música y las notas de una forma tonal, Schoenberg lo que hace es una aproximación serialista. Dice “¿En cuántos sonidos se divide nuestra música?”. Son doce, con los tonos y los semitonos. A través de la invención de una serie de estructuras, crea una forma de ordenarlas más aleatoria, de una forma serialista, como una serie, y nace la atonalidad. Cuando has terminado las doce notas, las vuelves a empezar y las ordenas de una forma distinta. Esto crea una especie de constelación musical muy compleja y que, aunque ya tenga más de un siglo esta invención, creo que todavía no está absorbida por nuestro oído contemporáneo.
Háblenos ahora de “Pierrot Lunaire”.
“Pierrot Lunaire” es una de sus primeras obras escritas en este sistema y por eso es tan importante. Se trata de una pieza estructurada en tres partes de siete poemas, Schoenberg dice: “Tres veces siete”, y donde se explora el personaje de Pierrot, ese personaje que evoluciona tantísimo desde la tradición de la Commedia dell’Arte hasta la visión casi como del poeta aislado y enmudecido que será el Pierrot que nosotros conocemos, que nos llega al siglo XX.
Y basado en poemas de Albert Giraud.
Albert Giraud, poeta belga al que podemos situar dentro de la escuela simbolista de poesía europea, escribe muchísimos más poemas, pero Schoenberg escoge 21 para su pieza. Giraud explora los grandes temas de la época, la crítica al materialismo, la visión del poeta casi embriagado de su propia decadencia, su aislamiento enfrente de la sociedad como búsqueda artística y esa mirada hacia dentro, pero también hay mucha ironía y mucha crítica en sus poemas. Cuesta discernir cuándo habla Albert y cuándo Pierrot, pero es una de las obras sobre este personaje más importantes de la historia de la literatura, una pieza llena de sensualidad, de violencia, de rabia y lo que me parece más importante, esa necesidad de aislamiento para entenderse y escoger un personaje como la luna como única fuente de diálogo.
Usted ha incorporado a la obra a modo de prólogo el mito de Narciso. ¿Por qué?
Al ser una pieza de unos 45 minutos, “Pierrot Lunaire” se acaba rellenando con más música, pero a mí me molestaba un poco la idea de dialogar con otra música. Yo vengo del mundo del teatro, soy actor, y me interesaba más ensalzar la parte teatral de la pieza dialogando con otro personaje, cuestionarlos desde el punto de vista de la tradición. Escogí el mito de Narciso porque siempre me ha parecido que la lectura freudiana que se hace es un poco limitada, me interesa más una lectura que habla sobre la imposibilidad de conocerse a uno mismo. Y Pierrot es un personaje al que le pasa un poco lo opuesto, se construye un avatar, no se acepta, no quiere aceptarse, se inventa una realidad, se aísla del mundo porque ese trabajo es excesivamente doloroso. Tanto la voluntad de conocerse como la voluntad de construirse, ese diálogo está en la naturaleza humana y me interesaba muchísimo navegar por estos dos mares.
El suyo es un rol tradicionalmente interpretado por solistas femeninas.
Esta pieza se interpreta tradicionalmente por una solista femenina, pero no por una voluntad de Schoenberg, no he encontrado en ningún sitio donde ponga ‘para una voz de mujer,’ simplemente pone ‘para una voz hablada’. Lo que me ha interesado es cuestionar la tradición, hacemos y esperamos cosas simplemente porque se han hecho de esta forma. Tiene mucho más que ver con las ganas de contar esta historia y la energía de este personaje que con hacer algo rompedor.
Con Narciso nos tenemos que remontar a la mitología griega, con Pierrot, al siglo XVI. ¿Por qué dos mitos tan lejanos a nuestros días nos siguen tocando tan de cerca?
Me gustaría trabajar estos dos mitos como clásicos y entonces precisamente cuando a algo lo llamamos clásico es porque se convierte en un símbolo universal y cuando las cosas se convierten en clásicas también tienen lecturas, tienen múltiples lecturas y son pozos de conocimiento muy grandes. Por eso nos siguen tocando tanto de cerca, porque si ellos originariamente han llegado allí por otra vía, pero en nuestros días todavía nos están contando muchas cosas de nosotros, como esta imposibilidad de conocerse o esas ganas de conocerse o esa necesidad de construirse a uno mismo porque el mundo, lo que te rodea es demasiado doloroso, esto lo vemos constantemente en nuestro día a día.
Quien ya vio el montaje habla de un espacio escénico innovador ideado por usted y que firma Cube.bz… ¿Cómo es esa puesta en escena?
La puesta en escena es una puesta en escena de entrada muy, muy simple, porque a mí me gusta que todo de alguna forma recaiga sobre el intérprete y sobre lo performático, sobre la performance. Y desde este punto de vista podríamos decir que este espectáculo es casi una performance artística más que un espectáculo teatral. Por eso yo quise poner al público alrededor, por eso es un espacio circular donde de alguna forma todo el mundo está obligado a mirar el centro, todo el mundo está obligado a mirar a este personaje y a esta especie como de intimidad de la que somos espectadores.
El espacio consta de un giratorio y podemos ver a este Pierrot y a este Narciso desde todos los ángulos, porque se va girando alrededor del público de una forma muy expuesta por parte de mí, del intérprete, como de una forma muy voyeur por parte del espectador. Con una iluminación muy simple, con solo cinco focos, pero jugando con una gran tonalidad y también con un vestuario muy simple para enfatizar precisamente esta desnudez de ese momento, tanto de Narciso como de Pierrot.
La Abadía y el Real trenzan esta producción a partir de la que ya estrenó en el Liceu a finales de 2021. Aparte de hacer disfrutar a los amantes del género, este es un intento de ambas instituciones de acercar la ópera contemporánea y del siglo XX a nuevos públicos.
Es básico lo que la Abadía y el Real están haciendo y también muchos otros teatros, tanto en Madrid con el Real, es básico para mantener la disciplina, digamos, la forma de arte de la ópera, la forma de arte del teatro, del teatro musical, tanto si es del siglo XX, del siglo XXI como del siglo XVII en todo tipo de formatos, en formato grande, con grandes orquestas y en formatos pequeños con orquestas más de cámara, con espectáculos más íntimos.
Para mí es realmente un honor poder formar parte de esta voluntad de ofrecer al público grandes piezas que han formado la historia de la cultura de nuestra parte del mundo y es de mucho agradecer que esto esté pasando y el esfuerzo que conlleva esto y también asumo la responsabilidad como parte de estas trenzas de poder presentar el proyecto con la máxima calidad posible, porque es la única forma con la que podemos defender la forma de arte que son las escenas, tanto si hay música como si no.
¿En qué más anda Xavier Sabata?
Anda a muchísimas cosas a la vez. Ahora mismo grabando las vísperas de Monteverdi en París. Xavier Sabata va a interpretar también el “Winterreise”, también de una forma escénica en el Teatro de La Monnaie, con todas las entradas vendidas, una cosa que me hace muchísima ilusión. Muchos proyectos operísticos esta temporada, muchos recitales también y siempre con una neurona enganchada a un proyecto como este Pierrot, que forman un perfil que va un poco más allá solo del intérprete, que es un sitio donde yo me encuentro muy cómodo como generador también de espectáculos, sobre todo dentro del mundo del teatro musical clásico.