¿Por qué Max Aub?
Es uno de los grandes escritores del siglo XX que ha vivido, tal vez por su condición de exiliado, en el purgatorio del reconoci-miento, pese a que uno de mis antecesores en el cargo, Juan Carlos Pérez de la Fuente, con aquel memorable “San Juan” le dio a conocer al gran público. Cada vez se le considera más uno de los pilares del teatro español del siglo XX y un teatro público, un teatro nacional tiene que poner en valor esta referencia.
Y de entre su vasta producción, “El laberinto mágico”.
Toda su obra, pero concretamente ésta, se inscribe en una línea de trabajo que quise desarrollar desde que tomé posesión del cargo: la relación de nuestra historia a través de la literatura dramática para ver de qué manera se refleja en el teatro. Así articulamos una memoria colectiva que nos auto-afirma y da una identidad colectiva, que es una de las funciones del arte y del teatro.
¿Por qué volver, dirán muchos, sobre la Guerra Civil?
Forma parte de ese recorrido de la historia del siglo XX, la pregunta podría ser ‘por qué no volver’. Con “Los caciques” o “Doña Perfecta” exploramos el primer cuarto del siglo XX, con “La pechuga de la sardina” o José Ricardo Morales, del año 50 hasta los 70, también la Transición… Y la Guerra es uno de los momentos cruciales, determinantes y trágicos y conviene recordarla. Pero, además, Max Aub de lo que habla es de seres humanos, de los anhelos, las frustraciones, de cómo se rompen las vidas, las ilusiones con esas circunstancias tan tremendas.
Es algo más que la guerra…
Es un entramado de vidas que se entrecruzan en esa realidad y la obra trasciende. Es verdad que está escrita desde la perspectiva de los vencidos pero el propio Aub rehuyó el maniqueísmo y el sectarismo y hace un gran retablo profundamente humano de unos personajes que se ven atenazados por un conflicto fratricida.
Cuéntenos cómo se articula un espectáculo que aúna seis textos.
La primera pregunta que surge es si el material es susceptible de ser llevado a la escena y para responderla el año pasado organicé un taller de investigación a través del Laboratorio Rivas Cherif del CDN. Se incorporó un dramaturgo, José Ramón Fernández, que es un experto en el teatro de esta época. Conocía al dedillo la obra y nos pusimos a trabajar con los actores. Premisas: texto, actores, un espacio amplio y cuatro elementos: unos cuantos sacos terreros, unas sillas y una cama. Hubo un trabajo muy muy depurado de José Ramón de ir a la esencia y fuimos viendo que aquello iba cogiendo un peso, que tenía un elemento de teatro épico muy poderoso.
¿Y el balance de temporada?
Hay razones objetivas para estar muy satisfecho: por el gran número de activi-dades, hemos trabajado la diversidad desde unos parámetros de profesionalidad, los niveles de ocupación son muy altos y las actividades han funcionado creando un diálogo con la sociedad. Todo optimizando recursos y con unos presupuestos que siguen siendo de vacas flacas. Claro que queda mucho por hacer…